¿Por qué no me habré confesado antes? - Alfa y Omega

Llevaba tiempo sintiéndome cansada, sin fuerzas, y pensé en hacerme un análisis para ver cómo estaba. La doctora me dijo que tengo falta de hierro y me recetó unas pastillas. ¡Qué tonta he sido!, pensé. Si no hubiese tardado tanto en ir al médico, antes hubiese empezado el tratamiento y mi sangre se habría fortalecido con más rapidez. Tardé en tomar la decisión, pero, ahora, ya tenía la sangre controlada. Tomé nota: Hacerme análisis más a menudo.

Por otro lado, pensaba en mí misma y me daba cuenta de que me he pasado la vida intentando saber cómo, en qué y a quién podía ayudar, pero nunca me había parado a pensar en la posibilidad de recibir yo ayuda de los demás. Pensaba en la forma de dar, pero no me planteaba la forma de recibir. ¿No necesitaría mi alma ser analizada también? Dos cosas son importantes para que nuestro interior funcione bien: saber dar, saber recibir.

Dios, como buen Padre, ha pensado en todo. Para cuidar el corazón, medicinas inventó. ¿Para la salud del alma? Los sacramentos diseñó, y uno especial para recuperar la paz. Confesión, lo llamó, y a él hay que acudir con fe y decisión.

Fe: ir a confesarse confiando plenamente que es Dios quien nos va a perdonar .

Decisión. ¿Por qué? Por muchos motivos.

Uno básico y fundamental: para estar en paz. No merece la pena ir alicaído por la vida teniendo medios para evitarlo.

Lo sé, a veces cuesta dar el paso. Nos da vergüenza, nos cuesta reconocer que no siempre hacemos las cosas bien. No queremos que los demás se enteren. Si ése es vuestro caso, entonces, cuando os confeséis, la satisfacción será doble. Recuperaréis la paz perdida y habréis superado vuestros temores. Cuando uno logra algo que le cuesta, se siente orgulloso de sí mismo. Todo lo más que os puede pasar es lo que me pasó a mí, que después de confesaros os preguntéis: ¿Por qué no me habré decidido antes?

Hay otro motivo, y una cuestión de peso. Me decía una amiga que me encontraba más delgada. Extrañada me quedé. Ya es la cuarta persona que me lo decía en una semana. No puede ser, pensé. Lo habría notado en los pantalones, en el cinturón. Intrigada, me pesé, y pesaba lo mismo que hace tres meses. No lo entendía.

De repente, caí en la cuenta. Recordé: la mochila. Eso es, ya no la llevo conmigo y por eso estoy mas delgada. Hace unos días, me confesé y la sensación que tuve fue ésa: me sentí liberada. Ya no sentí el peso que durante años llevé conmigo, ahora podía andar ligera de equipaje y eso se nota; y parece que los demás también lo notan.

¡Venga! ¡Decisión! Sólo un tiempito vamos a estar en esto que llamamos mundo, y nadie va a vigilar por nosotros nuestro corazón y nuestro interior. Bueno, sí, los médicos del corazón y el doctor del alma, Jesús; pero no nos pueden curar si no hacemos el esfuerzo de ir a ellos.

De verdad, de la buena, que merece la pena, y mucho, recibir el perdón tras la confesión.

Estando en paz con Dios, nuestro corazón estará en disposición de dar y recibir amor.

Maite Pérez