La fraternidad es el marco del diálogo interreligioso - Alfa y Omega

Desde el inicio de su pontificado, el magisterio y la labor pastoral del papa Francisco han estado caracterizados por una comprensión de la misión evangelizadora de la Iglesia bajo el prisma de una renovada y constante inculturación universal de la fe. Con sus luces y sus sombras, sus logros y sus contradicciones, la polifacética idiosincrasia cultural globalizada, que caracteriza a las sociedades contemporáneas, ha constituido el referente ineludible del ministerio del papa Francisco.

Desde ese horizonte de una cultura del encuentro, y desde su visión de una Iglesia inspiradora de diálogo, encuentro, respeto y fraternidad, es desde donde puede comprenderse adecuadamente el sentido del diálogo interreligioso para el papa Francisco. La interreligiosidad en el ejercicio de su ministerio no ha constituido ningún tipo de propuesta de teología de las religiones, sino una senda que mostrara esa comprensión suya de la Iglesia y, al mismo tiempo, que fuera fructífera para la evangelización.

El papa Francisco ha instado a los cristianos a superar prejuicios históricos y a ver en las otras religiones caminos diferentes con los que es posible dialogar en la búsqueda de la paz y el bien común. En este sentido, su visión del diálogo interreligioso se enmarca en la idea de una fraternidad universal, como respuesta a los grandes desafíos contemporáneos, tales como la crisis medioambiental, las desigualdades sociales y las guerras. Sólo la acogida de la multiplicidad de las expresiones culturales y religiosas podía promover una auténtica apreciación intercultural a través, siempre, de una comunicación creativa. En ese contexto, el diálogo interreligioso de su pontificado ha consistido, sobre todo, en reconocer y acoger las características positivas de las otras tradiciones para, en conjunción con la singularidad cristiana, ponerlas al servicio de toda la humanidad. Así, el pluralismo religioso ha sido considerado como una interpelación y una oportunidad providenciales para cumplir la misión evangelizadora de la Iglesia, a través del testimonio y la caridad, promoviendo un verdadero y fructífero diálogo, siempre, a partir de la conciencia de la identidad de la propia fe, sin homologaciones ni relativismos estériles. Sólo desde la honestidad y la compleción de la propia identidad puede construirse un auténtico diálogo. En su ministerio, el papa Francisco evidenció la convicción de que sólo bajo el principio de la relación en reciprocidad es posible desarrollar una comprensión fidedigna del otro, y una interpretación que no vulnere su legítima identidad constituyente. Considerar lo diferente en sí mismo sin pretender encontrarse con ello no es lo mismo que conocer lo diferente desde la actitud de salida hacia ello, desde el esfuerzo de posibilitar vías de comunicación y entendimiento. Pretender conocer lo otro desde dentro supera con creces la aproximación foránea a lo extraño, porque el encuentro terminará provocando una relación, mientras que la mirada meramente externa siempre permanecerá extraña, por desconocida. Esta forma de ministerio presupone una apertura para el otro y para lo otro, así como la capacidad de salir al encuentro del otro sin miedo, en la confianza de que Dios también puede ser descubierto en otros contextos, culturas y religiones.

En definitiva, el diálogo interreligioso en el pontificado del papa Francisco han constituido meta y camino, no solo por su capacidad de tender puentes entre credos y culturas, sino porque encarna el espíritu de una Iglesia en salida, llamada a testimoniar la alegría del Evangelio en un mundo herido por la fragmentación y la indiferencia. Lejos de ser un mero intercambio diplomático, este diálogo se ha convertido en un instrumento de encuentro y reconciliación, que recuerda la centralidad del otro y su dignidad irrenunciable. En tiempos marcados por el riesgo de la destrucción mutua y el olvido del prójimo, la apuesta del papa Francisco por una evangelización dialógica y acogedora no solo revitalizó la misión eclesial, sino que ofreció al mundo un testimonio concreto de esperanza, fraternidad y paz.