Meditación de san Pedro Poveda sobre el Crucificado: «Transformaos en Crucifijos vivientes» - Alfa y Omega

Meditación de san Pedro Poveda sobre el Crucificado: «Transformaos en Crucifijos vivientes»

¿Cómo ser un Crucifijo viviente? «Si una persona trata o vive mucho con otra, llega a sentir, pensar y amar lo que ella, porque el amor pide semejanza entre los que se aman». Así se lo explicó, porque así lo vivía, san Pedro Poveda, en una ocasión, a las integrantes de la Institución Teresiana fundada por él. Sin embargo, esta meditación, recogida póstumamente en sus Escritos espirituales (Ites Ediciones, 1968), puede ayudar a cualquier cristiano a vivir estos días

Colaborador
«Él es vuestro verdadero y único tesoro». A la izquierda, Pedro Poveda, rodeado de niños, en Gaudix (Granada), en 1903

En la última imposición de insignias, me entregaron varias estampas para que las suscribiese, y recuerdo haber puesto en una: «Las teresianas deben ser Crucifijos vivientes». La teresiana no tiene otra fortaleza que la que le viene del Crucifijo, que es su armadura, la armadura de Dios; que el Crucifijo es el único tesoro. Pero la teresiana no debe contentarse sólo con eso, debe aspirar a transformarse en Crucifijo. Quiero que la devoción al Crucifijo sea la devoción predilecta de las teresianas; ésta es mi expresa voluntad, que no os la impongo, sino manifiesto como un padre a sus hijas, para que la aceptéis cual preciadísima herencia.

La Institución se debe al Crucifijo, ya que nació cuando de los edificios públicos, de los centros docentes, se quería desterrar el Crucifijo; se le hizo objeto de desprecio en algunos y se arrancó con odio de otros; y si bien han cesado aquellos tiempos de violencia, no ha muerto el intento. Por eso la teresiana, en esos mismos sitios, ha de ser portadora de Cristo; en todas partes ha de dar a conocer a Cristo; en una palabra y mejor dicho: ha de ser un Crucifijo viviente, causando en cuantos la traten el mismo respeto que un Crucifijo, los mismos sentimientos, las mismas ideas. ¿No habéis visto la influencia que Jesucristo crucificado ejerce aún en los depravados y no creyentes?

El Cristo de la Vega (Toledo)

¿Y cómo la teresiana será un Crucifijo viviente? Estudiando, conociendo, amando, imitando al Crucifijo, y de esta manera pensará, sentirá, obrará como Cristo. Una persona que trata o vive mucho tiempo con otra imperceptiblemente copia sus gestos, hasta el timbre de voz. Si la ama, llega a sentir, pensar y amar lo que ella, porque el amor pide semejanza entre los que se aman.

Logrará la teresiana ser un Crucifijo viviente si se realiza en ella la primera contestación que da en la ceremonia de la recepción del Crucifijo: «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo». La teresiana ha de despreciar el mundo, ha de vivir lejos del mundo. Pero ese desprecio del mundo no ha de ser como el del filósofo morigerado, indiferente o escéptico, que solamente lo abriga porque se cree superior a él. Los que movidos por la soberbia desprecian el mundo, lo siguen empujados por la concupiscencia; el desprecio de la teresiana ha de nacer de la humildad, ha de tener su origen en las palabras que san Pablo dice: «Cristo se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz». No cualquier género de muerte, sino la muerte más humillante e ignominiosa. Así vosotras habéis de vivir y morir crucificadas con Cristo. ¡Qué tesoros tiene la teresiana en su Crucifijo! Mejor dicho, Él es vuestro verdadero y único tesoro; riqueza infinita, con cuya posesión adquiriréis el cielo y cuanto acá en la tierra necesitéis para sosteneros en vuestra difícil misión.

Pedro Poveda

Así habló y actuó Jesús en la cruz
  • Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu: La teresiana que pone su espíritu en manos de Cristo, ya puede vivir descuidada de toda zozobra, ya no debe tener otro deseo ni voluntad que la de Cristo. Encomiéndele todos sus afanes y empresas, estudios y clases, absolutamente todo.
  • Todo está consumado: ¡Qué perfección, qué dicha, si cada una de vosotras podéis decir al terminar una obra, al finalizar el día, a cada momento transcurrido: Todo lo he cumplido, todo lo he llenado!
  • Tengo sed: Jesús padeció sed ardiente; sintió sed de almas, el amor a éstas lo puso en la cruz. Así ha de ser la sed de la teresiana por las almas, y por una sola estará dispuesta a todo género de sacrificios.
  • Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen: Jamás, en el terreno de la caridad, entréis en disquisiciones sobre si lo que sentís es una antipatía natural exenta de culpa. En ningún punto como en éste de la caridad es terminante el Evangelio: «Amad a vuestros enemigos».
  • Ahí tienes a tu madre: La devoción a la Santísima Virgen tiene su origen en Cristo crucificado. Al pie de la cruz se hace la consagración oficial de la maternidad espiritual de María para los hombres.