Cristianos coherentes para una sociedad mejor
Firmes en las propias convicciones y abiertos al diálogo con todos. Estas son las claves que el XVIII Congreso Católicos y Vida Pública ha ofrecido para lograr una mayor incidencia de los cristianos en la sociedad
«Reafirmamos los valores cristianos como los cimientos para edificar una sociedad mejor». Con esta convicción se clausuró el domingo en Madrid el XVIII Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación Universitaria San Pablo CEU. El manifiesto final hace un llamamiento a «la concordia» en la sociedad española, y reafirma la vocación católica a la lucha «por la dignidad de las personas y el bien común, desde una auténtica vocación de servicio a la sociedad».
Al mismo tiempo, la ACdP pide que «se protejan nuestros derechos y libertades básicas, entre las que se incluye educar cristianamente a los hijos, tanto en la familia como en los centros educativos, elegidos por los padres». Y conmina a las autoridades españolas a «que no olviden que la religión católica es mayoritaria en nuestro país». «También pedimos a las autoridades internacionales que luchen infatigablemente por proteger a los cristianos perseguidos en todo el mundo», añade el manifiesto.
Las voces de esos cristianos perseguidos estuvieron representadas por ponentes como el misionero en Irak Luis Montes, que habló el sábado de personas que «lo han perdido todo y, sin embargo, conservan sus sonrisas porque están unidas a Dios, dan su vida en lugar de renegar del sagrado nombre de Cristo». Paralelamente, en otra mesa redonda, el presidente de Cáritas, Rafael del Río, y la expresidenta de Manos Unidas Soledad Suárez, comparaban la labor de sus respectivas organizaciones con el buen samaritano que se detiene a ayudar a la persona herida sin preguntarle su origen, raza o religión. Buenos samaritanos dispuestos a trabajar codo con codo por estas personas heridas de la mano de otros, católicos o no, que quieran trabajar por la dignidad humana.
«El cristianismo ha sido siempre una fuerza luminosa y transformadora, y lo podemos ver a través de innumerables iniciativas, consecuencia de nuestras convicciones» en muy diversos ámbitos, resumía en la inauguración el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Fundación San Pablo, Carlos Romero. El nuncio del Papa en España, monseñor Renzo Fratini, añadía que «nuestra identidad no se halla en el servicio que podemos y debemos prestar», sino «en la fe». «Habitando Cristo por la fe en la mente, en el corazón de sus fieles, estos se empeñan entre los hombres por ofrecer un servicio coherente en la caridad». «Es la fe viva en Jesucristo la que, en cada momento, nos sitúa y nos da la manera verdadera de mirar la realidad, nos proporciona un juicio sobre ella a la luz de Dios y nos empuja a optar por una opción consecuente», con «el programa de las bienaventuranzas» como criterio de actuación en la vida pública.
A su lado, el obispo de Guadix y consiliario nacional de la ACdP, monseñor Ginés García Beltrán, aseguraba que el reto es «vivir un cristianismo confesante», no «de forma intimista», sino «en medio de los hombres, que no son la competencia, sino hermanos». Sin misión no hay Iglesia. «El repliegue sobre nosotros mismos, la autorreferencialidad, es el camino más seguro a la pérdida de la identidad», proseguía. Con palabras similares, Carlos Romero había advertido del peligro de «encerrarnos en nuestra intimidad personal para permanecer inmunes y protegidos a toda contaminación».
Diálogo sí, pero… ¿en toda circunstancia? La clausura del congreso corrió a cargo de Leopoldo López, padre del opositor venezolano del mismo nombre de cuya detención acaban de cumplirse los 1.000 días. En una emotiva intervención, en la que en más de una ocasión se le saltaron las lágrimas, López se definió como una «persona normal», a quien los acontecimientos han obligado a luchar por la libertad de su hijo y «los derechos fundamentales en mi país».
El encargado de presentarle fue el analista Florentino Portero, que señaló un paralelismo entre la nueva política de la Santa Sede hacia Venezuela, Colombia y Cuba, con el viraje experimentado a raíz de la Ostpolitik del secretario de Estado Casaroli en tiempos de Juan XXIII y Pablo VI. «Podemos imaginarnos la desazón, el sentimiento de humillación que muchos cristianos del mundo eslavo pudieron sufrir en aquellos momentos», dijo.
