Tres días en papamóvil con el Santo Padre: «Estaba cansado pero los niños le cambiaron el rostro» - Alfa y Omega

Tres días en papamóvil con el Santo Padre: «Estaba cansado pero los niños le cambiaron el rostro»

El obispo emérito de Asunción le acompañó en todos sus desplazamientos durante su visita a Paraguay, un país del que se enamoró al atender a su diáspora en Buenos Aires

Rodrigo Moreno Quicios
Francisco en papamóvil durante su visita a Paraguay. Detrás de él, el arzobispo Edmundo Valenzuela
Francisco en papamóvil durante su visita a Paraguay. Detrás de él, el arzobispo Edmundo Valenzuela. Foto: Mónica Fabiola Ayala.

Edmundo Valenzuela es salesiano y arzobispo emérito de Asunción. Fue coordinador general de la visita de Francisco a Paraguay en 2015 y pasó aquellos tres días en el papamóvil con él durante todos sus desplazamientos. «Pudimos conversar muchas veces», cuenta ahora a Alfa y Omega. Uno de los primeros detalles que recuerda de aquella ocasión para conocer de cerca al Papa es que, después de viajar los días anteriores por Ecuador y Bolivia, cuando el Pontífice llegó al aeropuerto Silvio Pettirossi «estaba muy cansado». Sin embargo, nada más bajarse de la nave fue recibido por «los niños cantores de Luque y otro grupo de niños indígenas». «Se acercaron al Papa espontáneamente, lo abrazaron, él se conmovió y le cambió el rostro», recuerda.

Tras ser recibido en la propia pista con una pequeña obra de teatro en la que aparecían el jesuita san Roque González de Santa Cruz y la Virgen de Caacupé —una advocación mariana de la que Francisco era muy devoto— retomó las fuerzas y, ya en el papamóvil rumbo al Palacio Presidencial, con Valenzuela a su lado, «iba saludando». El arzobispo emérito revela que «yo le decía: “Mire, la gente le está pidiendo la bendición, tienen las manos juntas y esperan de usted la señal de la cruz”».

Edmundo Valenzuela en los Jardines Vaticanos frente a un mosaico de la Virgen de Caacupé. Foto: Arzobispado de Asunción

En aquel trayecto, de forma completamente improvisada y antiprotocolaria, Francisco pidió a la comitiva detenerse cuando pasó por delante de la Penitenciaría de Mujeres del Buen Pastor. «Quiso quedarse un momento allí, fue una decisión espontánea suya y le dio una gran alegría a las reclusas», recuerda el arzobispo emérito. «El acompañamiento que pude hacerle fue realmente precioso, podía escuchar sus comentarios de cómo se sentía feliz por ser recibido», agradece. Y detalla que el Papa «tenía mucha sintonía con el Paraguay porque, cuando había sido arzobispo de Buenos Aires, había tomado contacto con la comunidad paraguaya en Buenos Aires». De hecho, todos los 8 de diciembre celebraba sin falta en la parroquia Virgen de Caacupé la festividad de su patrona, que coincidía en fecha con la Inmaculada.

Una vez en Palacio Presidencial, Francisco «dio un discurso extraordinario de gran alivio y gran consuelo para el pueblo paraguayo, que sufrió la guerra de la Triple Alianza». Se refiere así a una invasión traumática del país de manera simultánea por Argentina, Uruguay y Bolivia entre 1864 y 1870. Un conflicto en el que, tras la muerte de cientos de miles de varones, las mujeres se encargaron de la reconstrucción del país y transmitieron a sus hijos el guaraní y el Evangelio. Frente al cuerpo diplomático, el Papa «fue hablando de la mujer paraguaya hasta decir que es la más gloriosa de América Latina, una frase que quedará para siempre en el corazón del país». «Nos dejó una herencia de protección, respeto y cariño», reivindica.

Impresionado por la evangelización de los jesuitas

En el segundo día de viaje, el Papa Francisco visitó el hospital Niños de Acosta Ñu. Por el camino, él y Edmundo Valenzuela «íbamos hablando de la presencia de los jesuitas», pues Paraguay conserva en estado extraordinario las ruinas de sus reservas. «Él me decía que le impresionaba el pasado religioso de Paraguay y cómo los jesuitas forjaron la cultura cristiana en los indígenas», narra quien organizó su viaje.

Tras la visita al centro sanitario, celebraron juntos Misa en la explanada del santuario mariano de Caacupé. El arzobispo emérito tiene anécdotas incluso de la sacristía, pues «después de revestirnos, vio todos los murales de las misiones jesuíticas que hay en el santuario. Se quedó impresionado y bastante emocionado al comprobar cómo el Paraguay recuerda y ama su historia de evangelización», cuenta Valenzuela.

En las barriadas inundables

El tercer día del viaje, el Papa Francisco visitó Bañado Norte, una barriada que se llama precisamente así porque se inunda varias veces al año durante las crecidas del río Paraguay. «Tuvo la oportunidad de acercarse a la gente más pobre que, con dignidad, lo recibía con oraciones, bendiciones y aplausos», recuerda Valenzuela. Y aquella última tarde, el Santo Padre tuvo un encuentro multitudinario con jóvenes «donde dejó sus discursos aparte y les dirigió palabras de cariño y sobre la vida diaria y la santidad del día a día».

Cuando apenas han pasado cuatro días de su fallecimiento el Lunes de Pascua, Edmundo Valenzuela reivindica que la muerte del Papa «es motivo de gloria y de triunfo, no de dolor». A su juicio, Francisco, a quien pudo seguir tan de cerca durante aquellos días, «ha aportado a la humanidad grandes signos de amor y ha llevado la alegría del Evangelio».