Robert Francis Prevost. Así se ha forjado un pastor universal - Alfa y Omega

Robert Francis Prevost. Así se ha forjado un pastor universal

A pesar de su discreción, la labor y los talentos de este agustino no pasaban desapercibidos. Lo fueron llevando, de sorpresa en sorpresa, de una parroquia de misiones a encargos de alcance mundial antes de convertirse en Pontífice

María Martínez López
El entonces prior general de los agustinos con Benedicto XVI en los Jardines Vaticanos
El entonces prior general de los agustinos con Benedicto XVI en los Jardines Vaticanos. Foto: Provincia agustina Nuestra Madre del Buen Consejo.

Una tabla de planchar fue el primer altar de quien iba a convertirse en el primer Papa estadounidense, el primero peruano y el primero agustino. Robert Francis Prevost empezó así, de niño, a jugar a celebrar Misa en su casa de Chicago; hasta el punto de que varias vecinas pronosticaron su elección. Lo recordaban estos días sus dos hermanos mayores, después de que el 8 de mayo fuera elegido Santo Padre con el nombre de León XIV.

En entrevistas pasadas, el propio Prevost atribuía su temprana vocación a la fe y al compromiso parroquial de sus padres: Louis Marius Prevost, administrador de un colegio e hijo de inmigrantes —francesa e italiano—, y Mildred Agnes Martínez, bibliotecaria con ascendencia española y criolla. Además de ser monaguillo y alumno de la escuela parroquial, la idea de ser cura le venía de forma natural al joven Robert porque «mi mamá era una cocinera muy buena y frecuentemente nos visitaban sacerdotes».

Después de estudiar en el seminario menor de los agustinos en Míchigan y de licenciarse en Matemáticas con especialidad en Filosofía en la Universidad Villanova, de la misma orden, finalmente entró a su noviciado en Misuri, a punto de cumplir los 22 años. «Desde mi primer tiempo allí, tenía conocimiento de la situación en el Perú; de lo que vivían los agustinos misioneros y de la necesidad de seguir buscando» manos para esta «gran aventura de fe», relató hace unos años en Callao.

Una vez ordenado, aceptó «con gusto» la invitación del obispo de Chulucanas, diócesis encomendada a la Orden de San Agustín. Los religiosos habían aceptado, pues preferían los lugares «muy pobres de periferia», recordaba estos días Edinson Farfán, agustino y actual obispo de Chiclayo. Fue una estancia breve, de un par de años, interrumpida para doctorarse en Derecho Canónico en Roma; pero eso no le impidió ya ejercer, con solo 30 años, de canciller de la diócesis además de la labor misionera de parroquia.

Después de estar luego un par de años al frente de la pastoral vocacional y misionera de su provincia agustina en Estados Unidos, Nuestra Madre del Buen Consejo, recibió su segundo destino en Perú; esta vez en Trujillo, como formador de profesos agustinos y profesor del seminario diocesano. Su rector de aquella época, Eduardo Martín Clemens, actual delegado de Misiones de Sevilla, lo eligió además como jefe de estudios. «Tenía el sentido práctico de Norteamérica junto al calor humano de Iberoamérica». Era «muy fiel a la tradición, respetuoso con todos y, a la vez, abierto a las reformas, sobre todo a las que conducen a la misión». Además, «era un hombre de comunión», capaz de integrar a muchachos de realidades muy diferentes. No fue el único que se fijó en sus talentos. Ya entonces, los obispos le pedían consejo.

Su escudo y su lema
Escudo del Papa León XIV

Dos motivos comparten el escudo de León XIV. La flor de lis sobre fondo azul simboliza la devoción a la Virgen. Abajo, el libro con un corazón en llamas y atravesado por una flecha alude al emblema de la Orden de San Agustín, inspirado en la frase con la que el santo relataba su conversión: «Has traspasado mi corazón con tu Palabra».

También su lema trasluce su vocación, pues procede de los escritos de su padre espiritual: In Illo uno unum. Es parte de una frase más larga que se puede traducir como «aun siendo muchos, en el único Cristo todos somos uno». En el pasado lo explicó afirmando: «Encuentro gran importancia en la misión del obispo de promover auténtica unidad entre los fieles», que se logra «solo cuando vivimos la verdadera comunión en Cristo».

Su labor se fue conociendo de igual modo entre sus hermanos de orden. Así, vivir fuera de su país de origen no impidió que en 1998 fuera elegido como provincial de Nuestra Madre del Buen Consejo. La sorpresa se repitió solo dos años y medio después, cuando en el Capítulo General de 2001 fue elegido prior general de la Orden de San Agustín. El agustino español Miguel Ángel Martín Juárez, que fue su secretario general, explica que, como en el cónclave, en esta reunión de la orden «no hay candidatos». Los participantes se van conociendo por sus intervenciones y en conversaciones personales y cada cual decide a quién votar. Prevost, además de su experiencia, atraía por «su manera de presentarse. Es un hombre tranquilo, discreto, no rígido ni demasiado tajante, sino muy dialogante».

