Un padre y un hermano
En el año 2002, tras cinco años en Orense, Juan Pablo II nombraba a monseñor Carlos Osoro arzobispo de Oviedo. La Iglesia en Asturias se enfrentaba a un gran cambio: durante 33 años, había estado conducida por una misma persona, monseñor Gabino Díaz Merchán, un período de tiempo inusual, y que había marcado profundamente la idiosincrasia de la diócesis. Don Carlos Osoro permaneció en Asturias durante siete años. Durante ese tiempo, pudo conocer, con su estilo extrovertido, instituciones, religiosos, laicos, en los que dejó una gran huella, por su carácter abierto y cariñoso, por su dedicación y capacidad de trabajo. Su gran preocupación fue siempre el Seminario, que durante esos años comenzó un repunte en sus vocaciones, que hoy continúa, y entre sus máximos logros se encontró la organización de un Sínodo que ayudara a la Iglesia asturiana a plantearse sus prioridades pastorales y evangelizadoras. Aunque no pudo finalizarlo, al ser nombrado arzobispo de Valencia en enero de 2009, ese Sínodo se llevó a su fin con monseñor Jesús Sanz al frente de la diócesis, y su fruto fue el Plan Pastoral diocesano, una hoja de ruta para los próximos cinco años.
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«Acudía a la Santina cuando tenía algún asunto importante ente manos»
Probablemente, entre los muchos y gratos recuerdos dejados por don Carlos Osoro como arzobispo de Oviedo, los relacionados con el santuario de Covadonga sean los que popularmente más han calado entre los asturianos. Su devoción a la Santina, recibida de su familia, como él mismo contaba, le llevaba a acudir a menudo al santuario. Y los peregrinos, especialmente si eran asturianos, siempre se sentían gratamente sorprendidos cuando lo encontraban orando en la santa Cueva. Cosa que solía hacer, aunque fuese brevemente, siempre que visitaba las parroquias del Oriente de Asturias, con motivo de pasar de viaje, o incluso, en ocasiones, desplazándose expresamente desde Oviedo. Particularmente, si tenía entre manos algún asunto pastoral importante, o que le preocupase, como a veces confidenciaba. Obviamente, estas manifestaciones de devoción mariana y su contacto tan directo con los feligreses de las parroquias durante los días de la Novena a la Santina, saludándolos y despidiéndolos en los autobuses, despertaba mucha simpatía y popularidad entre los fieles.
Por otra parte, conectó fuertemente con las gentes de Asturias, al manifestarse en plena sintonía con una larga tradición pastoral que asigna a Covadonga un papel muy singular en la vida eclesial diocesana. Revelándose siempre muy consciente de la misión espiritual que, desde sus orígenes, desempeña Covadonga, también a nivel nacional. Y de la importancia que, tras la visita de san Juan Pablo II, ha adquirido como santuario mariano de referencia fuera de Asturias, con sus consiguientes retos pastorales. Por lo que tantas jornadas, reuniones y encuentros eclesiales, celebrados periódicamente en Covadonga, y algunos eventos diocesanos como el Año Santo de la Cruz, o la Consagración de Asturias a la Virgen, le suscitaron asimismo amplia simpatía popular.
Personalmente, me atrevo a pensar que también Covadonga dejó honda huella en el corazón de pastor de don Carlos Osoro, fruto del interés pastoral que puso en el santuario y la intensidad espiritual con las que vivía aquellas visitas suyas a la Santina.
Juan José Tuñón Escalada
Abad de Covadonga
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«Me impresionó su capacidad de trabajo»
La llegada de don Carlos al Arzobispado de Oviedo supuso un gran reto para toda la Iglesia asturiana, no exento de mucho trabajo y esfuerzo. Desde mi presencia en el Consejo de Asuntos Económicos del Arzobispado de Oviedo, tuve la oportunidad de trabajar cerca de don Carlos; siempre escuchaba nuestras opiniones, consejos y propuestas, buscando decisiones a largo plazo y lo mejor para la Iglesia asturiana en su conjunto. Todavía recuerdo su especial interés en dos aspectos muy concretos; el primero era todo lo relacionado con las nuevas vocaciones y el cuidado del Seminario. El Real Sitio de Covadonga, como motor de la fe cristiana, era su segunda preocupación, con su santuario, que forma parte del Parque Nacional de los Picos de Europa y donde tuvimos la oportunidad de ver al Papa Juan Pablo II, hace ahora 25 años, caminando y disfrutando del magnífico paisaje de ese parque nacional.
Otro aspecto que me impresionó fue la capacidad de trabajo de don Carlos Osoro. Todos los correos eran contestados en el día, fuese la hora que fuese. Siempre tuvo una habilidad especial para potenciar y contar con los equipos; como muestra, todos los sacerdotes del Principado tenían su teléfono móvil para poder contactarle directamente. Su capacidad de diálogo y comunicación, hablando claro para que todos pudiésemos entender sus mensajes, evitando buscar polémicas o conflictos, así como su humildad y modestia, nos sirvieron a muchos como ejemplo.
Jacobo Cosmen
Empresario
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«Conoce a cada oveja por su nombre»
El 23 de febrero de 2002, tomó posesión de la archidiócesis de Oviedo don Carlos Osoro Sierra. Tuve ocasión de conocerlo muy pronto. A lo largo de sus siete años entre nosotros, celebramos, rezamos y trabajamos juntos, compartimos reuniones y un mismo celo por la razón de existir de la Iglesia, la evangelización. En estos años, le vi gastarse y desgastarse por la diócesis, sufrir, alegrarse, enseñar, escuchar, empeñarse en la defensa de la vida y de la familia.
