«Se perdió una oportunidad. Hay que refundar Venezuela»
La abstención y la debilidad de la oposición han marcado las elecciones regionales. «O cambiamos, o nos vamos a llorar al valle», afirma el obispo Mario Moronta
De haberse confirmado, el giro electoral en el estado venezolano de Barinas habría tenido un gran simbolismo dentro de las elecciones regionales y locales del 21 de noviembre. En este bastión del chavismo, el domingo se estimaba que el opositor Freddy Superlano llevaba una ventaja de unos 300 votos sobre Argenis Chávez, hermano del difunto presidente. Faltaba el recuento de unas actas que habían estado en manos de los militares. El lunes, el Tribunal Supremo de Justicia ordenó suspenderlo y paralizó la proclamación del ganador.
«Es un golpe muy grave a la Constitución y a la voluntad de los electores», que «da la razón a quienes estaban en contra de participar en estos procesos», lamentaba a Alfa y Omega Eglée González, directora de la Cátedra Libre Democracia y Elecciones, de la Universidad Central de Venezuela. Horas después, el TSJ ordenó la repetición de las elecciones en esta región, el próximo 9 de enero.
Antes de la polémica, González veía con cierta satisfacción los resultados electorales. La escasa participación, de un 42 %, no le parecía un mal dato «después de tres años de boicot electoral» de la oposición y de una campaña «completamente deslucida». Subraya que han ganado 123 alcaldías (frente a 212 del chavismo), cuando su récord eran 80; y está presente «en todos los estados». Además, «la suma de votos a todos los opositores fue mayor» a la de la coalición oficialista.
Respiro al régimen
Menos optimista se muestra el vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Venezolana, Mario Moronta. «Es cierto que la oposición ganó algunos espacios» en las alcaldías. No así en los estados: el régimen venció en 19 de 23. Su percepción es que estas elecciones «le dan un respiro al régimen dictatorial», al proyectar la imagen de que «hay posibilidad de elegir y de que la gente está más con el sistema que con una perspectiva de cambio». Esta lectura «no es la más cierta» y resulta «sumamente peligrosa».
Los malos resultados de la oposición se explican, en primer lugar, por la profunda división entre sus partidos. Además de que defienden distintos grados de dureza ante el régimen, González añade que intentaron usar los comicios para «medirse» y dirimir quién debe ser su líder. Esto les ha impedido ganar en muchos lugares. Como Táchira, donde está la diócesis de San Cristóbal, que pastorea Moronta. Aunque «prácticamente siempre había ganado la oposición», tanto el Gobierno regional como la alcaldía pasaron al oficialismo.
Pero hay más. La abstención alcanzó el 75 %, lo que allí es «un castigo» para la oposición. Para el obispo, en todo el país el «cansancio» y el desencanto se proyectan sobre todo contra la oposición. «No representan el interés de la gente», explica. En sus discursos «no aparecen temas como la emigración, la ayuda humanitaria, la recuperación, la reconstrucción del aparato productivo o la educación y la salud, que están por el suelo; no les interesan». Les faltan propuestas concretas, y liderazgo. Sus dirigentes están «demasiado estancados en sus personalismos particulares», en su «afán de poder, de pretender que son los que tienen la solución», y en querer «buscar sus espacios». El «quítate tú para ponerme yo». Así, paradójicamente, estas elecciones «han demostrado la necesidad de un nuevo liderazgo», a la vez que en cierto sentido «han cercenado» esta posibilidad.
Como un tornillo
«Se perdió una oportunidad». Y «o cambiamos, o nos vamos a llorar al valle», afirma Moronta recurriendo al refranero local. De seguir así, pronostica, «seguiremos como un tornillo», que gira siempre sobre lo mismo, «pero cada vez más hacia abajo». En junio, en el 200 aniversario de la batalla de Carabobo y de la independencia del país, los obispos llamaron a «una refundación de la nación». No se trata, como algunos políticos interpretaron, de «empezar por cambiar la Constitución», afirma. «Si no se reconstruye el tejido social, si no se eliminan las brechas que continuamente continúan creciendo y si no se busca el compromiso de todos no vamos a salir de esta; saldrá Maduro y llegará otro».
Por eso, la Iglesia considera prioritario crear espacios de formación, no solo para hipotéticos nuevos líderes sino «con la gente, para que vayan tomando conciencia» de la situación. Y así «ir poniendo las bases» para que asuman como propia esta necesidad y vayan trabajando y ganando espacios en todos los sectores sociales, políticos y religiosos. «Hay millones de venezolanos con capacidad de refundar» el país, asegura.
Este camino hay que emprenderlo con la conciencia de que los frutos no se verán de la noche a la mañana. «Con el desastre económico, la destrucción del aparato productivo y la implantación de un sistema de poder popular se necesitarán al menos dos o tres generaciones… pero empezando ya». Por eso, el vicepresidente del episcopado mira mucho más allá de las elecciones presidenciales de 2024. Aunque propone que, de cara a ellas, «en las regiones se pueden ir teniendo contactos con representantes de los distintos sectores».
Antes de las elecciones a la Asamblea Nacional del 6 de diciembre de 2020, el vicepresidente de los obispos, Mario Moronta, advertía a este semanario de los planes del régimen de crear un Estado comunal. Desde entonces ha aprobado leyes en este sentido. Y, tras el respaldo electoral «puede ejecutarlas con más facilidad». Instituciones como las asambleas regionales y los consejos municipales «van a seguir funcionando; pero no con poder legislativo, sino como órganos de reflexión», mientras que «el verdadero poder lo van a tener los consejos comunales» elegidos por las comunidades. El oficialismo confía en influir en las bases, donde está muy presente.
El obispo ve aquí «una oportunidad, si se supiera aprovechar» y se trabajará para que otra gente también participe. No cree que la oposición lo haga: «No están en las bases y piensan que es meterse en el juego del Gobierno».