Tres santos misioneros - Alfa y Omega

Tres santos misioneros

El Papa Francisco ha decidido proclamar tres nuevos santos, sin necesidad de constatar un milagro atribuido a su intercesión. Entre ellos, se encuentra el misionero canario en Brasil José de Anchieta, lingüista, médico y poeta

Jesús Colina. Roma
Misa de acción de gracias, en Río, por la canonización de José de Anchieta
Misa de acción de gracias, en Río, por la canonización de José de Anchieta. Foto: EFE / Sebastiao Moreira

A un Papa se le podría definir por los santos que proclama. Así sucedió con Juan Pablo II, que batió el récord de canonizaciones y beatificaciones, y con Benedicto XVI, que dio un tono mucho más sobrio a las beatificaciones, circunscribiéndolas en la celebración local.

El Papa Francisco también está dejando su huella en los santos proclamados durante su pontificado. Ha puesto de relieve, con claridad, cómo los procedimientos de canonización están al servicio de la huella espiritual que dejan en la Historia estos seguidores de Jesucristo.

Así, por ejemplo, el Papa Juan XXIII será proclamado santo, el 27 de abril, junto a Juan Pablo II, en lo que se anuncia como la canonización más concurrida de la Historia, sin necesidad de proclamar un milagro atribuido a su intercesión. Para este Papa, el gran milagro de Juan XXIII es el enorme impacto de renovación y purificación espiritual que, con su vida, ejemplo y sonrisa, dejó a toda la Iglesia.

La Iglesia ya había reconocido un milagro atribuido a la intercesión de Juan XXIII, que fue experimentado por la curación inexplicable de una religiosa, Caterina Capitani, en 1966, permitiendo así su beatificación. Otros muchos testimonios de milagros han sido recibidos por la Causa de canonización, pero el Papa considera que, en este caso, no añaden nada a algo que es obvio: la santidad de Angelo Roncalli.

Esta libertad de espíritu está permitiendo también a este Papa reconocer la santidad de personajes históricos de la Iglesia, cuyos Procesos de canonización habían quedado en el olvido a lo largo de décadas o incluso siglos pasados. De este modo, el Papa proclamó, la pasada semana, finalmente, la santidad del canario José de Anchieta, misionero jesuita en Brasil (1534-1597), lingüista, literato, médico, arquitecto, ingeniero, humanista y poeta. Es el primer dramaturgo, el primer gramático y el primer poeta nacido en las Islas Canarias, y el padre de la literatura brasileña.

Con el mismo procedimiento, el Santo Padre proclamó santo al primer obispo y misionero de la historia de Canadá, monseñor François de Laval, francés, obispo de Québec, (1623-1708), así como a María de la Encarnación (su nombre de pila era Marie Guyart), francesa, fundadora de las Ursulinas de Canadá (1599-1672). El cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, ha explicado que el Papa Francisco ha decidido reconocer la santidad de estas personas, sin necesidad de comprobar un milagro, en respuesta a las peticiones de muchas personas de Brasil y Canadá, que deseaban ver canonizados a estos pioneros del cristianismo en el continente americano. Ahora bien, este mismo Proceso de canonización, aunque no requiere el reconocimiento de un milagro, «está bien fundamentado», ha explicado el cardenal salesiano italiano. «Sólo puede tener lugar cuando se verifican condiciones muy precisas». Entre estas condiciones, destaca el que se constate que, desde hace mucho tiempo, se ha dado un culto entre la comunidad al santo, rigurosos testimonios históricos que atestigüen su santidad de vida, e incluso testimonios de milagros atribuidos a su intervención, aunque no puedan ser hoy científicamente analizados.

Misa de acción de gracias, en Río, por la canonización de José de Anchieta. Foto: EFE/Sebastiao Moreira
Misa de acción de gracias, en Río, por la canonización de José de Anchieta. Foto: EFE/Sebastiao Moreira

Los nuevos santos

El nuevo santo español desempeñó una intensa actividad misionera entre las tribus indígenas de Brasil, saliendo a su encuentro y presentándoles el cristianismo, recuerda el cardenal Amato en la entrevista concedida a L’Osservatore Romano. «Escribió gramáticas en algunas lenguas locales (tupi y guaraní), catecismos, predicaciones, cantos, poseías, obras dramatúrgicas religiosas, promoviendo una auténtica evangelización inculturada. Pero, sobre todo, fue un apóstol de extraordinaria vida interior».

