Seminaristas: un gran regalo - Alfa y Omega

Hemos celebrado la campaña del Día del Seminario el pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Un día gozoso y lleno de ilusión, tanto para nuestros seminaristas, que durante ese día van a distintas comunidades a compartir su testimonio vocacional, como para todas nuestras diócesis, que en la vida de los seminaristas reconocemos un don de Dios y la certeza de que Dios viene a salvarnos, el Dios vivo y verdadero que sigue llamando a los que quiere, para constituirlos en pastores misioneros.

A lo largo de estos días nos han ido llegando expresiones de gratitud y agradecimiento por la vida de estos jóvenes que se preparan en nuestros seminarios. Una de ellas es la de una joven que, al escuchar el testimonio de uno de estos seminaristas, se sintió especialmente interpelada por el sentido de su vida y la necesidad de seguir más de cerca al Señor.

Esta jornada la venimos celebrando en España desde el año 1935. Tiene su origen remoto en el beato Manuel Domingo y Sol, y se consolidó gracias al trabajo infatigable del beato Pedro Ruiz de los Paños, ambos miembros de la Hermandad de Operarios Diocesanos. El objetivo de esta campaña es suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización de las comunidades cristianas.

En este año hemos recibido un regalo muy especial: el Papa Francisco ha querido concedernos con la carta apostólica Patris corde un año dedicado a san José, un tiempo privilegiado para aprender de nuestro santo patrón, el padre putativo del primer sacerdote, de cuyo sacerdocio único y eterno participan los sacerdotes de la Nueva Ley. Como nos dice el Papa, «todos pueden encontrar en san José un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad». Para nuestros seminaristas, es un año privilegiado para reconocer en él un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador siempre en la sombra. Actitudes y virtudes muy necesarias para quienes están llamados a servir y amar al pueblo de Dios como sacerdotes de Jesucristo.

Esperamos que de la mano de san José, y así se lo pedimos a Dios, se afiance en nuestros jóvenes el deseo de custodiar el don de la vocación, crezca el amor a este gran santo, y seamos impulsados a implorar su intercesión.