Luz Casanova pone rostro a la violencia doméstica que sufren las mujeres mayores
La exposición Mírame, soy visible, proyecto de Luz Casanova y estos días en la Fundación Pablo VI, en Madrid, da a conocer la violencia sufrida por mujeres mayores de 65 años a manos de sus parejas
El primer bofetón de su marido le llegó el mismo día de la boda. No hubo luna de miel de ensueño. «Pero si él no era así», se dice a sí misma, de novios se mostraba encantador. Desde entonces esta mujer, pongamos que Alicia, ha sufrido la violencia en casa. Muchas veces, ni ella misma la identificaba como tal. Hace 40 o 50 años no se hablaba de violencia de género. Las cosas eran así y punto, «te has casado y es lo que te ha tocado vivir». Vivir, ha vivido bajo el control de su marido toda la vida. Un ejemplo: tiene asignados cinco euros semanales que ha de justificar. Y, lo peor de todo y más vergonzante, la violencia sexual. «Es mi marido y tiene derecho», pensaría. Pero lo suyo era más una violación que una donación de amor. Los años pasaron y los hijos se fueron de casa. Alicia se quedó sola con su agresor. Sola porque él se encargó de que su vida social se fuera reduciendo a cero. «Me voy al parque a llorar, porque ni siquiera puedo llorar en casa». Ahora, ya mayor, no tiene padres, ni hermanos, ni cuñadas, ni amigas… Para los hijos, es su problema; «no te queda otra», le dicen, o «yo no quiero saber nada», o «¿qué hacemos con papá?». Ellos también son víctimas. Se han hecho su coraza.
Quizá en el año 1997, cuando Alicia vio a Ana Orantes en la televisión, pensó que lo que esta mujer estaba contando se parecía mucho a lo suyo y que igual ella podría denunciar. Pero, ¿para qué? Le dirían aquello de «vuélvete a casa, que eso se pasa» o «eso es un asunto privado». No, Alicia no cree en el sistema judicial. Se horrorizó cuando 13 días después de la entrevista en la tele, el marido la quemó viva. Pero Alicia, que ya es mayor, hasta que no vea una situación de riesgo inminente, no va a salir de su casa. ¿A dónde va a ir, sin otra vivienda, sin dinero, sin posibilidades, ella que nunca ha trabajado fuera de casa? O sí, pero lo ha hecho en una empresa familiar en la que ni siquiera ha estado dada de alta. Además, si se lanza a tomar la decisión, tendrá que pasar por un sinfín de recursos: centro de emergencia, centro de larga estancia, piso tutelado… No, Alicia ya no tiene edad para todo esto.
Entre las herramientas de Mírame, soy visible está la exposición que se puede ver en la Fundación Pablo VI (Madrid). Es un recorrido por las vidas de mujeres reales víctimas de violencia a manos de sus parejas que se ocultan tras ventanas de madera y las barreras que se encontraron: dependencia económica, religión y valores sociales…
Y luego está la pena. Sí, su marido, en el fondo, le da pena, «qué le va a pasar si yo me voy». Para Alicia solo hay dos salidas: o que él se muera o «me quito yo de en medio». Un día, Alicia empezó a ir a un centro de mayores. Allí se encontró con los talleres organizados por la Fundación Luz Casanova, unos de Buen Trato para hombres y mujeres, y otros de desarrollo personal solo para mujeres. En estos últimos, en los que se trabaja entre otras cosas la autoestima, Alicia pudo verbalizar y poner nombre a toda su vida.
Mujeres invisibles
Alicia es una historia de historias de mujeres mayores —hablamos de señoras a partir de los 65 años— maltratadas por su pareja. En España, según la última macroencuesta de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género (2019), el 4,4 % de las mujeres mayores ha sufrido violencia física o sexual alguna vez en la vida; el 10,1 %, violencia emocional, y el 5,2 %, violencia económica. En esta misma encuesta se recoge que el 49,9 % de las mujeres de esta franja de edad rompió la relación con su pareja como consecuencia de episodios violentos, frente al 77 % de las mujeres del resto de edades. Hace años, la Fundación Luz Casanova empezó a trabajar con estas mujeres mayores invisibilizadas porque se percataron de que eran las que menos acudían a los recursos para ellas: son las que menos denuncias interponen y menos ayudas piden. Además de los talleres antes mencionados, empezaron a formar a los profesionales. De ahí surgió el proyecto Mírame, soy visible, que se concibió como una herramienta de sensibilización para dar visibilidad a la situación que viven estas mujeres y romper estereotipos. Poco a poco se va haciendo algo de luz. Uno de los grandes logros ha sido la apertura de un centro de larga estancia para mujeres mayores en Madrid, de 16 plazas, al que pueden acudir personas derivadas de los recursos de atención a víctimas, fuerzas de seguridad, juzgados… Así se ahorran el periplo que a Alicia se le hacía un mundo. «Ellas pasan directamente al de larga estancia porque necesitan un hogar», explica Elena Valverde, responsable de Proyectos de Igualdad.
La sensibilización pasa también por los médicos de los centros de salud: ojo con aquellas mujeres que cada dos por tres están en atención primaria con dolencias de cualquier tipo o con síntomas depresivos. «Que indaguen», pide Valverde, «que se fijen en si acuden solas, si siempre van con ellos, o si ellos siempre entran en la consulta». Y por las parroquias. «A veces es al párroco a quien le cuentan lo que pasa, o a las personas de Cáritas…». «Una mujer mayor necesita mucho más tiempo y mucho más acompañamiento», resume. Como afirma una de ellas, que podría ser Alicia: «Llevo 54 años con una historia sin contar».