Gigi Proietti: «San Felipe Neri me puso en sintonía con mi alma»
«A veces, la vida te distrae y te aleja de esas preguntas que es necesario hacerse» para buscar la Verdad. Lo afirma el actor italiano Gigi Proietti. El esfuerzo de, durante dos años, meterse en la ropa, y en la piel, de san Felipe Neri le llevó de vuelta a esa época de su juventud en la que, entre dudas y certezas, se «preguntaba mucho sobre la fe»
¿Qué vio usted en san Felipe Neri que le animó a aceptar el proyecto?
Un hombre que escogió la virtud de la caridad para escuchar y comprender las voces que venían desde abajo: las de los más pobres y olvidados, buscando en ellos la verdad. Su voluntad era la de llegar lejos, a las Indias, para cumplir la que él creía que era su vocación misionera, pero entendió que se puede ser misionero en cualquier parte y encontró sus Indias en Roma, dedicando su vida a construir la Iglesia, no sólo en un edificio, sino también en esos lugares cercanos al alma, al respeto al prójimo y a la fe. Ese hombre es san Felipe Neri.
¿Qué aspectos de su personalidad le atrajeron más, a la hora de interpretarle?
Dos son los aspectos más destacables de su personalidad, que son aparentemente contrarios: el primero es el ascetismo, el deseo absoluto de vivir de la oración solitaria y profunda. El segundo es su elección por la comunicación directa, por el contacto casi físico con sus almas, buscándolas de muy diversas maneras: con el ejemplo, con la comunión, con la música, el canto, pero sobre todo, y sin lugar a dudas, con la alegría. San Felipe Neri fue definido como el santo de la alegría. Comunicarse a través del juego, que no es sólo el juego infantil, sino también todo juego que implica el conocer al otro, al prójimo.
Es decir, usted tuvo que construir un personaje esencialmente alegre…
La alegría de san Felipe no se transmitía únicamente a través de su sonrisa, sino también (según cuentan las crónicas de la época) con unas carcajadas liberadoras que le caracterizaban… Neri era dueño, por tanto, de una personalidad muy compleja, y lo era precisamente por su apariencia sencilla. La sencillez es una cualidad difícil de conseguir, así que en este sentido sencillez sería contrario a fácil.
¿Tardó mucho en hacerse con el personaje?
Estas características que he descrito hace un momento, son más que suficientes para que un actor se enamore de un personaje. Un personaje, por otra parte, hecho también de matices y leves sombras, en un intento de convencer a su gente, pero también al público actual. Tanto el director (Campiotti), como los guionistas y yo mismo, estuvimos todos de acuerdo en tratar de subrayar estos aspectos humanos y psicológicos del santo, introduciéndolos en su contexto, por supuesto, pero evitando hacer un ensayo histórico.
Me está diciendo que no miremos la película con la lupa quisquillosa del historiador meticuloso…
Si nos paramos a pensar en la vida de san Felipe, vivió en una época en la que la Iglesia vio el cambio de quince Papas, el saqueo de Roma, el Concilio de Trento…; fue uno de los siglos de mayor condensación de cambios de la historia de Italia y de Europa. Para poder contar su vida con detalle, habría hecho falta hacer una película de muchas horas.
¿Qué experiencia personal ha sacado de este rodaje?
Mi experiencia personal fue algo que yo no esperaba. Llevar durante más de dos meses las ropas de san Felipe, me trajo de vuelta a los pensamientos de cómo, cuando era joven, me preguntaba mucho sobre la fe, entre continuas dudas y certezas.
Después, a veces la vida te distrae y te aleja de aquellas preguntas que es necesario hacerse a uno mismo durante toda la vida en la continua búsqueda de la Verdad. Ésta fue la ocasión de volver a ponerme en sintonía con la parte de mí más desconocida y misteriosa: mi alma.
¿Y este trabajo le ha dado luz nueva sobre la idea de la santidad?
Estar cerca de la personalidad de un santo, aunque sólo fuese con motivo de hacer una película de ficción, me hizo pensar que la santidad se puede entender de muchas maneras. Existe aquella santidad, por decirlo de algún modo oficial, en la que la Iglesia eleva a los altares a una persona por altísimos méritos reconocidos y notorios, pero, además, existe otra santidad, la de los que consiguen con humildad vivir una vida perfecta en obediencia con los valores de su fe. ¡Y quién sabe cuántos santos hay de este tipo, desconocidos para nosotros!