Un tren hacia la paz - Alfa y Omega

A diferencia de aquella vieja locomotora que llevó a Juan Pablo II (los tiempos han cambiado), el tren que conducirá a Benedicto XVI a Asís será un tren de alta velocidad. Joseph Ratzinger volverá a Asís, veinticinco años después del Encuentro interreligioso de oración por la paz convocado por Karol Wojtyla. En 1986, la reunión recibió diversas críticas: «¿No se abre así el camino al indiferentismo y al relativismo religioso?», era la pregunta de algunos. ¿Y hoy? ¿Por qué vuelve Benedicto XVI? ¿Por qué volvía a tomar ese tren?

Un tren hacia la paz, de eso se trataba, había dicho Juan Pablo II. El historiador Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, afirmaba: «Asís es un evento simbólico, que sin embargo dio lugar a interpretaciones equivocadas y aclaradas con la declaración Dominus Iesus, del 2000. Y en el 2002 fue el cardenal Ratzinger quien acompañó al Papa [Juan Pablo II] a la ciudad de san Francisco. El 20 de abril de 2005, al día siguiente de la elección, Benedicto XVI pidió un diálogo abierto y sincero con las otras culturas y religiones». Van, pues, a lo mismo.

Los encuentros en Asís tienen su historia. «En 1986, el mundo estaba bajo la amenaza de una guerra nuclear. El Papa Wojtyla quiso mostrar que las religiones son factores de paz, no de división y de odio. Y rezó por la paz. En enero de 2002, cuatro meses después de los atentados americanos [del 11 de septiembre], convocó otra reunión para demostrar que el nombre sagrado de Dios no puede ser instrumentalizado para justificar odio y violencia. Ahora, su sucesor, el gran Papa-teólogo, va a repetir el mismo gesto, y nos indica la necesidad de rezar más por la paz en un mundo donde aumenta la violencia en general, y la violencia contra los cristianos en particular».

Es posible que, sobre todo en 1986, se dieran gestos que llevaron a ciertos equívocos, pero desde entonces ha llovido mucho: entre otras cosas, el llamado pluralismo religioso (más relativista que pluralista) y la Declaración Dominus Iesus, que toma su título de la exhultante y decidida afirmación de san Pablo: «¡Jesús es el Señor!» (Flp 5, 21), el Hijo de Dios y, por tanto, el Salvador. Todos nos salvamos en Cristo, también un musulmán, un budista o un testigo de Jehová. Frente a los posibles miedos por un posible relativismo religioso, tal vez sea una ocasión de confiar una vez más en el Papa-teólogo. «Sería mejor de todos modos -presagiaba un corresponsal francés- prestar atención a la cosecha de Asís 2011. Un vino de este tipo, refinado por la maduración del tiempo puede sorprender».

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