A su juicio, «no siempre es fácil saber qué es lo más sensato, dónde está el mayor coste». En Venezuela sucede además que «los cristianos están divididos» sobre la relación con el régimen chavista. «Algunos dicen: “No hay más remedio que la negociación”» para evitar, como argumenta el Vaticano, un baño de sangre. El encarcelado Leopoldo López –recordó Florentino Portero– está «al frente de un partido que sostiene: “No nos engañemos, no hay nada que hacer. Las negociaciones es tiempo que estamos regalando a la otra parte. No queda más remedio que la firmeza”».
Este orgullo se ha puesto de manifiesto en el XVIII Congreso Católicos y Vida Pública que se ha celebrado la pasada semana en Madrid, bajo el título Yo soy cristiano. Hechos y propuestas. Ya en la inauguración, el consiliario de la ACdP y obispo de Guadix, monseñor Ginés García Beltrán, dijo que «hay que estar dispuestos a bajar a la arena de la vida pública», al mismo tiempo que defendió que «es necesaria una Iglesia samaritana» y pidió «no privar» a los niños y jóvenes españoles de «conocer a Dios».
Una reunión congresual en la que se ha defendido que todas las personas deben ser tratadas con respeto, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o cualquier otra condición. Se ha propugnado la paz, la prosperidad y la concordia, la unión entre todos los pueblos y el diálogo. Por ello también se ha manifestado que «es tarea primordial luchar por la dignidad de las personas y el bien común, desde una auténtica vocación de servicio a la sociedad». Como afirma la encíclica Deus caritas est, «la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor».
Un congreso en el que se ha defendido que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Un derecho que incluye la libertad de creencia, así como la libertad para manifestarla, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, y por eso se ha pedido que se protejan nuestros derechos y libertades básicas, entre las que se incluye educar cristianamente a los hijos, tanto en la familia como en los centros educativos elegidos por los padres.
Hubo también un coloquio muy interesante presidido por un espíritu ecuménico. El representante de la Iglesia evangélica, miembro de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España y ex director general de Banco Santander, Joan David Grima, apeló al Año de la Misericordia para destacar la importancia que el «amor al prójimo» debe tener entre todos los que se reconocen cristianos. Eric Halverson, representante de la Iglesia ortodoxa, manifestó que «se puede dar un paso más en la colaboración», mientras que el director de PPC, Pedro Miguel García, destacó que el mundo de hoy necesita personas que hablen de Dios, un cristianismo experiencial: «No pongamos excusas. Tenemos una misión que cumplir como cristianos», la de «suscitar la experiencia cristiana explícita».
En el manifiesto que cerró los trabajos se ha recortado que «no se puede entender a España, y a Europa, sin el cristianismo», porque las raíces culturales cristianas, unidas a la tradición grecorromana, han impregnado nuestras formas de pensamiento y organización social, creando un generoso espacio de libertad y prosperidad. Por eso, intentan llegar todos los días, cruzando nuestras fronteras, personas de otras razas y religiones, buscando la libertad, la seguridad y el bienestar que no encuentran en sus propios países.
En el congreso se ha afirmado que los espacios de pensamiento, como las universidades y otros centros de investigación y enseñanza, están llamados a buscar la verdad. Muy especialmente, las universidades cristianas tienen, si cabe, mayor responsabilidad en su labor de difundir el mensaje del Evangelio, formando jóvenes comprometidos con la sociedad, con la libertad y con el amor.
Este XVIII Congreso Católicos y Vida Pública ha tratado de forma amplia cómo los cristianos podemos y debemos afirmar nuestra fe a través de hechos y propuestas. Se ha abordado nuestro papel ante la crisis económica, social y política, nuestra vocación al compromiso de la Iglesia así como la labor cristiana de la universidad y la presencia de la religión en los medios de comunicación y en la cultura. En definitiva, hemos entrado a fondo en lo que implica ser cristiano en la vida pública. Orgullosos de ser cristianos, como nos demostró con emoción Leopoldo López con su testimonio.
Rafael Ortega
Director del Congreso Católicos y Vida Pública