Otro de los nuevos santos, François de Laval, nació en una familia noble de Francia, y fue nombrado por el Papa Alejandro VII Vicario de la Nueva Francia, como entonces se llamaba Canadá, convirtiéndose en el primer obispo en llegar al norte de América. «Durante tres años ejerció un fecundo ministerio pastoral, organizando a la Iglesia católica en un país todavía en estado de misión, desempeñando una extraordinaria actividad apostólica y misionera, tanto a favor de los pocos franceses que allí residían, como, sobre todo, a favor de los nativos americanos. Les defendió del alcohol y de los abusos que sufrían por parte de los mercaderes de pieles. Favoreció su educación, defendió su trabajo, promovió su dignidad humana. Su actividad pastoral y misionera se extendió desde Canadá hasta México».

La tercera nueva santa de la Iglesia es la francesa Marie Guyart, quien a los 18 años se casó y tuvo un hijo. Al fallecer su marido, comenzó a trabajar en el comercio, demostrando grandes dotes de gestión y administración. En ese ambiente, curiosamente, tuvo varias experiencias místicas. «De este modo, abandonó una cierta elegancia en el vestido y emitió el voto de castidad. Se puede decir que fue una primera conversión: de la vanidad, a la sencillez y el recogimiento -aclara el cardenal Amato-. Tuvo frecuentes visiones de la Trinidad, que le llevaron a profundizar en una vida de unión con el Señor, entrando en el convento de las ursulinas de Tours. Fue así como vivió la segunda conversión de su vida. La tercera conversión llegó cuando decidió, sintiéndose llamada por Dios, ir como misionera a Canadá, donde se comprometió, en particular, en la educación cristiana de las jóvenes indígenas». Por esta labor, el purpurado la llama «apóstol y madre espiritual de la Iglesia canadiense».

El cardenal Amato considera que estos nuevos santos están unidos por un hilo conductor: eran testigos de Cristo, auténticos misioneros. «Los santos son instrumentos dóciles, pero indispensables, para que Dios cumpla sus maravillas».

Tres Venerables españoles

El Papa Francisco ha aprobado los Decretos correspondientes a las virtudes heroicas de tres españoles. Monseñor Francisco Simón Ródenas, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, nació en 1849 en Alicante. En 1891, embarcó hacia Colombia, donde se dedicó a la evangelización de los nativos y a cuidar las vocaciones sacerdotales. Tras ser nombrado obispo de Santa Marta, en 1903, dedicó todos sus ingresos a la construcción de varias iglesias. Falleció en 1914. Sebastián Elorza Arizmendi, laico profeso de la Orden de San Agustín, nació en Idiazábal, en 1882. En 1904, entró en el monasterio de la Vid como religioso no clérigo. Se distinguió por un trato delicado y afable con todos, preferentemente con los pobres. Murió en 1942. La religiosa Clara de la Concepción nació en La Rioja, en 1902. Ingresó en la Orden de las Clarisas en el convento de Santo Domingo, de Soria, donde vivió 53 años de vida ejemplar como sacristana, tornera, ropera, vicaria, ecónoma y abadesa, destacando por su sencillez y humildad. Falleció en 1973.

Al mismo tiempo, han sido declarados Venerables el sacerdote italiano Adolfo Barberis; el sacerdote francés Marie-Clément; María Teresa de Jesús Eucarístico, religiosa brasileña; María Magdalena de Jesús Sacramentado, religiosa italiana; y Luigi Rocchi, laico italiano. El Papa ha reconocido los milagros atribuidos a la intercesión del Beato y obispo italiano Giovanni Antonio Farina; del beato Kuriacose Elías Chavara, sacerdote indio; del Beato Nicola da Longobardi, religioso italiano; de la Beata Eufrasia del Sagrado Corazón, religiosa india; y del Siervo de Dios Luigi della Consolata.