Un sacerdote bielorruso denuncia desde la cárcel que fue condenado por espionaje - Alfa y Omega

Un sacerdote bielorruso denuncia desde la cárcel que fue condenado por espionaje

Henrik Okolotovich no recibe atención médica para sus enfermedades ni se le permite celebrar Misa. Ningún testigo pudo hablar en su contra en el juicio

María Martínez López
El padre Okolotovich
El padre Okolotovich. Foto: Katolik.life.

Un sacerdote católico de Bielorrusia, condenado a finales de 2024 a once años de cárcel por «alta traición», denuncia en una carta publicada este martes que fue acusado por las autoridades del país de espiar a favor del Vaticano y Polonia. El hecho de que se cite en el juicio al Ministerio de Defensa y que el sacerdote sea párroco de Volozhin, donde hay desplegada una unidad militar, hace pensar que pudieran haberlo acusado de comunicar información sobre sus actividades.

Según el sacerdote, citado por el portal katolik.life, en su caso no hay «ni un solo hecho» que lo incrimine de espionaje. Toda la acusación, se basa en «mentiras, amenazas y chantajes», asegura Henrik Okolotovich en la misiva. También denuncia que una carta en polaco que figura en su expediente está mal traducida. Por ello, asegura que su condena equivale a la condena de toda la Iglesia católica en Bielorrusia.

El sacerdote subraya que de decenas de testigos convocados por la acusación ninguno pudo testificar en su contra. Okolotovich, que pronto cumplirá 65 años, es un conocido religioso en Bielorrusia, que desde hace varias décadas participa en actividades para resucitar la labor de la Iglesia católica en zonas rurales.

Los detalles de su detención no habían salido a la luz hasta ahora. El juicio contra el cura se llevó a cabo a puerta cerrada. Los defensores de derechos bielorrusos lo declararon preso político.

En su carta, Okolotovich cita unas palabras del cardenal Kazimir Svyontko, que estuvo preso en un centro de detención prejudicial del KGB: «Los sacerdotes somos perseguidos para callar nuestras bocas de forma que la Iglesia no diga la verdad».

También relata que no recibe atención médica a pesar de tener problemas cardiacos e hipertensión. Tampoco tiene la oportunidad de celebrar Misa y que ni siquiera se le permite ir a la capilla del centro penitenciario porque «no es para él» y está siempre cerrada. En la prisión «no conocen a Cristo ni la Biblia».