Fue médico de cuatro pontífices. Renato Buzzonetti (1924-2017) estuvo ligado humana y profesionalmente durante más de 26 años a san Juan Pablo II, siguiéndolo con gran discreción a todos los rincones del planeta. Comenzó a prestar su servicio en el Vaticano durante el pontificado de Pablo VI, como segundo del profesor Mario Fontana. Y se jubilaría en 2009, tras ser el médico de Benedicto XVI durante cuatro años.
En la mañana del 29 de septiembre de 1978 fue despertado al alba poco después de que fuera descubierta la muerte de Juan Pablo I, el pontífice que reinó solo 33 días. Él la constató oficialmente y firmó el certificado de defunción del Papa Luciani en el que se hablaba de «muerte repentina» a causa de «un infarto de miocardio agudo». Fue un certificado que se hizo famoso.
Buzzonetti se convirtió casi en la sombra de Karol Wojtyla, siendo inmortalizado en centenares de miles de fotografías, muy atento siempre a todos los movimientos del Papa, al que acompañó hasta el final de su pontificado, en 2005. A Juan Pablo II lo describía como un «paciente dócil, atento y curioso, que no amaba las inyecciones intramusculares». Fue Buzzonetti el que garantizó los primeros auxilios a Juan Pablo II el 13 de mayo 1981 en la plaza de San Pedro, cuando el turco Ali Agca disparó al Pontífice. Comprendió de inmediato la gravedad y decidió su traslado urgente al Policlínico Gemelli, sin pasar por la enfermería vaticana. En los últimos y dolorosos años del pontificado tuvo que hacer frente a diversas emergencias, como en 2003 en Bratislava, donde Juan Pablo II sufrió una crisis respiratoria. El 1 de febrero 2005 decidió trasladar de urgencia al Papa Wotyla al Policlínico Gemelli, donde se le efectuó una traqueotomía. Recordaría luego Buzzonetti que Juan Pablo II se despertó con estupor tras la anestesia y pidió a la enfermera polaca Tobiana Sobodka, que lo asistió hasta sus últimos momentos, algo para escribir, trazando con dificultad estas palabras en polaco: «Qué me habéis hecho… totus tuus».
A pesar del vía crucis que padeció en sus últimos años de pontificado, el Papa Wojtyla lo afrontó todo con coraje y paciencia, según su médico personal: «Su gran dolor fue perder la autonomía. Nunca pidió sedantes. Era una persona que vivía en íntima unión con el Señor, con una fe de acero».
En torno a las 15:30 del 2 de abril, sábado, Juan Pablo II pronunció con dificultad y voz débil en polaco esta frase dirigiéndose a sor Tobiana: «Dejadme ir a la casa del Padre». Fueron sus últimas palabras, que algunos interpretaron como la voluntad de que cesaran las curas. Pero esa famosa frase tenía otro significado muy diverso, según Buzzonetti: «Fue una frase ascética», una altísima forma de oración final de un hombre que estaba sufriendo y sentía el fuerte deseo de querer acercarse al Padre celestial.
Renato Buzzonetti nació el 23 de agosto 1924 en Roma, donde murió el 21 de enero de 2017. Fue médico de cuatro papas, pero sobre todo, de Juan Pablo II, durante 26 años. Reveló que las curas al Papa Wojtyla no fueron interrumpidas, saliendo al paso de la interpretación que algunos hicieron de su famosa frase «dejadme ir a la casa del Padre».
Ángel Gómez Fuentes / ABC