«Se puede llegar a no creer en Dios, pero es difícil no creer en la oración»
Durante la audiencia, el Papa ha pedido no reprimir «la súplica que surge espontánea en nosotros»
El Papa se ha detenido este miércoles, durante la catequesis de la audiencia general, en la oración de petición y ha invitado a no cortar el ruego dirigido a Dios que surge en todo hombre –incluso en los no creyentes, pues «se puede llegar a no creer en Dios, pero es difícil no creer en la oración»– en los momentos de necesidad.
«Debemos aprender» a acudir al Señor «en los tiempos felices», por supuesto, pero «no tenemos que escandalizarnos si sentimos la necesidad de rezar sobre todo cando estamos necesitados», dijo el Pontífice, que instó a no reprimir «la súplica que surge espontánea en nosotros».
A veces, «podemos creer que no necesitamos nada, que nos bastamos nosotros mismos y vivimos en la autosuficiencia más completa», advirtió el Santo Padre. Pero «todos experimentamos, en un momento u otro de nuestra existencia, el tiempo de la melancolía, de la soledad». «A veces parece que todo se derrumba» y que nuestra vida es vana. Y en esa «situación aparentemente sin escapatoria, hay una única salida: el grito, la oración: “¡Señor, ayúdame!”».
En este sentido, el Papa ha explicado que «la oración abre destellos de luz en la más densa oscuridad» y también que «la oración de petición va a la par que la aceptación de nuestro límite».
Dios siempre responde
Y ante la súplica, «Dios responderá». Es más, «no hay orante en el Libro de los Salmos que levante su lamento y no sea escuchado. La Biblia lo repite infinidad de veces: Dios escucha el grito de quien lo invoca», ha subrayado Francisco.
Incluso la muerte tiembla cuando un cristiano reza, ha concluido el Papa, «porque sabe que todo orante tiene un aliado más fuerte que ella: el Señor Resucitado».
Ruego por América Latina
Durante los saludos en los distintos idiomas, Bergoglio ha puesto en práctica su propia audiencia y ha rogado por América Latina en el día en el que la Iglesia celebra a san Juan Diego, «a quien Nuestra señora de Guadalupe escogió como su enviado. Que a través de su intercesión, presente a la Virgen los países de América Latina, damnificados por la pandemia y los desastres naturales, para que ella, como Madre, salga al encuentro de sus hijos y los cubra con su manto».