San Pedro el Viejo, aquí descansan dos reyes de Aragón - Alfa y Omega

San Pedro el Viejo, aquí descansan dos reyes de Aragón

Rechazada por el obispo de entonces para levantar sobre sus cimientos la catedral de Huesca, San Pedro el Viejo se convirtió por presiones de los nobles aragoneses en la corte de Ramiro el Monje. Fue un monarca que se vio obligado a abandonar la vida consagrada para dar continuidad al reino

Rodrigo Moreno Quicios
Puerta principal y torre campanario sobre la capilla de San Ponce
Puerta principal y torre campanario sobre la capilla de San Ponce. Foto: José Alegre.

San Pedro el Viejo es un monasterio construido en el siglo XII, «muy poquito después de la conquista de Huesca entre 1090 y 1096». Según nos cuenta José Alegre, su párroco, «los historiadores dicen que 1117 es la fecha en que el antiguo templo se derruyó» para levantar el convento románico con una iglesia anexa que ha llegado hasta nuestros días. La construcción previa fue la que había congregado durante la dominación musulmana a la comunidad mozárabe; por lo que a Pedro I, el rey aragonés que reconquistó la ciudad tras la batalla de Alcoraz, le pareció lógico convertir San Pedro el Viejo en su catedral. Pero el obispo local tenía otros planes. «Dijo que él quería la mezquita mayor», de elaboración más rica y erigida sobre un cerro en lo más céntrico de su casco histórico. 

Menos valorado por la jerarquía eclesiástica, el templo primigenio que se erigía donde hoy se encuentra San Pedro el Viejo fue una de las iglesias que se repartieron entre las diferentes órdenes militares y congregaciones tras la reconquista de la ciudad. En su caso pasó a depender de la abadía benedictina de San Ponce de Tomeras, en Francia. Monjes procedentes de ella se establecieron aquí y jurídicamente se convirtió en priorato. Con su llegada, las Misas comenzaron a celebrarse en rito romano en vez de hispano. «La comunidad construyó una iglesia de tres naves con tres ábsides propios del románico», narra Alegre. También es románico su claustro, adornado con «capiteles historiados que tienen como inspiración los de San Juan de la Peña», un emblemático monasterio en Jaca. Y aunque no se conservan todos los capiteles debido a lo agresiva que fue una restauración del siglo XIX que reinterpretó en exceso los originales, sí que se mantienen 18 columnas completas del siglo XII y otras 20 decimonónicas.

Además, «esta iglesia tiene una torre cuyo basamento es también románico y que se terminó en 1287». No obstante, debido a su elevada altura y «a consecuencia de un terremoto» que comprometió su estabilidad, «se tuvo que derribar a la mitad».

Corte por accidente

Pero quizá lo más interesante de San Pedro el Viejo es que allí «están enterrados dos reyes de Aragón». La historia da juego. Sancho Ramírez tuvo tres hijos: Pedro I, que conquistó Huesca; Alfonso el Batallador, que conquistó Zaragoza, y Ramiro el Monje, que, como su nombre indica, se dedicó a la vida contemplativa en la abadía de Tomeras. Pero cuando murieron Pedro I, sus hijos y Alfonso el Batallador —que no tuvo descendencia por estar centrado en las campañas militares— «los nobles dijeron a Ramiro que tenía que salir de su vida religiosa, reinar y tener descendencia». Consiguieron convencerlo a pesar de que, para entonces, ya se había convertido en obispo de Roda.

Tras secularizarse, el antiguo religioso «se casó y tuvo una hija con doña Petronila». Esta se desposaría más tarde con Ramón Berenguer IV, por lo que su unión daría origen a la corona de Aragón —más amplia que el reino de Aragón al incorporar también el condado de Barcelona—. Pero volviendo a Ramiro el Monje, un hombre profundamente devoto, él «estableció su corte en San Pedro el Viejo, que dependía de los monjes con los que se había educado».

Este rey, que lo fue por las volteretas del destino, «está enterrado en la capilla de San Bartolomé, la antigua sala capitular, en un sarcófago romano del siglo II». Siglos después, los restos de su belicoso hermano Alfonso fueron trasladados a su lado pues, cuando llegó la desamortización, se quiso dar uso civil al monasterio de Montearagón en el que descansaba el conquistador de Zaragoza.

Refugio de reliquias

Otra de las joyas escondidas en San Pedro el Viejo son «los restos de los cuerpos de los santos Justo y Pastor». Aunque en un primer momento se encontraban en Alcalá de Henares, «la mayor parte está en esta iglesia». Es algo que ha sucedido en otros muchos lugares de España y que responde a razones históricas, explica Alegre. Durante la dominación musulmana «fue muy típico que las reliquias se subieran al norte. También sucedió con los restos de san Isidoro de Sevilla, que están en León».

San Pedro el Viejo, que «siempre ha sido una iglesia muy parroquial», se enfrenta ahora a un problema que azota a toda la región. Aunque «había una comunidad bonita, ahora está muy despoblada». No obstante resisten, pues «aquí siempre ha habido gente sencilla que ha aprendido catequesis corriendo por los capitales del claustro».

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