«¡Qué maravilla ver aquí, después de 400 años, el corazón de san José de Calasanz!»
El pasado 27 de noviembre de 2016 arrancaba un Año Jubilar para los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, más conocidos como Escolapios. Hasta el próximo 27 de noviembre de 2017, conmemorarán el 400 aniversario de la fundación de la Orden por San José de Calasanz. Con este motivo, el Santo Padre les ha concedido la gracia de celebrar un Año Jubilar
Este viernes, los padres escolapios de la provincia Betania en la diócesis de Madrid, junto a todos los alumnos de secundaria, profesores y personal de los centros calasancios de la capital, han participado en una solemne celebración de la Eucaristía en la catedral de Santa María la Real de la Almudena. Presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en la misma han concelebrado el padre Elías Royón, vicario episcopal para la vida consagrada en Madrid, Carlos Aguilar, vicario de evangelización, el padre Daniel Hallado Arenales, provincial de los escolapios y numerosos sacerdotes.
«Dios os ama entrañablemente»
En su homilía, el prelado, ha agradecido la fidelidad de todos los asistentes para celebrar «400 años de vida» de la Escuela Pía, «de esa presencia –en el mundo y en todos los continentes– que nació en Roma con tanta sencillez», pero «con una voluntad de querer hacer verdad lo que el Señor, en el Evangelio, nos dice». La voluntad, ha señalado, de «hacer ver que Dios quiere muy especialmente a los niños y a los jóvenes, que Dios os ama entrañablemente».
Acompañado delante del altar –y frente a la asamblea calasancia– por un grupo de chicos y chicos pertenecientes a la familia pía, el cardenal les ha animado a ser «capaces de dejar» que la Palabra del Señor cale en su corazón. En tiempos de san José de Calasanz, ha aseverado el arzobispo, «los pobres estaban por la calle, tirados»; y «cuando san José, en el Trastevere, empieza a acoger a aquellos niños, que eran pobres y que hacían torpezas, resulta que su corazón va cambiando». Así, ha aprovechado para preguntar a los congregantes: «¿No será que nosotros no estamos dando a los niños y jóvenes aquello que más necesitan?». A ejemplo de Jesús, que «les infundía su vida, su amor, su cariño, su amistad, su ocupación por ellos; eran importantes en su vida, decía que ‘de ellos es el reino»’, y los abrazaba y los bendecía». Por ello, ha continuado, «Dios quiere hacerse presente en medio de esta historia para decir a los jóvenes y niños que son sus predilectos, que el reino quiere que lo hagan presente ellos».
Un pueblo nuevo con un corazón de carne
«¿No es esto bonito?», ha apuntado el prelado. «Dios os abraza, os quiere, no es un cuentista, si le dejáis cambia vuestro corazón», y «quiere haceros miembros de su pueblo». Un pueblo nuevo «de hombres y mujeres que seamos capaces de tener un corazón de carne, que se enternece ante las necesidades de los demás, que se abre a todos los hombres». Y qué maravilla ver aquí, ha destacado, después de 400 años, «el corazón de san José de Calasanz», que «se ha ido por todas las partes de la tierra a decir a los jóvenes: ‘¡Sois los predilectos de Dios, os quiero!’ Tenéis que cambiar este mundo».
En medio del silencio sepulcral que mantenía en vilo a una catedral repleta, el prelado ha vuelto a interrogar a aquellos que permanecían a su lado, en el altar: «Dios, que se revela en Cristo, ¿hizo daño a alguien o a todos los que se acercó intentó hacerles bien?». Ángel ha acentuado que «Jesús no hizo daño a nadie», allanando el camino de la fe al prelado para que éste completase que, cada uno de los allí presentes, tiene «la vida de Jesús en su vida»; por tanto, «renovad la mente, el corazón y la vista para ver al hermano en lo que es, imagen de Dios». Como san José de Calasanz, que «cuando fue a la escuela, acogió a todos, porque son hijos de Dios» y «no hay mejor manera que esta para celebrar los 400 años».
Con el estilo y la manera de Calasanz
Finalmente, les ha alentado a quedarse tres detalles: «Jesús hoy, con san José de Calasanz, os dice que os quiere, que sois un pueblo –el pueblo de Jesús–», Él «quiere mostrar a los hombres que el reino de Dios no deshace a nadie y es de verdad, amor y justicia», y que «desea que cambiemos nuestro corazón y nuestra mente». El regalo más grande que puede hacernos alguien, ha concluido, «es decirnos estas cosas, y hoy os las ha dicho Jesús». Por tanto, «que continuéis siguiendo los consejos de Jesús, con el estilo y la manera de san José de Calasanz».