Publicada en España la obra de Joseph Ratzinger sobre san Agustín. Cuando el pueblo de Dios vive del Cuerpo de Cristo - Alfa y Omega

Publicada en España la obra de Joseph Ratzinger sobre san Agustín. Cuando el pueblo de Dios vive del Cuerpo de Cristo

Poco antes del verano de 1950, el profesor G. Söhngen, de la Universidad de Munich, proponía a uno de sus alumnos, Joseph Ratzinger, concursar en el premio de ese año, cuyo tema era: Pueblo y casa de Dios en la doctrina de san Agustín. Profesor y alumno intuían el reto que había

Patricio de Navascués
Joseph Ratzinger, impartiendo una conferencia en la Universidad de Freising, 1955.

El desafío no era pequeño, si tenemos en cuenta el contexto teológico de aquella mitad del siglo XX. Desde hacía tiempo andaban enfrentadas dos visiones acerca de la Iglesia: ¿había de entenderse ésta fundamentalmente como pueblo de Dios o, más bien, como cuerpo místico de Cristo? En particular, la obra de un dominico, el padre Koster, en el año 1940, había desencadenado toda una serie de discusiones. Según él, entender la Iglesia como cuerpo de Cristo era tomar como esencial lo que no dejaba de ser uno entre otros aspectos parciales. Además —pensaba Koster—, la expresión paulina, utilizada por el Apóstol por razones pastorales, favorecía una interpretación de la Iglesia demasiado espiritualista, descuidando el orden visible e institucional de la misma. Por el contrario, el concepto pueblo de Dios se refiere a la Iglesia en sentido propio, y así aparece en la Escritura. Koster responsabilizaba en parte de este estado de cosas a la interpretación que san Agustín había hecho sesgadamente de los conceptos pueblo de Dios y cuerpo de Cristo.

Se comprende ahora que, tras el enunciado del concurso, latía una de las cuestiones más acuciantes para la teología del momento, donde lo patrístico y lo dogmático se ofrecían, como de costumbre, inseparables. El seminarista Ratzinger no se arredró. La relación con Agustín le venía de lejos, gracias a la afición mostrada por las Confesiones, y recientemente había sido estimulada por la lectura de los ensayos de H. de Lubac. Bien pertrechado en el dominio de las lenguas latina y griega (indispensables para adentrarse en Tertuliano, Cipriano, Optato, Agustín, Crisóstomo, Atanasio, con la soltura mostrada por aquel joven de 23 años), agotando todos los recursos bibliográficos disponibles en la Alemania de la posguerra, y fiado de su querido profesor Söhngen, se puso manos a la obra.

El resultado es Pueblo y casa de Dios en la doctrina de san Agustín sobre la Iglesia (Ediciones Encuentro), una obra que sigue constituyendo un punto de referencia por la infinidad de perfiles tratados con instinto y hondura en torno al tema principal, sólidamente presentado. De entrada, ha de constatarse que el resultado obtenido no respondió a lo que profesor y alumno habían esperado. En efecto, su profesor, también maestro del padre Koster algunos años antes, creía poder confirmar con este estudio las tesis del dominico. No obstante, Ratzinger se deja guiar por el texto. Es el texto el que le impone soberanamente el método y el contenido por encima de las intuiciones de su director de tesis. El resultado no favorece finalmente los planteamientos de Koster.

Ratzinger aprendió en las páginas de Tertuliano, Agustín… cómo lo más concreto y real que existía para aquellos cristianos africanos era el Cuerpo de Cristo eucarístico, en torno al cual la vida entera del cristiano y de la comunidad se configuraba internamente, animada por la caridad, y se ordenaba visible y disciplinarmente. La expresión paulina, lejos de ser puerta de escape para un falso misticismo y un menosprecio de cara al orden visible de la jerarquía, se convertía en la clave (¡en el único concepto real!) que diferenciaba específicamente a este pueblo constituido por los cristianos respecto de cualquier otro pueblo y le constituía precisamente como pueblo de Dios. Los que claramente no serían pueblo en virtud de su raza, condición, etcétera (los cristianos) sólo lo son y como propiedad de Dios en virtud del cuerpo de Cristo.

A lo largo de la tesis asoman otros aspectos que, después, habrían de encontrar continuo desarrollo en el quehacer teológico de Ratzinger: la relación entre exégesis (del Antiguo Testamento, de la expresión pueblo de Dios) y cristología (Cuerpo de Cristo como única clave de lectura que libra de la arbitrariedad); la primacía de la caridad agustiniana, que supera el plano ético; el valor de la communio como peculiaridad distintiva de los cristianos; la relación entre el cristianismo e Israel, entre el cristianismo y el resto de religiones; la liturgia cristiana en relación con la judía y los cultos paganos…

Lo decisivo se centra en el concepto de Iglesia. Frente a las visiones pseudomística, sin base en la Tradición, jerárquica o sólo eucarística, se yergue la comprensión eclesiológica del Cuerpo de Cristo eucarístico. Frente a la Iglesia mística, autosuficiente, no necesitada de jerarquía (peligro de la doctrina de Tertuliano), y frente a la Iglesia visible, ordenada sólo en torno al obispo jurídicamente legítimo (peligro de la doctrina de Cipriano), se alza la única Iglesia santa, la eucarística, el pueblo peregrino de Dios, la ciudad de Dios, unida por los vínculos internos de la caridad y significada de modo visible y ordenado (visión de Agustín).

Pueblo y casa de Dios en la doctrina de san Agustín sobre la Iglesia
Autor:

Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)

Editorial:

Encuentro

Año de publicación:

2012

Páginas:

312

Precio:

38 €