«Quiero hacer ver a la gente todo lo que Dios nos quiere»
A sus 87 años, viuda, con tres hijos y ocho nietos, Teresa Cavestany es la catequista más veterana de Madrid. Hoy, tras más de 70 años hablando de Jesucristo a todo el mundo, por todas partes, de todas las maneras, Teresa hace balance y confiesa: «Lo que me motiva es llevar a los demás la enorme cantidad de cosas que me ha regalado el Señor, por familia, por educación, por posibilidades de estudio…, para llevar el Evangelio y hacer ver a la gente todo lo que Dios nos quiere»
A sus 87 años, viuda, con tres hijos y ocho nietos, Teresa Cavestany es la catequista más veterana de Madrid. Procedente de una familia de diez hermanos profundamente religiosa, con sacerdotes, monjas e incluso una salesa mártir –«en casa vivíamos la fe de un modo muy natural y muy familiar»–, Teresa sintió sus inquietudes vocacionales ya desde muy joven: «Yo estaba en el colegio de las irlandesas, y en los últimos años empecé a plantearme qué quería hacer en la vida. Entonces nos propusieron ir a hablar de la religión en un zona de chabolas que se llamaba Las Latas, y que hoy es Moratalaz. Entonces no se llamaba catequesis, sino que íbamos a hablar con la gente, sobre todo con las mujeres. Les enseñábamos el Padrenuestro, lo que sabíamos…».
Pocos años más tarde, junto a su marido, Miguel, y con otros matrimonios, empezó a ir a las cárceles, a hablar con la familias de los presos, a ir por las parroquias de los pueblos para hablar con los padres de los niños de Primera Comunión, a dar charlas sobre convivencia familiar, educación de los hijos… Pero Teresa aclara que lo primero para ella era su familia: «Mi prioridad era mi familia. Yo hacía todas estas cosas en los momentos en que mi familia no me necesitaba, en vez de ir al teatro o ir a Galerías Preciados [ríe]».
También empezó a ir a dar catequesis a personas con discapacidad intelectual. «He hecho un montón de cursos, tengo cajas llenas de apuntes, pero al final, ¿qué sabes? Yo he llegado a la conclusión de que todo lo que sé me lo enseñaron estos chicos: un amor profundo a Dios, deseo de ayudar a los demás, alegría y respetar al que no piensa como tú. No se necesita más».
En 1960 llegó al Pozo del Tío Raimundo, donde recalaban aluviones de familias que llegaban a Madrid buscando trabajo. «En una noche construían su chabolita y se ponían a vivir ahí», recuerda. Y ahí sigue yendo desde entonces. Con muchas de aquellas mujeres han continuado la relación a lo largo de los años, y todavía se reúnen regularmente en la parroquia.
«Yo siempre me he puesto a disposición de los párrocos que he conocido. No puedes trabajar en una parroquia si no estás de acuerdo con el párroco», confiesa, al mismo tiempo que reconoce que «la vida me ha enseñado a tener una apertura tremenda, a los cambios de la Iglesia y de la sociedad».
Cuando se le pregunta qué es lo que ha hecho por tantas personas a lo largo de tantos años, responde inmediatamente: «¿Hacer algo con ellos? No, el regalo es que ellos te acepten. Tú no haces nada. Tu solo puedes quererlos y estar con ellos, pero el regalo es estar con ellos. Yo he sido la que más ha recibido».
Pero Teresa sigue al pie del cañón. Forma parte de cuatro grupos de vida cristiana y también ofrece sus aportaciones en encuentros del Plan Diocesano de Evangelización de Madrid, «porque me siento muy diocesana».
Y además de ir todas las semanas a hablar y rezar con las mujeres del Pozo, también da catequesis de Primera Comunión a los niños de su parroquia, por lo que opina que el mejor catequista es el que tiene en cuenta también a los padres: «Creo que es fundamental tener una buena relación con los padres, lo más cercana posible».
Hoy, tras más de 70 años hablando de Jesucristo a todo el mundo, por todas partes, de todas las maneras –recientemente recibió de parte de la Delegación Episcopal de Catequesis una placa de reconocimiento por su labor–, Teresa hace balance y confiesa: «Lo que me motiva es llevar a los demás la enorme cantidad de cosas que me ha regalado el Señor, por familia, por educación, por posibilidades de estudio…, para llevar el Evangelio y hacer ver a la gente todo lo que Dios nos quiere».
«A lo largo de la vida he sentido presente constantemente a Jesús», asegura Teresa. Especialmente en los momentos difíciles, como «cuando estuve a punto de morir a los 34 años». A las puertas de la muerte, habiendo recibido la Extremaunción, «le dije al Señor “si quieres llevarme, llévame”. Me había preparado para lo que Él quisiera y estaba confiada en sus manos», explica. «Y aquí sigo. Fíjate la cuerda que me ha dado Dios».
Teresa ha participado en la iniciativa Jesús está vivo. ¡Cuéntalo! con un vídeo con su testimonio –se puede ver AQUÍ–. Tú también puedes hacerlo: manda un video con un pequeño testimonio personal a jesusestavivo@alfayomega.es. Editaremos tu vídeo y lo publicaremos en la web, y te mandaremos en enlace por si quieres compartir tu testimonio con tus amigos, con tu familia o con quien quieras.