La Iglesia no da por enterrado el diálogo en Venezuela, pero exige resultados. El enviado del Vaticano, monseñor Claudio María Celli, ha remitido al 13 de enero, cuando se deberían retomar las negociaciones, que la semana pasada entraron en fase de «revisión». La reunión prevista para el 6 de diciembre nunca se llegó a celebrar. Unos días antes, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, había escrito al Gobierno y la oposición exhortando al cumplimiento de los acuerdos previos. En la carta, filtrada después a la prensa, Parolin insistía en nombre del Papa en que «los derechos se respetan, no se negocian». Pedía por ello la liberación de presos políticos, la concreción de un calendario electoral y la restitución de la Asamblea Nacional a su función constitucional.
El régimen chavista ha recibido con desprecio la misiva. El propio presidente Maduro ha dado a entender que esta carta cuestiona la continuidad de la labor mediadora del Vaticano. Preocupadas por esta deriva, las cancillerías de nueve países latinoamericanos firmaron un comunicado demandando al presidente, Nicolás Maduro, no boicotear «la prudente contribución del Vaticano, que debe ser altamente apreciada por todas las partes y representó una ayuda desinteresada para favorecer el proceso de diálogo».
En medio de este clima enrarecido, la Iglesia venezolana ha alzado la voz a través de su Comisión de Justicia y Paz para denunciar la muerte de 12 jóvenes detenidos por soldados en octubre en Barlovento, y cuyos cuerpos fueron hallados el 28 de noviembre en una fosa común.