Salir a la calle - Alfa y Omega

El Papa nos invita con frecuencia a ser Iglesia en salida. Acostumbrados en nuestras comunidades a recibir a la gente en los despachos, a organizar grupos, a distribuir sacramentos, se nos hace bola esto de ser Iglesia en salida. Desde hace unos siete años las parroquias del barrio [de Lavapiés] tenemos un proyecto de educadores de calle. Observando a Mercedes, una abuelilla que pasaba su tiempo sentada en los bancos de los parques y las plazas, charlando con unos y con otros, acompañando y escuchando, nos planteamos una pregunta: «¿Y si en cada lugar hubiese cinco Mercedes desnudando la soledad?».

Así nos lanzamos, primero con un pequeño grupo de reflexión, luego con algunas propuestas más concretas. Salir a la calle es arriesgar, es perder tu zona de confort, es tratar de corazón a corazón. Hemos tenido experiencias maravillosas: bailando en la plaza, riendo en la peluquería, tomando la mano de esa mujer que no tiene a nadie, adoptando a algún que otro amigo africano. También ha habido desconcierto y dolor: observar a muchos jóvenes que buscan en la manada lo que no encuentran en una familia, que recurren a las sustancias que te venden una felicidad efímera y a cómodos plazos; ver a gente que se ha hecho invisible, durmiendo entre cartones o hablando solos. Reconozco que no es fácil comprender este proyecto. Posiblemente no se va a cambiar gran cosa, desde luego no tiene objetivos muy ambiciosos, tan solo estar, salir al encuentro, provocar el diálogo y la escucha; en expresión del Papa Francisco, aprojimarse.

Jesús tenía una especial habilidad para hacerse el encontradizo, para no juzgar, para poner en alerta sus cinco sentidos y desarmar con los ojos o con alguna que otra pregunta. Quizás lo más valioso de este pequeño desafío es, por un lado, que te ayuda a educar la mirada, a fijarte en lo que antes, a lo mejor, pasaba desapercibido; por otro lado, la fragilidad del mismo: no se reparte comida, no se solucionan temas de documentación ni te incluyen en un programa de rehabilitación, tan solo se reparte humanidad, se mueve el corazón, se toca el alma, se despiertan los sentidos y ayuda a creer. A lo mejor la fragilidad es parte del lenguaje que necesitamos aprender para salir a la calle y caminar juntos de la mano.