Rosario y Alicia, las verdaderas protagonistas de esta semana
Entre tanto ruido político, crispación en las calles y angustia en los hogares, dos luces han iluminado al equipo de Alfa y Omega
Nuestra portada hoy va dedicada a ellas. Entre tanto ruido político, tanta crispación en las calles, tanta angustia en los hogares, dos luces han iluminado nuestra semana. Rosario, nos dicen, se acerca al momento de encontrarse con el Padre, ese al que no abandona ni un día, «porque no perdona una Misa». Esta mujer gaditana, pequeña como un ruiseñor, no se abandona en la vejez o la enfermedad y cada día, como un reloj, acude al cementerio a adecentar dos lápidas. Una, la de su hijo Antonio, muerto de repente a los 23 años. Otra, al lado, la de su otro niño, Samuel. 5 años tenía cuando, de la mano de su madre, subió a aquel cayuco que los traería desde la República Democrática del Congo hasta España, cansados de esperar visados y con la espada de Damocles de la enfermedad de su madre carcomiendo el cuerpo. Se ahogaron en el intento. Y esta madre, la otra, la anciana, la que vio a un niño que podría ser su nieto morir frente a su costa, no quiso que ese pequeño tuviera una lápida lejana, que nadie llegase a cuidar. Juguetes y margaritas, no podía ser menos. Usuaria ella misma, en ocasiones, de Cáritas, esta viuda pagó a plazos un nicho más a mano. Espalda doblada y bayeta en ristre a diario para que ni una mota de polvo afee la foto del ángel. Ojalá, si un día Rosario se reúne con sus hijos en el cielo, alguien tome el relevo.
Junto a ella, Alicia. Que podría ser Rocío. O Luisa. O Serafina. 54 años recibiendo maltrato y con la sombra de la duda de, «ay, y si esto que me pasa no es lo normal». Gracias a una fundación que ofrece cursos de buen trato y desarrollo personal en centros de mayores, la tecla saltó. No es normal tener asignados cinco euros a la semana y tener que justificarlos. O que te violen cada día en tu cama, lugar de descanso de cuerpo y el alma. No es normal creer que es un asunto privado. Que acudas al médico con golpes y sean caídas de la escalera, qué casualidad siempre la misma excusa. Por fin Alicia, que podría ser Rocío, habló. 54 años después.