«Una intervención exterior no ayudará» en la crisis de Bielorrusia

«Una intervención exterior no ayudará» en la crisis bielorrusa

No es fácil la misión de Aleh Butkevich, nuevo presidente de los obispos en Bielorrusia. El país sigue inmerso en la crisis sociopolítica del pasado verano

María Martínez López
Lukashenko se reunió con Putin el 22 de abril en Moscú. Este le prometió 1.250 millones de euros y petróleo. Foto: Reuters / Sputnik / Mikhail Klimentyev / Kremlin

La celebración del 30º aniversario de la restauración de la Iglesia católica en Bielorrusia tiene un tono agridulce. «Lo vemos como una confirmación de las profecías de Fátima sobre la conversión de los países postcomunistas», lograda también gracias a «los sacrificios y la intercesión de muchos mártires». Sin embargo, «el proceso no se puede considerar completo». Tanto la Iglesia como la sociedad se enfrentan a nuevos desafíos; entre ellos, «las cuestiones sociopolíticas». Habla a Alfa y Omega Aleh Butkevich, elegido en abril nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Bielorrusa en sustitución de Tadeusz Kondrusiewicz.

Alude a la crisis desencadenada el pasado verano por la reelección del presidente desde 1994, Alexander Lukashenko, puesta en duda por la oposición y la comunidad internacional, y que despertó una oleada de manifestaciones duramente reprimidas. La represión continúa. Según organizaciones proderechos humanos locales, a finales de marzo había más de 300 presos políticos, y unas mil personas tenían causas penales abiertas por participar en las manifestaciones. Ese mismo mes, el Gobierno acusó a la líder de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, y a otros activistas de tener vínculos con el terrorismo y pidió su extradición desde Lituania, donde está exiliada. El país báltico se negó. También se está actuando contra periodistas y medios de comunicación.

Butkevich afronta el encargo sobre todo con el objetivo de «mantener la unidad» en el seno de la Iglesia y «promoverla en la sociedad» de Bielorrusia. No es tarea fácil. Su predecesor fue obligado a permanecer cuatro meses fuera del país por su apoyo a los manifestantes y sus denuncias de la violencia gubernamental. El Vaticano medió para lograr su regreso al país, pero poco después el Papa Francisco aceptó su renuncia por edad. Desde entonces, la Iglesia mantiene un perfil más bajo.

Agentes extranjeros

«Es mejor en este momento evitar las declaraciones duras si la Iglesia quiere continuar su labor pastoral y social», explica Angelika Schmähling, experta en este país de Renovabis, una entidad de la Conferencia Episcopal Alemana para ayudar a los países de Europa central y oriental. «Es muy fácil», apunta, «bloquear a una organización solo con medidas administrativas, y ha habido amenazas abiertas contra las organizaciones “controladas desde el extranjero”». Palabras que pueden interpretarse como una alusión a los numerosos sacerdotes polacos del país.

Butkevich reconoce que en estos meses «probablemente hay un control más intensivo de la actividad de la Iglesia por parte de las autoridades». Cita, por ejemplo, cómo «ha habido demandas administrativas contra el clero, también en la diócesis de Vitebsk», de la que es obispo. El apartado sobre Bielorrusia del informe Libertad religiosa en el mundo 2021, de Ayuda a la Iglesia Necesitada, recoge cómo en septiembre las autoridades retiraron a uno de sus sacerdotes, polaco, el permiso para ejercer su labor. En diciembre, en otras partes del país, un jesuita y un sacerdote grecocatólico fueron detenidos y puestos en arresto domiciliario.

La Iglesia sigue trabajando

Con todo, el silencio no es total. Tras su renuncia y al haber dejado de estar en el candelero, Kondrusiewicz «sigue muy activo», subraya Schmähling. Visita iglesias, preside celebraciones «y sigue hablando de forma bastante abierta, dentro de lo posible y aconsejable». El mensaje que quieren lanzar los obispos es, en palabras de su presidente, que «la Iglesia no es una fuerza política y no pretende cambiar un Gobierno por otro», ni «puede permitirse tomar postura por una fuerza política». Pero, al mismo tiempo, «nunca podrá aceptar la injusticia y la violencia».

Bielorrusia
Religión:

48,3 % ortodoxos; 41,1 % no creyentes y 7,1 % católicos

Represión:

1.000 opositores se enfrentan a causas penales

Subraya por otro lado que «la actividad de la Iglesia no se ha reducido». En primer lugar, «continúa la oración para que se superen las dificultades»; uno de los medios más «efectivos» para que ocurra. Además, se sigue ofreciendo «la asistencia necesaria, en la medida de lo posible», a todas las personas necesitadas. «Incluidos los presos», admite, sin especificar si se refiere a los políticos.

En los primeros días de las protestas, religiosas y sacerdotes llevaban abiertamente comida y ropa a los cientos de detenidos. Si la labor continúa, matiza Schmähling, ahora «solo pueden hacerlo en secreto». Para la experta alemana en Bielorrusia, además, la Iglesia «aún puede jugar su papel de educar a la gente sobre la base de su doctrina social», y dando un mensaje de buscar la justicia «y también el perdón».

Diálogo y escucha

Aunque afirma que no es competencia suya sugerir soluciones concretas a la crisis, el presidente de la conferencia episcopal afirma genéricamente que «ningún malentendido en las relaciones interpersonales puede superarse pacíficamente sin diálogo y un deseo de escuchar al oponente». Y, más en concreto, advierte de que «una intervención exterior, especialmente militar, no ayudará». Tampoco «la pérdida de soberanía».

El 22 de abril, el presidente Lukashenko se reunió con su homólogo ruso en Moscú; una de varias visitas en los últimos meses. Vladimir Putin le prometió préstamos por valor de 1.250 millones de euros y suministro de petróleo y gas para todo este año. Una oferta difícil de rechazar en un país también inmerso en una importante crisis económica. Y se volvió a hablar de fortalecer la Unión Ruso-Bielorrusa, creada en 1997 pero que nunca llegó a concretarse.

La compleja relación con Rusia

«La relación entre Bielorrusia y Rusia es muy cambiante», explica Schmähling. Durante la campaña electoral «se arrestó a un grupo de mercenarios rusos y se les acusó de querer desestabilizar el país», lo que hizo que Lukashenko pudiera presentarse como defensor de su independencia. Pero como consecuencia de las protestas «ha vuelto a buscar su amistad», y a acusar a Occidente de ser la verdadera amenaza. La detención a mediados de abril de dos bielorrusos en Moscú, acusados de preparar un golpe de Estado en su país, está sirviendo a este propósito.

La representante de Renovabis reconoce no tener claro si estrechar lazos mediante la Unión «es algo que interesa a los dos y, si no, por qué la sacan a relucir de vez en cuando». Sí tiene claro que, «a medio y largo plazo, el país necesita cambios sustanciales en la sociedad». Entre ellos el «establecimiento de la sociedad civil, la reforma del sistema educativo y la abolición de las estructuras y mentalidad soviéticas que aún persisten», subraya.

De momento, para afrontar la crisis actual, Renovabis colabora de diversas formas con Cáritas. «También ayudamos a la Iglesia a mejorar su infraestructura pastoral», a formar a los catequistas y a desarrollar medios de comunicación. Pero el presidente de los obispos es consciente de que la Iglesia tiene por delante el reto de lograr sostenerse de forma independiente, reduciendo la asistencia exterior que durante estas décadas hizo posible que volviera a ponerse en pie.