Protagonistas, no meros espectadores - Alfa y Omega

Protagonistas, no meros espectadores

En su Carta pastoral, con motivo de la LV Campaña de Manos Unidas contra el Hambre, nuestro cardenal arzobispo hace suyo el lema de la Campaña: Un mundo nuevo, proyecto común, y escribe esta semana:

Antonio María Rouco Varela
Haciéndose la comida en el Centro de Familias, del Hospital de Kapiri, de las Carmelitas Misioneras, en Malawi
Haciéndose la comida en el Centro de Familias, del Hospital de Kapiri, de las Carmelitas Misioneras, en Malawi.

La LV Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, que celebraremos el día 9 de febrero, se presenta bajo el lema Un mundo nuevo, proyecto común. Pretende recordarnos la responsabilidad ineludible de ser protagonistas de la Historia y no meros espectadores. Desde sus orígenes, Manos Unidas se ha comprometido, desde la fe en el Señor Jesús, en trabajar por un mundo nuevo. Este objetivo de su misión se fundamenta, como no podía ser de otra manera, en la esperanza de los cielos nuevos y nueva tierra que consumarán la historia de la Humanidad. Como muy bien dice el Concilio Vaticano II, esta esperanza «no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación por cultivar la tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo» (GS 39).

La diócesis de Madrid está inmersa en una gran Misión, que tiene como centro el anuncio del Evangelio de Cristo. Como he dicho en la Carta con que presentaba el Plan Pastoral para el curso 2013-1014, el anuncio del Evangelio no es posible sin el testimonio cristiano que abarca la palabra y las obras: «La fe –os decía– es inseparable de la caridad, ámbito donde se hace particularmente visible y consciente» (Servicio y Testimonio de la verdad, 3). Así lo recordaba también el Papa Francisco en la encíclica Lumen fidei: «Por su conexión con el amor, la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, el Derecho y la paz» (n. 51). Su reciente Exhortación apostólica es una ardiente exhortación a la acción evangelizadora y misionera de la Iglesia, que nace de la fe: «De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad» (véase Evangelii gaudium, 186).

Más allá de nosotros mismos

La fe en Dios, Creador y Padre de todos, nos exige vivir la responsabilidad de unos para con otros, como hijos de un mismo Padre y miembros de la única familia humana, ya que la fe, «como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno» (LF 54). Con respecto al desarrollo, Benedicto XVI nos recordaba, en su última encíclica, que «el desarrollo de los pueblos depende, sobre todo, de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto a otro» (Caritas in veritate, 53). Es cierto que no son pocas las iniciativas y testimonios de ello en nuestra Iglesia diocesana, pero la Campaña de Manos Unidas nos invita a mirar más allá de nosotros mismos, abriéndonos a la universalidad que reclama nuestro ser Iglesia. De este modo, la luz de la fe «nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza» (LF 51).

En nuestros días, el fenómeno de la globalización contribuye no poco a hacernos conscientes de la fraternidad que existe entre los diversos pueblos de la tierra. Sin embargo, pese a las ventajas que todos reconocemos a este fenómeno, no se ha logrado acabar con las desigualdades e injusticias entre los hombres, sino que, en muchos casos, las ha reconfigurado, provocando, junto a aspectos positivos, la globalización de la indiferencia. Contra ella nos ha advertido repetidas veces el Papa Francisco, a la vez que la ha denunciado y desenmascarado, invitándonos a luchar contra el individualismo y el subjetivismo que nos aleja progresivamente del proyecto de un mundo más justo y solidario. Os animo, pues, a una participación generosa en la Campaña de Manos Unidas, cuyo lema nos recuerda lo que decía Pablo VI en la encíclica Populorum progressio: «El desarrollo integral del hombre no puede realizarse sin el desarrollo solidario de la Humanidad, mediante un mutuo y común esfuerzo» (n.43).

Es verdad que no son pocas las necesidades presentes entre nosotros: necesidades a las que los cristianos de Madrid respondemos con gran generosidad. Sin embargo, estas necesidades y su atención no nos eximen de acudir en ayuda de tantos hermanos nuestros de otros países. Lo hemos hecho siempre a lo largo de nuestra historia y recientemente con nuestros hermanos afectados por el tifón en Filipinas. Lo hacemos también ahora al participar en esta LV Campaña de Manos Unidas, convencidos de que «la obligada solidaridad entre los que compartimos una misma condición y un mismo destino nos exige compartir, siendo preciso modificar nuestros hábitos de vida y adecuarlos a una sobria austeridad» (Conferencia Episcopal Española, Mensaje con motivo del L aniversario de Manos Unidas, 20). Manifestamos así que «las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones que tienen como fundamento el amor de Dios» (LF 51).