Dos días por semana trabajo en un centro católico que se llama Shinseikaikan, que significa Centro de Verdad y Vida. La historia de este centro se remonta al año 1934, cuando un sacerdote japonés decidió dejar como herencia la formación en valores cristianos de los jóvenes, en un momento en el que la sociedad japonesa estaba militarizada. Construyó una residencia para estudiantes con el objetivo de que pudiera ser un lugar donde dialogaran y pensaran juntos sobre los valores importantes de la vida y donde pudieran recibir formación para ello.
A lo largo de los años ha ido cambiando un poco la forma, adaptándose a la realidad del momento, pero sin perder el espíritu del principio: ser un lugar donde las personas puedan venir a formarse sobre temas que no se tratan en el día a día, pero que son esenciales para la vida.
Actualmente tiene una sala para reuniones de jóvenes estudiantes, que se encuentran de lunes a viernes de siete a nueve de la noche para distintas actividades y donde trabaja una de mis hermanas de comunidad. Por otro lado, se imparten cursos abiertos a todo tipo de personas sobre problemáticas sociales actuales, sobre la Biblia, sobre la vida de los cristianos, etcétera, y todo eso procurando que sea desde distintas espiritualidades, sensibilidades y culturas.
Hace dos años me propusieron colaborar apoyando en la organización de los cursos. El equipo está formado por varias personas laicas, y un obispo emérito, que ha dedicado 40 años de su vida al servicio del centro. El obispo Mori es una persona muy sensible, sobre todo con las personas que sufren, y dedica gran parte de su tiempo a escuchar a los que vienen a abrir su corazón. En los cursos que da intenta transmitir a un Dios que es cercano y muy sensible a cada persona. Se siente muy en sintonía con el Papa Francisco, con la espiritualidad de la acogida y la alegría de Dios al ver a sus hijos felices. Es una persona que rechaza todo tipo de halago y que intenta servir desde abajo, al estilo de Jesús. Muchas personas se han acercado a la fe gracias a su trato delicado, y cada año en la Misa de Navidad algunas personas reciben el Bautismo preparados por él.
Pienso que para muchas personas este centro es uno de los oasis, en medio del desierto de la sociedad exigente, donde poder venir a beber y recibir una mirada de esperanza.