¿Por qué está dedicado junio al Sagrado Corazón de Jesús?
Esta devoción fue alimentada durante dos siglos por religiosas que escribieron a reyes y Papas
Todos los años, en junio, la Iglesia invita a los católicos a profundizar en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús para recordar su amor fiel e incondicional por la humanidad. Es una devoción que hunde sus raíces en el 16 de junio de 1675. Entonces, una religiosa francesa llamada Margarita María de Alacoque —y que acabaría siendo canonizada en 1920— tuvo según la tradición unas visiones de Jesús y de su Sagrado Corazón. Estaba envuelto en llamas de amor, coronado de espinas, marcado por una herida abierta de la que brotaba sangre y de su interior salía una cruz.
Después, Jesús le pidió a esta monja de la Orden de la Visitación de Santa María que descansara sobre su pecho y le dijo: «He aquí el Corazón que ha amado tanto a los hombres, y que, sin embargo, recibe de la mayoría ingratitud, irreverencia y desprecio». También le reveló su deseo de instituir una fiesta en honor a su Sagrado Corazón.
Margarita María de Alacoque cumplió con el encargo y el 17 de junio de 1689 escribió al entonces rey de Francia, Luis XIV, transmitiéndole la petición que decía haber recibido de Jesús. Sin embargo, el monarca ignoró su misiva, lo que, según la devoción popular, acabaría desencadenando que en aquella misma fecha exactamente 100 años después se proclamara la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa.
Fruto de la devoción que se fue despertando y manteniendo durante los siglos, en 1856 Pío IX estableció que todos los años se celebraría de manera universal el viernes siguiente a la octava del Corpus Christi.
Pero fue al final de aquel siglo cuando se consolidó esta devoción. Jugó un papel fundamental María Droste zu Vischering, una alemana de alta cuna que ingresaría en la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, adoptaría el nombre de Sor María del Divino Corazón y dedicaría su vida a la consagración de la humanidad al Sagrado Corazón.
Lo acabaría consiguiendo, pues se lo solicitó por carta a León XIII y él lo concretó promulgando el 25 de mayo de 1899 la encíclica Annum Sacrum. Apenas dos semanas después, el 8 de junio de aquel mismo año, Sor María falleció en Oporto. Y tres días después León XIII presidió la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús.