«Un cardenal por su sangre»
Un cardenalato para el obispo beato Óscar Romero, reconocimiento a la Iglesia mártir de Centroamérica. Monseñor Gregorio Rosa Chávez no sale de su asombro. Todavía se pregunta por qué el Papa decidió elegirlo como purpurado. Justo a él, tan solo un obispo auxiliar. Espera confiado que Francisco responda a ese interrogante, tarde o temprano. Mientras tanto, solo tiene una seguridad: el birrete colorado lo recibirá, pero no será para él. Sabe que se trata de un reconocimiento para aquel obispo de los pobres, asesinado en 1980 y cuya memoria fue víctima de una lucha ideológica mundial que se coló dentro de la Iglesia, en plena Guerra Fría
Su nombre sorprendió a propios y extraños el 21 de mayo, cuando el Pontífice anunció la celebración de un Consistorio cardenalicio para el miércoles 28 de junio. Nadie esperaba nuevos cardenales. Son todavía relativamente pocos los espacios libres entre los purpurados menores de 80 años como para justificar la designación de otros nuevos. Pero Jorge Mario Bergoglio es el Papa de las sorpresas. Por eso quiso crear apenas cinco cardenales, todos electores, en una ceremonia fuera de toda previsión.
«Fue una sorpresa total porque no tenía ninguna señal previa que me indicara que esto podría pasar, y aún sigo sorprendido. Me enteré a las cinco de la mañana (en Roma era la una de la tarde), cuando una religiosa me llamó para darme la noticia. Yo creí que era una broma. Me explicó que no, que era algo totalmente confirmado. Entonces me quedé con un largo silencio, desconcertado, abrumado», explica monseñor Gregorio Rosa Chávez en entrevista con Alfa y Omega.
Su designación es doblemente inédita: es el primer cardenal de El Salvador y el primer cardenal en la historia que no es obispo titular o arzobispo, sino obispo auxiliar. Con un ingrediente más: cuando reciba el birrete cardenalicio, su superior eclesiástico, el arzobispo de San Salvador, no será purpurado y él sí. «A mí me sorprende, porque eso quiere decir que nunca se habría podido pensar en esto que pasó. Solo en la mente del Papa pueden pasar cosas como estas», añade.
Para Rosa Chávez, todo se debe a Óscar Arnulfo Romero. Recuerda que, el día del anuncio de su cardenalato, tenía previstas dos Misas: una donde el obispo fue asesinado justamente mientras celebraba la Eucaristía, el 24 de marzo de 1980. La otra, donde se encuentran sepultados sus restos.
«Desde entonces pienso que esto es un homenaje a él y lo voy a recibir en su nombre. Él mereció esto, Dios se lo dio antes cuando le dio la púrpura de su sangre martirial, así que estoy con mucha paz porque todos relacionan esto con Romero. Eso me da a mí mucha paz, y también mucha tranquilidad», añade.
Reconoció que su primer pensamiento, cuando se enteró de la noticia, fue que no merecía tal gracia y responsabilidad. Y después se preguntó: «¿Por qué lo ha hecho el Papa?». El mismo interrogante que pasó por la mente de muchos, en Roma y en otras latitudes. ¿Por qué forzar una situación inédita, y hasta incómoda eclesiásticamente hablando, dándole la púrpura a un auxiliar? «Aún no tengo la respuesta objetiva a eso. He oído muchas cosas de la gente al respecto. Sé que Romero está detrás de esto, pero el cómo y el porqué ya me lo dirá el Papa, no quiero yo adelantarme», abunda.
Desde hace años una idea persigue a Gregorio Rosa Chávez. En una de sus cartas pastorales, el célebre cardenal italiano Carlo María Martini se refirió a los cardenales que influyeron en su vida. Nombró a tres y, al final, incluyó en la lista a un cuarto: a Romero. Lo calificó como «cardenal no por su título, sino por su sangre». Por eso él, como hombre cercano al obispo de los pobres, no puede dejar de pensar en el paralelismo evidente entre el beato y el Papa argentino. Es más, se anima a afirmar: «Francisco evangeliza como Romero».
Paralelismo entre el mártir y el Papa
Por eso, tampoco se le escapa que, así como el arzobispo mártir fue víctima de graves acusaciones incluso dentro de la Iglesia, también Jorge Mario Bergoglio debe afrontar ese mismo desafío, un elemento «totalmente inevitable».
