Religiosidad popular - Alfa y Omega

Religiosidad popular

María Dolores Gamazo
Foto: EFE / Juan Carlos Hidalgo.

Todos los años, cada primer viernes de marzo, miles de fieles hacen cola para besar los pies de la imagen del Jesús de Medinaceli, una de las devociones con más arraigo popular. No solo de Madrid, sino desde distintas partes de España, la gente se desplaza para acudir a los pies de este Cristo a pedir ayuda y protección.

Esta devoción arraiga en la época en la que los padres trinitarios rescataron la imagen, como si fuese un cautivo, de tierras de infieles. Una vez liberado, fue traído a la casa de los duques de Medinaceli, de Madrid, de dónde tomó su nombre. Exponente de libertad, hoy hombres y mujeres de toda edad, clase y condición, siguen pidiendo a su Cristo que les libere de todo tipo de opresiones: de una enfermedad incurable, de la lacra del paro, del dolor de las divisiones familiares, de la impotencia de hijos alejados del hogar o que viven como si Dios no existiera en sus vidas…

Esta religiosidad popular que les mueve, esta devoción que no se entiende si no se ve o no se vive, también se puede tocar y palpar ese mismo día, primer viernes de marzo, a escasa distancia de la basílica del Jesús de Medinaceli. Quizás con menor resonancia mediática, la devoción a Jesús el Pobre en una de las iglesias más antiguas y castizas del viejo Madrid, como es la de San Pedro El Viejo, mueve a miles de personas que desde la medianoche de la víspera ya festejan a su Nazareno, y hacen cola desde primeras horas de la mañana para postrarse a sus pies con súplicas y plegarias, buscando la bondad divina.

Estas muestras de cariño que vamos a vivir dentro de unos días son un anticipo de los días de pasión y gloria que en breve llegarán. Pero no son los únicos. Y es que, en esta Cuaresma, son muchas las personas que a través de las distintas hermandades y cofradías se preparan con ilusión y entrega para vivir los días de pasión y dolor acompañando al Señor camino del Calvario. Para todos hay una imagen, un Cristo o una Virgen en la que buscar refugio en el dolor y consuelo en medio de las cuitas. Todas ellas procesionarán por nuestras calles, llenando los corazones del consuelo y la alegría de saber que Cristo muere y resucita por nosotros. No en vano, un amigo me dijo hace tiempo que una de las Semanas Santas más bonitas y menos conocidas era la de Madrid.