Desde que empezó la pandemia no están permitidas las visitas en los hospitales, ni siquiera a familiares. Y por lo tanto, tampoco yo puedo ir a visitar a los enfermos, a no ser que alguno lo solicite explícitamente. Y este fue el caso del señor Iijima, de 79 años, un paciente ingresado desde hacía una semana. Normalmente las personas que piden hablar suelen ser católicas, pero no siempre es así.
Cuando llegué a la habitación de Iijima le saludé y le pregunté qué tal estaba. Enseguida me dijo: «Por favor, cuéntame algo que a un viejo como yo le devuelva el ánimo». Le pregunté si era cristiano y me dijo que no tenía religión; lo más común en Japón.
Yo estaba en blanco porque no me esperaba esa petición. Entonces empecé por presentarme, y después le conté lo que para mí últimamente está siendo motivo de esperanza. Le hablé de los jóvenes que tengo cerca y que dedican su tiempo gratuitamente para ayudar a niños extranjeros en el estudio; de gente que conozco que ofrece alimentos a familias en apuros, de personas que rezan por los que lo están pasando mal… Le dije que en medio de la realidad dura que vivimos en el mundo hoy, también está esa otra realidad de personas que hacen algo para que hoy el mundo sea un poco mejor. Y que, aunque no salga en las noticias, esto también es real.
Después le pregunté si había algo que en su día a día era motivo de esperanza. Desde que empezó la pandemia no, me dijo, porque no puede salir y siente mucha soledad. Continué preguntándole por sus aficiones y empezó a contar un poco de su vida.
De repente me dijo: «Bueno, hermana, ya me tengo que ir porque se acaba la batería de la máquina a la que estoy conectado. Pero muchas gracias. Mientras íbamos hablando me he ido sintiendo mejor». No le hablé de Dios pero hicimos experiencia de que el trato, la escucha, el compartir la vida con alguien, nos devuelven la esperanza, porque cuando nos amamos Dios está en medio y Él es la esperanza. Hicimos experiencia del lema de este hospital: Love for others, dignity of life (Amor por los demás, dignidad de vida).
Creo que eso es algo de lo que Jesús hizo y nos llama a vivir. Llevo en el corazón al señor Iijima y a tantos que vivirán lo mismo. Y agradezco esta misión que me permite ser esperanza para otros.