Con Cristo, sí se puede - Alfa y Omega

Con Cristo, sí se puede

Un joven matrimonio en misión en Taiwán con sus tres niños pequeños, unos abuelos que llevan 53 años transmitiendo la fe a su descendencia, unos novios que se casarán en septiembre y una familia subieron al escenario para, desde la madrileña Plaza de Colón, dar testimonio de que Dios sabe muy bien lo que hace, y que cualquier dificultad resulta insignificante al lado de las alegrías que supone tener una familia, y cimentarla en Dios

Cristina Sánchez Aguilar
Un momento del testimonio de la familia Rubio Cárdenas

Los primeros en dar su testimonio fueron Eduardo y su mujer Clara, que subieron al altar con sus tres hijos, Marta, Inés y Pablo, y con el cuarto que viene de camino. Este joven matrimonio, de la parroquia de Santiago y San Juan Bautista, de Madrid, vive su fe en una comunidad del Camino Neocatecumenal. Hace siete años que se casaron, y tan sólo un año después, «sentimos los dos la llamada de Dios para dejar nuestra vida aquí y ponernos a disposición de la Iglesia», explicó el padre.

La Providencia los llevó hasta Taiwán, donde han estado cuatro años como familia en misión en un pueblo aborigen. «No somos demasiado aventureros», señaló Eduardo, «sino sencillamente cristianos de a pie que intentamos dar gratis lo que gratis hemos recibido». Su misión en Taiwán no ha sido otra que dar la oportunidad a sus nuevos vecinos de conocer a Jesucristo: «En este tiempo, mucha gente ha venido a nuestra casa con problemas de alcohol, abusos, y familias muy desestructuradas», contó el joven. «En Taiwán, es difícil ver familias paseando juntas: los niños pasan la mayor parte del día solos, mientras los padres están borrachos».

Pero el testimonio de esta familia en misión dio fruto: «Hemos visto familias destruidas que, después de escuchar que Dios los quiere, han ido, poco a poco, dejando el alcohol, cambiando su forma de vivir y reconstruyendo sus familias», añadió Eduardo.

Sobre sus tres hijos, Clara reconoció que «están descubriendo cómo Dios ayuda en las dificultades». Y contó una anécdota reveladora: «Un domingo de Pascua, que llovía mucho en Taiwán, pensamos en quedarnos en casa y no salir a la plaza a invitar a la gente a la parroquia. Nuestra hija mayor vino y nos dijo: Si nosotros nos vamos, ¿quién va a decirles que Dios los quiere?».

De abuelos, a nietos

También dieron su testimonio Lorenzo Rubio y su esposa, María Rosa Cárdenas, un matrimonio del movimiento de Comunión y Liberación, que subió al altar con sus hijos y sus nietos: tres generaciones juntas para dar gracias a Dios «por tanto valor», expresión que, según contaron, utilizan en familia para agradecer los dones recibidos. Tras 53 años casados, 7 hijos y 16 nietos, recalcaron que la fe «es nuestro mayor tesoro», y así se lo han transmitido a su descendencia. «Lo hacemos con la ayuda del colegio, de la parroquia, de nuestro movimiento…, con mucha oración y con la ayuda fundamental de la Virgen», explicó Lorenzo. Su esposa añadió que «la experiencia de la fe, se pega con el roce», y, por eso, su casa «siempre ha estado abierta».

Otra de las claves de este matrimonio, a la hora de transmitir la fe a sus hijos, ha sido «hablar abiertamente con ellos, aunque el diálogo a veces puede ser difícil, especialmente a ciertas edades. Pero siempre procuramos que se sientan queridos, y aceptados tal como son, respetando siempre su dignidad y libertad».

Un noviazgo de tres

Tras la experiencia de los abuelos, llegaron las ganas de aprender de los novios, Ignacio Antón y Natalia Galán, de la diócesis de Alcalá de Henares. Amigos desde hace 15 años y compañeros de parroquia, estos dos jóvenes, que se casarán en septiembre, tienen claro que «Cristo y su Iglesia han hecho posible que nuestras vidas se unieran», y les han mostrado cuál es el verdadero valor: «No mirarse a uno mismo, sino mirar juntos en la misma dirección», dijo Natalia.

La pareja, que pertenece al grupo Kerygma –que evangeliza por las calles de la diócesis alcalaína– y ha creado el proyecto Catholic On para dar testimonio en la red, tiene claro que su relación «es de tres. El Señor, que está entre nosotros, nos ama, nos cuida y nos perdona, con su infinita misericordia», dijo Ignacio. «Si seguimos juntos –añadió–, no es porque seamos guapos o buenas personas, sino porque Dios es el centro de nuestra relación».

Cada hijo es un regalo

Finalmente, José Luis Pérez y María del Pilar Álamo, matrimonio de la diócesis de Getafe, congregantes marianos en Valdemoro, llegaron hasta Colón con seis de sus ocho hijos –el pequeño está en camino, y otra, de 17 años, ingresó la semana pasada en la Orden de las Hijas de María Nuestra Señora–. «Una familia como la nuestra puede parecer desproporcionada…, requiere trabajo, dedicación y no pocos sacrificios. Pero cada uno es un gran regalo para todos los demás, es un don mayor que cualquier dificultad», señaló José Luis. «Las dificultades, por muy grandes que parezcan, son efímeras. Pero los hijos permanecen y son la mayor fuente de satisfacciones y alegrías que pueden tener unos padres», añadió.

Este matrimonio reconoce que, «a veces, cuando los agobios del día son insalvables, uno está tentado de pensar que no es buen momento para tener un hijo. Pero, en ese momento, hay que entender que son almas de Dios y Él sabe elegir el momento. En nuestro caso, lo ha hecho muy bien: cuando nos regala un hijo lo acompaña de muchas otras bendiciones».