Si alguien tira una piedra, rompe el cristal de una ventana de un edificio y nadie lo repara se transmite una idea de deterioro, de desinterés y de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada…, y pronto estarán rotos todos los demás. De igual manera, si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se generará la corrupción en todos los ámbitos. Si se cometen esas pequeñas faltas, y las mismas no son corregidas o reprendidas —a veces, son, incluso, alentadas—, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y, luego, delitos cada vez más graves.
La teoría de las ventanas rotas, experimentada científicamente en Estados Unidos en 1969, ha demostrado que, si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente, y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente y ocupados por los delincuentes. En fin, la teoría de las ventanas rotas ha sido considerada por muchos gobernantes, a partir de los años 80, que han visto cómo reaccionando adecuadamente y a tiempo (tolerancia cero con la transgresión al orden, al respeto y a la honestidad), la comunidad vive mejor en todos los sentidos y se evita el crecimiento de muchos males sociales, del que la crisis económica es una de sus consecuencias.
En España, es verdad, aunque no lo es todo, que el Estado de las Autonomías, tal y como está configurado, es insostenible. Pero el verdadero germen de la crisis económica está en la falta de honestidad, integridad y responsabilidad de unos cuantos políticos, autoridades y funcionarios, que se han creído que favorecer a los amigos y enriquecerse, servirse o usar lo público como algo propio es fácil y de mucha rentabilidad. Y todo esto está propiciado por el clima —ahí está el problema de verdad— de relativismo moral que se ha transmitido a la sociedad (penoso sistema educativo, legislación atentatoria a los derechos fundamentales, mensajes de los políticos inmorales y desconsiderados con el bien común, etc.). En España, se han ido rompiendo muchas ventanas y, por no repararlas, los edificios se han ido derrumbando.
Si de verdad queremos mantener los edificios levantados y una sociedad limpia, hay que atajar el problema desde el origen. Por muchos recortes y rescates, por mucha buena voluntad y ley de transparencia que se haga, esto no hay quien lo arregle si no se ataja desde el origen. Es preciso acabar con el relativismo, legislar por el bien común y con especial atención a los más desfavorecidos, defender la dignidad del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural, hacer transparente la toma de las decisiones que afectan a la ciudadanía, conocer el manejo de los fondos públicos y los criterios de la política de subvenciones, responsabilizar a los que incumplen o atentan… Todo esto contribuirá, desde luego, a la eficiencia y eficacia del Estado y, en suma, al crecimiento económico que ataje o ponga fin a esta larga crisis.
Santiago Milans del Bosch