Martín Juárez describe los dos mandatos que estuvo al frente de la orden como de bastante normalidad, «sin excesivos problemas». Prevost «no hizo un programa de gobierno ambicioso y rimbombante». En la gestión cotidiana, «se caracterizaba por tener unas ideas bastante claras y una gran capacidad de trabajar en equipo y conciliar posturas. Eso sí, una vez se llegaba a una conclusión, la llevaba adelante con decisión». Sí visitó las 40 naciones en las que están los agustinos «y creo que todas las casas».

Descanso que no lo fue

Al concluir este período, en 2013, el Papa Francisco —elegido pocos meses antes— le dijo «ahora, descansa», relató Prevost diez años después durante un acto en la Conferencia Episcopal Peruana. «Aquí está tu casa», le invitó Farfán desde Perú. Aceptó encantado para ser de nuevo responsable de formación, esta vez en Chiclayo, además de colaborar en el gobierno de su provincia estadounidense. Pero el Santo Padre tenía otros planes. Al año siguiente lo hizo primero administrador apostólico y, un año después, obispo de esa misma diócesis, donde hoy le sucede Farfán. Ese mismo 2015 adquirió la nacionalidad peruana. Tres años después, los demás obispos lo eligieron como vicepresidente segundo del episcopado. Su formación en derecho canónico resultaba muy útil. También estuvo al frente de la Comisión de Educación y fue miembro del consejo económico y de la dirección de Cáritas, donde ayudó a replicar la labor social que había puesto en marcha en Chiclayo. En plena pandemia, además, fue durante 13 meses administrador apostólico de Callao.

Sus palabras
  • «La conversión no fue un evento único para san Agustín. Siempre buscaba dónde crecer. ¡Es un modelo para todos! Desde mi juventud encontré en él la figura de un hombre muy grande, pero muy humano».
  • «Las urgencias casi con certeza no son las mismas en Italia, España, Estados Unidos, Perú o China excepto en una cosa: el desafío de proclamar el Evangelio».
  • «Ser buen pastor significa caminar al lado del pueblo de Dios y vivir cerca de él, no aislado. […] Un obispo debe saber administrar y tratar con la gente. Pero por encima de todo debe proclamar a Cristo y vivir la fe para que los fieles vean en él un incentivo para ser parte más activa de la Iglesia».
  • «Las ideologías han adquirido un poder mayor que la experiencia real de la humanidad, de la fe. Cuando se convierten en dueñas de mi vida no puedo dialogar, ya he decidido cómo son las cosas».
  • «El testimonio de la vida religiosa, aunque los números sean menos en el futuro, todavía tiene un valor capital por lo que significa vivir ese aspecto de consagración, de rendición total de la propia vida al Señor y al servicio de los demás».

(Citas sacadas de entrevistas a la web de la Orden de San Agustín y a la diócesis de Callao)

A finales de enero de 2023 Francisco lo llamó a Roma como prefecto del Dicasterio para los Obispos. A pesar de que era algo ya hablado con el Pontífice y para lo que se había mostrado dispuesto, intentó retrasarlo. Perú estaba en plenas revueltas por el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo y la represión, que acabó con decenas de personas. Prevost quería seguir acompañando a su pueblo. Finalmente se estrenó en la Curia en abril, en un puesto que llevaba aparejado el de presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. «Ha sido párroco, misionero, ha ejercido la autoridad en la orden» al más alto nivel, y luego «continuó como obispo y en la Curia», alaba Martín Juárez. «Tiene una visión completísima de todo».

Crono
Robert Francis Prevost de joven

1955

  • 14 de septiembre: nace en el Mercy Hospital and Medical Center de Chicago (Illinois, Estados Unidos).

1977

  • 1 de septiembre: ingresa en el noviciado de la Orden de San Agustín en San Luis (Misuri, Estados Unidos).

1981

  • 29 de agosto: realiza su profesión solemne, tres años después de hacer los primeros votos.

1982

  • 19 de junio: ordenación sacerdotal en el Colegio Agustino de Santa Mónica, en Roma (Italia).

1985

  • Hasta 1986: es enviado a Chulucanas, su primer destino en Perú. Volverá en 1988 hasta 1998, esta vez a Trujillo.

1999

  • Marzo: asume el cargo de prior de la provincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, de Estados Unidos.

2001

  • 4 de septiembre: comienza el Capítulo General de los agustinos que lo elige prior general. Es reelegido en 2007.

2014

  • 12 de diciembre: ordenación episcopal tras ser nombrado administrador de Chiclayo. Desde 2015, su obispo.

2018

  • 5 al 9 de marzo: durante la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Peruana lo eligen vicepresidente.

2020

  • 21 de noviembre: Francisco lo nombra miembro de la entonces Congregación para los Obispos.

2023

  • 30 de enero: es puesto al frente del Dicasterio para los Obispos y de la Pontificia Comisión para América Latina.
  • 30 de septiembre: el Papa lo crea cardenal diácono. Será promovido al orden de los obispos en 2025.

2025

  • 8 de mayo: es elegido Papa y adopta el nombre de León XIV. Comienza su pontificado diez días después.