La vida es una prisión gigante donde ingresamos nada más nacer. Vivimos presos de nuestras pasiones, de nuestros anhelos, de nuestra culpa, de nuestra falta de valentía para afrontar la verdad. Llenamos nuestras vidas de objetos, de excusas, de palabras. Somos incapaces de mirarnos de frente y en silencio, y nos ocultamos detrás de verbos y determinantes y sustantivos, como queriendo así olvidar que somos frágiles, que estamos solos, y que un día vamos a morir.
Una prisión gigante… así define la vida José Pascual Abellán, a través de uno de los personajes de Versus.
En el escenario del Teatro del Arte, rodeado en sus cuatro costados por los espectadores, sólo hay dos mujeres, dos sillas, dos interfonos y un cristal que separa dos mundos: el de la cárcel y el de la libertad… o quizás no. O quizás la cárcel se extienda más allá del cristal, más allá del escenario, más allá del teatro. O quizás la celda no es un espacio físico («la libertad y la cárcel están dentro de nosotros»).
Dos actrices que no se tocan, que hablan sin parar por el interfono siguiendo el estricto régimen de visitas de una cárcel, por un interfono que permite escuchar el susurro, la respiración, o el desgarrado grito de desesperación. Dos actrices, Raquel Saiz y Giovanna Torres (Camila y Claudia) que se vacían en el escenario. Impresionante, por la exigencia de su personaje, el trabajo de Giovanna Torres. Desde el primer segundo de la representación, encarna su papel con un nivel de tensión, de verdad, de entrega, que hace que su sola actuación justifique con creces el precio de la entrada. No se la pueden perder.
Claudia ha matado a su marido y está en prisión preventiva. Camila, su hermana mayor, habla con ella. Quiere ayudarla, hacerle ver lo hermoso de la vida incluso en su situación. Pero Claudia necesita verdad, necesita contar la verdad, contarse la verdad, enfrentarse a ella… y Camila no soporta asomarse a esa sima, presa del vértigo de la realidad. «No he querido saber, pero he sabido», con esas palabras comienza Javier Marías su novela Corazón tan blanco, porque saber nos obliga, nos enfrenta con nuestra responsabilidad. Una hermana necesita contar, otra hermana no quiere escuchar. Pero la quiere ayudar, dispuesta a salvarla, dispuesta a todo por ella… pero ella sólo necesita verdad y la cárcel de la mentira será peor que los barrotes. Y la generosidad de una se puede convertir en prisión para otra («yo estaré presa de ti el resto de mi vida»).
La verdad y la mentira, la culpa y el deseo, la nostalgia del tiempo feliz, la justicia y la desesperanza. Y el miedo, el miedo que atenaza y que nos destruye. («Me da miedo la vida»). Y con el telón de fondo de un «mundo en crisis de valores de humanidad», de un mundo injusto que raramente se acerca a las personas más allá de sus máscaras. Todo ello en un escenario casi vacío, arropado por la magnífica música de Victor Mimbrero y la dirección del autor, José Pascual, que continúa con este Versus por la exitosa senda de Ceniza y Locas.
Merece la pena acercarse al Teatro del Arte y realizar el ejercicio de mirarnos a nosotros mismos en el espejo de las dos protagonistas de la obra. De sumergirnos en la densidad de las emociones que nos ofrecen dos mujeres sentadas, cara a cara, durante toda la representación. De intentar, en suma, asomarnos a nuestra propia verdad. Porque sólo a partir de la verdad podemos salvarnos en un mundo que parece que amenazara con hundirse bajo nuestros pies. Y sólo así podremos recobrar la verdadera libertad. Pese a todo. Aunque como Claudia, como Camila, o como Miguel Hernández en aquellos hermosos verso nos preguntemos a veces: ¿Qué hice para que pusieran a mi vida tanta cárcel?
★★★★☆
Calle San Cosme y San Damián, 3
Callao, Tribunal
OBRA FINALIZADA