Takumi es una joven tokiota de 21 años, estudiante de portugués en una universidad católica en la que es profesora Paula, misionera portuguesa de mi comunidad.
Como la mayoría de los que estudian allí,Takumi no es católica, pero Jesús ha entrado en su vida y la está revolucionando.
Todo empezó cuando participó en una peregrinación a Portugal que organizó Paula hace dos años. Cuando la conocimos era una chica muy apagada y de rostro triste.
Nos impresionó el cambio tan grande en su cara desde el primer día de la peregrinación. Nos contaba ella: «Cuando escuché que Dios es alguien que me conoce y me ama tal como soy, me llené de una alegría tan grande que todo cambió dentro de mí». Y realmente así fue: su rostro apagado se llenó de luz, de alegría, ¡parecía otra persona!
Cuando le preguntamos qué es lo que más le gustó del viaje a Portugal, no habla de la comida portuguesa, las ciudades bellas que visitamos y sus monumentos que, por supuesto, le encantaron. Y dice: «Lo que más me ha marcado han sido esos momentos que teníamos cada día para pensar en silencio y recoger lo vivido, y de compartir con el grupo las experiencias o impresiones del día. Nunca había hecho algo así y ha sido para mí lo más especial de este viaje».
A la vuelta a Japón empezó a participar en nuestras actividades con mucha sed de conocer a Jesús, como quien se enamora y quiere estar con la persona amada todo el tiempo y saber de ella.
Participó en una convivencia que tuvimos en Semana Santa y nos contaba que soñó que Jesús le decía: «¡Takumi, tú eres de los míos!».
Cada semana participa en un grupo de oración y otro de formación cristiana online y no se lo pierde ni una vez. Ayer, en el grupo de oración, hablamos sobre el Espíritu Santo y sus dones, invitando a cada uno a pedir al Espíritu uno de ellos, y Takumi pidió el don de amar a Dios.
Después de muchos años intentando anunciar el amor de Dios, me sigue impresionando la fuerza que tiene cuando un corazón lo recibe con humildad, con sed y se lo cree. Nosotros somos simples instrumentos que quieren ayudar a que los corazones rocen el misterio del amor gratuito, verdadero e incondicional, y cuando se da ese milagro somos los primeros en quedar tocados. Doy gracias a Dios por llamarme a esta misión tan apasionante. Que el Espíritu de amor nos siga guiando para llegar a muchos que lo esperan. Un abrazo desde Japón.