Tiempo de conversión
Los obispos españoles, en sus Cartas pastorales ante el tiempo de Cuaresma, recuerdan que «es tiempo de conversión a Jesucristo», como dice monseñor Osoro, arzobispo de Madrid. El obispo de Asidonia-Jerez, monseñor Mazuelos, subraya que «quien vive intensamente este período sale espiritualmente transformado en el Señor». Y el obispo de Guadix, monseñor García Beltrán, anima a «cambiar poco a poco»
Cuatro aspectos de la conversión
En esta Cuaresma, os invito a vivir cuatro aspectos de la conversión. El primero es la conversión a Jesucristo: escuchemos y meditemos su Palabra, hagamos confesión sincera de nuestros pecados a través del sacramento de la Penitencia, celebremos y adoremos la Eucaristía, demos la vida, con lo que somos y tenemos, a los demás. ¿Qué implica esta conversión? Eliminar ídolos. El segundo es la conversión a su discipulado: conocer a Jesucristo y tener su vida es el mejor regalo que hemos recibido en nuestra vida. Seguir a Jesucristo es la raíz y la condición necesaria para toda conversión. El tercero es la conversión a la fraternidad y a la comunidad: La entrega a Dios no es verdadera y se contradice objetiva, directa y gravemente si no es fraterna y comunitaria. Vivida en una comunidad real, que es diversa y rica en sensibilidades, pero complementaria con todas las vidas de quienes la forman, donde nadie es de Pablo o de Apolo, son todos de Cristo. Es así como es posible el anuncio del Evangelio. El cuarto es la conversión misionera y social: dar a conocer al Señor es el mejor regalo que podemos hacer a los hombres y a la construcción de esta Historia.
+ Carlos Osoro
arzobispo de Madrid
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Siempre amanece
Se nos invita a pedir al Señor que nos renueve por dentro con su Espíritu. Estamos llamados a sentir el amor de Dios que nos sostiene. Esta conciencia nos llevará a la conversión. Pero cuántas veces se nos habla de la conversión y nos preguntamos en qué consiste: la conversión es seguir los caminos de Dios nuestro Padre, revelados en Cristo, dejarnos conducir a donde Él quiere, y poner nuestra voluntad en sus manos.
La historia de la vida va dejando en nosotros las huellas de la propia fragilidad, pero no debemos olvidar que camina con nosotros la acción creativa del Espíritu de Jesús que siempre es imprevisible, y que hace que hoy también para nosotros sea tiempo de gracia, tiempo de salvación. En Dios siempre hay amanecer y no nos faltará nunca la gracia para salir de nosotros mismos y mirar al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en definitiva, al Dios amor, confesando nuestros pecados, dando gracias a Dios y comprometiéndonos a favor del otro.
+ Julián Barrio
arzobispo de Santiago de Compostela
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El sentido del pecado
Quiero aconsejar a todos los fieles que, este año, emprendan con fervor esta peregrinación espiritual y mística que es la Cuaresma, teniendo ya desde el principio los ojos puestos en el Monte Calvario, lugar de la Redención, adonde nosotros tenemos que llegar cargando con nuestra cruz de cada día para así entrar con Él en su Resurrección gloriosa. La Cuaresma es un tiempo de gracia y santificación, por eso quien vive intensamente este período sale espiritualmente transformado en el Señor.
También nos trae algo que mundo, demonio y carne están empeñados en arrebatarnos: el sentido del pecado. En la medida en que se ha eclipsado a Dios en nuestra sociedad, también se ha diluido la idea de pecado, pero, en la medida en que dejemos entrar en nosotros la luz de Cristo, podremos ver con su claridad nuestra miseria y falta de gratitud ante la misericordia infinita de nuestro Dios. Entonces sabremos que somos pecadores necesitados de redención.
+ José Mazuelos
obispo de Asidonia-Jerez
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Tiempo de renovarse
La Cuaresma como tiempo de renovación no busca cambios espectaculares. Basta que me pare a pensar qué he de cambiar en mi vida con más urgencia; qué es aquello que me está estorbando para ser y vivir como un auténtico cristiano, discípulo de Cristo. No pienses en cambiarlo todo, porque al final no cambiarás nada. Cambia poco a poco y llegarás hasta las raíces. Para ello no tengas la iniciativa, déjasela al Señor. Que sea Él quien te vaya cambiando, dándote un corazón nuevo, un corazón capaz de verlo en todas las cosas, y, de modo especial, en el hermano. Lo tuyo ha de ser una actitud de apertura y disponibilidad a lo que Dios quiere y espera de ti. La felicidad del hombre está en hacer la voluntad de Dios.
La Cuaresma viene nuevamente a marcar el ritmo de nuestra vida cotidiana. En nuestras parroquias, y en nuestros pueblos en general, cambia el ritmo, son muchas las iniciativas de tipo religioso que se ponen en marcha; sin embargo, esto no basta. Hemos de poner nuestra propia vida en ritmo de Cuaresma. Entramos en un tiempo de renovación de los corazones, condición indispensable para la renovación de nuestras familias, de la sociedad y, por supuesto, de la Iglesia.
+ Ginés García Beltrán
obispo de Guadix