Pastor de todos y de cada uno, puso su empeño en conocer a cada oveja por su nombre, tratando de llegar a cuantas más personas posibles y a cada realidad eclesial concreta sin diluir su ministerio en una masa anónima. Así lo hemos conocido y sentido en nuestra familia, como un pastor cercano, un padre y un hermano. Así ha sido también con el Camino Neocatecumenal en nuestra diócesis. Al menos una vez al año, se encontraba con todas las comunidades apoyando el Camino frente a las dificultades que podían surgir, animando a los hermanos a perseverar y exhortando a los presbíteros a valorar, acoger y ayudar esta obra para la nueva evangelización, como era el deseo de san Juan Pablo II.
Daniel Turiel Díaz
Padre de familia y miembro del Camino Neocatecumenal
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«Rejuvenecía con los seminaristas»
Cuando don Carlos llegó a la diócesis, enseguida dejó ver que el Seminario y las vocaciones sacerdotales era una tarea prioritaria para él. Fui nombrado por él Rector del Seminario, labor que desempeñé durante nueve años. Recuerdo con admiración y especial agradecimiento el interés que ponía en acudir los domingos al Seminario para presidir la oración de Completas, la mayoría de las veces después de una ajetreada jornada. Disfrutaba de ese momento; parecía que rejuvenecía y se le pasaba el cansancio. No tenía prisa cuando estaba con los seminaristas y los formadores.
En su labor como pastor, vivía entregado e inquieto por llegar al mayor número de personas. Con decisión convocó un Sínodo diocesano, en el que trabajé como secretario del mismo, y don Carlos consiguió movilizar en su participación a muchos cristianos de las parroquias. Era fácil el diálogo con él. Rezumaba acogida y cercanía.
Jaime Díaz Pieiga
Canciller Secretario del Arzobispado
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«Cuente con nuestras oraciones»
Las Monjas Agustinas Recoletas de Oviedo subrayamos los lazos profundos que nos unen en Cristo y manifestamos nuestra sincera y eterna gratitud por cuanto nos ha regalado el Señor por su medio. Ante la nueva encomienda que la Iglesia le confía, tenemos la seguridad de que, ayudado por el Señor y su gracia, sabrá realizarla con generosidad y amor. Como dice san Agustín: «Por esto, cuando ellos apacientan es el Señor quien apacienta. Porque la voz y la caridad de los pastores son la voz y caridad del mismo Señor» (Sermón 46, 13, 30). San Agustín, de su larga experiencia como obispo de Hipona, nos recuerda que la labor episcopal y pastoral es un oficio de amor, es un servicio de caridad, en donde lo esencial es el anuncio de Cristo, sus misterios y sus sacramentos.
Cuente con nuestras sinceras y cotidianas oraciones por usted, su grey y la nueva encomienda pastoral que el Señor ha puesto en sus manos.
Religiosas Agustinas Recoletas de Oviedo
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«Un alma enamorada del Señor»
En la primera audiencia que me concedió don Carlos, ya palpé su sencillez, su acogida, el interés con que me escuchaba. En aquella ocasión, era para darle cuenta de la subida anual al Monumento del Sagrado Corazón de Jesús en el Monte Naranco de Oviedo, saber si le parecía bien y, en caso afirmativo, pedirle que presidiera él la Misa. Siendo como es, un alma enamorada del Señor, le encantó la idea y nos animó a continuar, acudiendo todos los años a celebrar la Santa Misa con los padres jesuitas (promotores del Monumento) y otros sacerdotes, animándonos con su fervorosa palabra y con su ejemplo a tener al Sagrado Corazón por guía y norte de nuestra vida, consagrándonos a Él para ser testigos fieles de su amor en el mundo.
Otra gran aportación de don Carlos Osoro fue la instauración de la Adoración Perpetua al Santísimo en Oviedo, con los beneficios espirituales que conlleva para tantos que nos acercamos a pasar con el Señor una hora semanal día y noche. ¡Qué gran honor y consuelo que el Señor nos reciba en su presencia!
Patente fue su amor por la Virgen, y cómo procuraba inculcarlo. Hizo una campaña con los jóvenes a los que tanto quiso y atendió, para que, en ninguna casa de Asturias, faltara una imagen de la Virgen de Covadonga, nuestra Patrona, y fue la juventud la encargada de repartirla por todo el Principado. Por boca de un seminarista, alumno mío, sé de su dedicación al Seminario, al que acudía semanalmente como buen padre, a interesarse por todos y cada uno de los seminaristas.
Y sé, por experiencia propia, de su amor por los ancianos y enfermos. En cuanto supo de mi hermana enferma de 91 años, honró nuestra casa con su visita entrañable. Trabajador infatigable, hombre de Dios y, por eso, de los hermanos, no es de extrañar que en Valencia estén tristes por su marcha, como lo estuvimos en Asturias cuando se nos fue.
Damos la enhorabuena a los madrileños porque tienen la suerte de acogerle, y pido de corazón al Señor y a la Virgen le sigan protegiendo e iluminando como hasta ahora.
Purita de la Riva
Pianista y profesora de música jubilada