«Está destinado a la crítica feroz. Él lo sabe y vive esto con un grandísimo humor, no se hace problema, no le quita el sueño. Eso es una gran lección para nosotros. Uno a veces se deprime porque no sabe leer más allá. Él mira más allá, a Jesús que va a adelante con los pies ensangrentados. Va a poner sus pasos en las huellas del Señor, que muchas veces no son de gloria, son de sufrimiento. El Papa nos enseña a ver una cruz que se ilumina y da al mundo una esperanza. Así de sencillo es el mensaje, así de actual y necesario en el mundo de hoy», ilustra.
Destaca además como «muy bonito» el no dejarse condicionar por las críticas, porque se necesitan hombres libres en Cristo, como Bergoglio. Al mismo tiempo, sugiere que las críticas no son gratuitas, tienen su origen –muchas veces– en la reforma que Francisco está impulsando en la Iglesia. Entre otras cosas, en su decisión de cambiar las reglas no escritas en la selección de cardenales, dándole prioridad a personas específicas y cancelando los automatismos.
Para Rosa Chávez, el desvincular el título de cardenal de la ciudad o la sede cardenalicia es una decisión «totalmente revolucionaria». Recuerda que antes era obligatorio que tal o cual ciudad tuviese un cardenal. «Eso quedó totalmente superado y es una revolución». Y aclara: «Él dejó muy claro que nos quiere a su lado para gobernar la Iglesia, porque necesita a su lado a gente en la cual puede confiar».
Francisco sueña una Iglesia pobre y para los pobres. Es la misma Iglesia, asegura monseñor Rosa Chávez, que soñaba Romero. El Papa quiere que esa realidad sea visible ante el mundo, una Iglesia que estaba «un poco en penumbras» y que ahora verá la luz. «Es un poco como salir de las catacumbas», compara.
«El Papa tiene claro cuál es el sueño de Dios en este momento. Un mundo con tanta mala noticia, con tanta incapacidad de ser solidario, un mundo que levanta muros a cada rato (tenemos el caso norteamericano en este momento). Como tender puentes es la gran ilusión del Papa, toca eso, ayudarle a construir puentes. Y sin eso no hay alegría en el mundo, no hay paz ni un futuro digno para nadie. Todos vamos a perder si no somos constructores de puentes», indica.
Y precisa: «Hay dos personajes muy similares, Romero y el Papa. El Papa evangeliza como Romero, en cómo es, en lo que hace y en lo que dice. Hay gente a la que le encanta lo que está anunciando, su vida y sus acciones. Eso es lo que el Papa hace, por eso él es oxígeno cada vez que se hace presente. Basta tener su presencia para darse cuenta de que hay esperanza en el mundo, eso es una cosa maravillosa y apasionante».
Miniconsistorio de las sorpresas
Si bien nadie esperaba que Francisco convocase un Consistorio cardenalicio, las sorpresas de la miniceremonia del próximo miércoles 28 no se limitan solo a eso. Además de la perplejidad por el auxiliar Rosa Chávez, entre los otros cuatro futuros purpurados hay casos emblemáticos. Quizás el único candidato natural a la púrpura es el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella.
Ninguno de los otros estaba en una lista de aspirantes al birrete. Son monseñor Anders Arborelius, obispo de Estocolmo (Suecia); monseñor Jean Zerbo de Bamako (Mali), y monseñor Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun vicario apostólico de Pakse (Laos).
En comparación con la cantidad de cardenales que creó Bergoglio en sus primeros tres consistorios (24, 20 y 17), este –de apenas cinco– es llamado miniconsistorio. Según las estadísticas, a partir del 29 de junio próximo el Colegio Cardenalicio quedará compuesto por 121 purpurados electores, uno más de los 120 reglamentarios.
Poco a poco, Francisco ha ido modificando el equilibrio geográfico entre Europa y el resto del mundo. En 2013, la mayoría de los cardenales que lo eligieron pontífice provenían del Viejo Continente. Ahora la proporción se ha invertido. Con las nuevas designaciones, los extraeuropeos sumarán 68: 34 de América, 15 de África, 14 de Asia y cinco de Oceanía. En cambio, los europeos serán 53. En un futuro Cónclave bastarían 77 votos para elegir al Papa.
Sacerdote y periodista –estudió Comunicación en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica– monseñor Gregorio Rosa Chávez (Morazán, 1942) ha pasado casi el triple de años como obispo auxiliar de San Salvador (35) que como sacerdote (12). Estrecho colaborador del beato Óscar Romero, fue uno de los principales impulsores de la causa de canonización del obispo mártir. Además de obispo auxiliar, el nuevo cardenal es el presidente de Cáritas El Salvador.