6 de enero: san Andrés Bessette, el portero de san José - Alfa y Omega

6 de enero: san Andrés Bessette, el portero de san José

En pleno año dedicado a la figura del padre de Jesús, el santoral recuerda a san Andrés Bessette, un sencillo hermano lego, portero de su comunidad, que veneró a san José durante toda su vida y propagó su devoción entre millones de personas

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

A veces la vida ofrece extrañas coincidencias que parecen decidir el destino de una persona. Así ocurrió con el canadiense Andrés Bessette, cuyo padre era carpintero como lo fue san José, a quien estuvo vinculado toda su vida por una devoción que se sale de lo ordinario.

Andrés nació el 9 de agosto de 1845 a 40 kilómetros al sur de Montreal. Fue el octavo de doce hermanos. Cuando tenía 9 años, su padre murió aplastado por un árbol que estaba cortando, dejando a su familia sobreviviendo de mala manera en una cabaña de poco más de 30 metros cuadrados. Tres años después murió también su madre, que dejó en él los rudimentos de la fe y las primeras expresiones de piedad.

Fue acogido por unos tíos y los siguientes años de su vida estuvieron marcados por el trabajo. Fue peón de construcción, granjero, panadero, zapatero, herrero e hilandero, sin pasar nunca más de seis meses en el mismo sitio, pero tanta actividad la supo combinar con una vida de oración también intensa: vía crucis al despertar, rosario diario y unas particulares conversaciones con san José a lo largo del día, al que se sentía muy unido especialmente tras la muerte de su padre y por influencia del padre Provençal, quien le preparó para la Primera Comunión.

Fue precisamente este sacerdote el que le propuso, en julio de 1869, ingresar en la vida religiosa. A Bessette le costó tomar la decisión y rezó a san José durante seis meses para tener algo de luz. Al final aceptó y entró en la Congregación de la Santa Cruz, en Montreal. «Le mando a un santo», escribió por entonces el padre Provençal al superior de la comunidad.

«Es él quien cura, no yo»

Sin embargo, la salud no acompañaba al joven Andrés y la comunidad se resistió a aceptarle. En una visita del obispo, Bessette se tiró a sus pies para suplicarle su intercesión. Al confiarle su devoción a san José conectó con el prelado, que acariciaba en secreto el proyecto de construir un santuario en honor al padre de Jesús, patrono de Canadá. «No te preocupes, serás admitido», le tranquilizó.

Finalmente, el joven Andrés profesó los votos y la comunidad le confió el cuidado de la portería. «Mis superiores me dejaron en la puerta, y ahí me quedé 40 años», confesó con humor al final de su vida.

En sus ratos libres, el hermano Andrés construyó una choza en un bosque cercano donde colocó una imagen de su santo preferido. Poco a poco, sin que nadie supiera cómo, la gente comenzó a visitar el lugar, al mismo tiempo que pedían oraciones al pequeño hermano que lo custodiaba. Empezaron a sucederse curaciones y milagros, cada vez más impactantes, y cada vez llegaban hasta allí más y más personas. El propio arzobispo de Montreal, monseñor Paul Bruchesi, se pronunció sobre la capilla del hermano Andrés: «¿Debo decir que en este santuario de san José se hacen milagros? Si negara que así fuera, las ofrendas votivas que allí se amontonan desmentirían mis palabras». «Estoy convencido de que han ocurrido sucesos extraordinarios: curas corporales y curas espirituales aún mayores han tenido lugar aquí. Los pecadores han venido, han orado, y después de la oración han confesado sus iniquidades para irse después en paz con Dios».

«Yo soy como tú»

Al aval eclesiástico le siguió una verdadera riada de gente de todo el país que acudía allí a rezar y a pedir oraciones a Bessette. «Es san José quien hace estas cosas. Yo soy como tú, simplemente un suplicante. Lo que yo pueda hacer de prodigioso es un simple favor que Dios concede para que el mundo abra los ojos», decía a los enfermos.

Con el tiempo, aquella pequeña capilla levantada en el bosque se convirtió en la actual basílica de San José, el templo de mayor tamaño de Canadá, visitado hoy por más de dos millones de personas cada año.

El hermano Andrés fue adquiriendo una creciente fama de taumaturgo, y al final de su vida recibía ya cerca de 80.000 cartas al año en las que los enfermos pedían su oración. Murió el 6 de enero, el día en el que hoy le recuerda la liturgia. Más de un millón de personas acudieron a despedirle en su funeral.

Ahora, al cumplirse 150 años de que Pío IX declarara a san José patrono de la Iglesia, el Papa ha dedicado un año en memoria del custodio de la Sagrada Familia. «Todos pueden encontrar en san José –el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta– un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad», escribe Francisco en su carta Patris corde. «San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda línea tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación», dice el Papa. Así lo experimentó toda su vida el hermano Andrés, el portero de san José.

Bio
  • 1845: Nace en Saint-Grégoire d’Iberville, cerca de Montreal (Canadá)
  • 1854: Su padre muere aplastado por un árbol
  • 1857: Su madre fallece por tuberculosis
  • 1871: Hace sus votos religiosos como hermano lego
  • 1896: La Congregación de la Santa Cruz compra el terreno de la choza que construyó
  • 1904: Promueve la creación de un santuario a san José
  • 1937: Muere en Montreal
  • 1982: Es beatificado por Juan Pablo II
  • 2010: Es canonizado por Benedicto XVI