8 de diciembre: santa Narcisa de Jesús, la campesina que se flagelaba por las noches - Alfa y Omega

8 de diciembre: santa Narcisa de Jesús, la campesina que se flagelaba por las noches

Narcisa no quiso nunca pertenecer a una orden religiosa: su vocación era esconderse para encontrarse con Dios. Al final de su vida llegó a rezar hasta doce horas diarias

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
La santa ecuatoriana en una de las vidrieras del santuario que lleva su nombre en su ciudad natal
La santa ecuatoriana en una de las vidrieras del santuario que lleva su nombre en su ciudad natal. Foto: Santuario Santa Narcisa de Jesús.

«Esta sencilla campesina es para nosotros, hombres y mujeres de la actualidad, tan amigos de la exposición y de la exhibición, un claro ejemplo de que una vez que se ha descubierto la inmensidad de la gracia de Dios que puede inundarnos, nada exterior puede llenarnos», subraya Jennifer Lavayen, portavoz del santuario de Santa Narcisa de Jesús en Nobol (Ecuador).

Narcisa nació en 1832 en el seno de una familia de campesinos del centro de Ecuador, muy cerca de Guayaquil. Sexta de nueve hermanos, su familia era propietaria de varias hectáreas de terreno fértil y numerosas cabezas de ganado, con lo que los primeros años de Narcisa transcurrieron entre las labores del campo y la contemplación de la naturaleza. Sin embargo, su vida dio un vuelco a los 6 años, cuando falleció su madre; un acontecimiento que marcó su infancia, como también lo hizo el fallecimiento de su padre 13 años después, en 1851. Vino en su ayuda Silvania Gellibert, una mujer pudiente de Guayaquil, que la invitó a vivir con ella en la ciudad.

Narcisa llegó allí a sus 19 años y, aunque se fue a vivir con su amiga, no quiso aceptar la espaciosa habitación que le ofrecía. En su lugar, entró a vivir en el altillo bajo el techo del edificio, caluroso en verano y frío en invierno. Allí se organizó para encontrar también sitio a sus hilos y agujas de costura, una labor con la que se ganaba el sustento.

Era muy devota de santa Mariana de Jesús, la primera santa ecuatoriana. Laica como ella, Narcisa no contempló la consagración en ningún instituto religioso, sino que se dedicó a vivir la fe en medio del mundo y a hacer apostolado como catequista de niños. Su vida de oración, al igual que la de santa Mariana, estaba marcada por la penitencia y el ayuno, que realizaba a solas en la intimidad de su habitación. «Su vida austera en extremo, laboriosa y silenciosa, enmarcada en una profunda predilección por la sencillez y por pasar desapercibida, supuso para sus coetáneos un ejemplo contundente de la radicalidad que debe acompañar la entrega a Jesucristo», afirma Lavayen.

El hecho de vivir en Guayaquil le dio la oportunidad de tener como director espiritual a Luis de Tola y Avilés, canónigo de la catedral, donde cada mañana temprano iba Narcisa a recibir la Eucaristía. Pronto se rodeó de otras chicas que empezaron a ayudarse mutuamente en una búsqueda seria de la santidad, vendiendo lo poco que tenían y animándose unas a otras a rezar y a hacer sacrificios.

Su segundo confesor fue el padre Amadeo Millán de la Cuadra, un sacerdote muy bien considerado en la alta sociedad, director de muchas mujeres y jóvenes de los barrios altos. En 1867, le pidió a Narcisa que lo acompañase a la Cuenca ecuatoriana, donde unos familiares debían ocuparse de él por motivos de salud. Narcisa no dudó en decir que sí a la propuesta, sabedora de la santidad de su guía espiritual. Sin embargo, el padre Amadeo murió a los pocos meses.

Su noche oscura

Comenzó entonces un período de mucha desolación para ella. No entendía los vaivenes de la Providencia y comenzó a cuestionarse su lugar en el mundo. El obispo de Cuenca le propuso incluso hacerse monja carmelita, pero ella rechazó la idea porque no consideraba que Dios la llamara a esa forma de vida. Volvió a Guayaquil a trabajar junto a sus amigas en una casa para niñas huérfanas, a las que enseñaba a tejer, a bordar, a cocinar y a tocar la guitarra. Con todo, la procesión de su soledad y abandono interior la llevaba por dentro.

De aquella oscuridad espiritual solo pudo sacarla el misionero franciscano español Pedro Gual, de paso por Guayaquil. Con él desahogó su alma y el fraile le propuso unirse a un grupo de mujeres que formaban un beaterio en la ciudad de Lima. Narcisa se fió de aquel consejo y llegó a la capital de Perú a mediados de 1868. Allí se sintió enseguida como en casa. Gual consiguió para ella un benefactor que le pagaba la manutención, mientras ella se esforzaba en intensificar su vida de oración. De este modo, llegó a rezar hasta doce horas diarias; por las noches se flagelaba con un hatillo de cuerdas y se colocaba una corona de púas sobre la cabeza.

No llegó a durar mucho más en este mundo. El 8 de diciembre de 1869 falleció durante la noche, poco después de haber recibido la Comunión. Sus compañeras se dieron cuenta porque de su cuarto salía una luz muy cálida y un intenso aroma a flores.

Bio
  • 1832: Nace en Nobol en una familia campesina, la sexta de nueve hermanos.
  • 1851: Muere su padre y se muda a Guayaquil.
  • 1868: Viaja hasta Lima (Perú) por indicación del padre Pedro Gual.
  • 1869: Muere en Lima.
  • 2008: Es canonizada por Benedicto XVI.