Preguntas a Dios
La parroquia Santa Ángela de la Cruz, en la zona norte de Madrid, ha tenido la ocurrencia de repartir entre el vecindario un bonito marcapáginas encabezado por una pregunta provocadora: «¿Si Dios existiese, qué pregunta le harías?». La parroquia se propone llamar la atención de creyentes y no creyentes para atraerlos hacia una nueva forma de evangelización que, por cierto, se practica desde hace casi 20 años con notable éxito, aunque todavía hay mucha gente que no se ha enterado.
La mies es mucha, y lo que se busca son trabajadores para esa mies. El marcapáginas con la provocadora pregunta puede llevarnos a preguntas más incitantes: ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué existimos? ¿Qué sentido tiene la vida?
De dar las respuestas se encarga una asociación de clérigos y seglares llamada Alpha, fundada en 1990 por el párroco anglicano Nicky Gumbel. Su idea era bien sencilla: convocar a grupos de personas más o menos inquietas a una cena en el ámbito parroquial y dedicarse a dar respuestas a cuantas preguntas se le hacían. Alguien se ocupó después de enfocar esas reuniones entre las comunidades católicas que buscaban las mismas respuestas que las anglicanas y así se han extendido por todas partes. Ya son más de siete millones de cristianos los que han planteado a los organizadores las mismas preguntas que se repiten desde la eternidad.
Algún inquieto periodista ha tenido la ocurrencia de entrevistar a Dios para plantearle las mismas cuestiones: por qué el mal, por qué la pobreza, por qué el hambre, por qué la muerte… Todas las respuestas las encontró el joven reportero en las Escrituras, porque todo lo que tenía que decir Dios a la humanidad está ahí.
Lo que quiere Alpha es responder a las inquietudes del hombre de hoy, asediado por esa posmodernidad relativista que excluye a Dios, que se burla de Dios, que profana capillas, que quiere mandar a los católicos al ostracismo. Así que quien quiera entrevistar a Dios no tiene más que ir a la parroquia Santa Ángela de la Cruz (calle César Manrique, 7), donde cada lunes, a partir de las ocho de la tarde, se cena, se pregunta y cada cual se hace un sayo propio con las respuestas. Yo mismo iré un día para preguntar lo que me arde en el corazón: «¿Por qué nos quieres tanto, Señor?».