«¿Por qué buscar padrinos y hacer carrera? Todo pasa. Vigila» - Alfa y Omega

«¿Por qué buscar padrinos y hacer carrera? Todo pasa. Vigila»

Enérgico mensaje del Papa Francisco a los cardenales tras el consistorio del sábado. «¿Por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras?», les ha dicho

Redacción
Foto: Vatican News

«Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar», es la invocación del Papa Francisco en su homilía en la Santa Misa con los nuevos cardenales, celebrada en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, este primer Domingo de Adviento.

El Papa Francisco ha dicho que el Adviento «es el tiempo para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha descendido hasta nosotros». Por ello, el primer paso de la fe es decirle al Señor que lo necesitamos, «reconocer que Dios está cerca, y decirle: “¡Acércate más!”. Él quiere acercarse a nosotros, pero se ofrece, no se impone». El Adviento nos recuerda que Jesús vino a nosotros y volverá al final de los tiempos, pero nos preguntamos: ¿De qué sirven estas venidas si no viene hoy a nuestra vida? Invitémoslo. Hagamos nuestra la invocación propia del Adviento: “Ven, Señor Jesús”, una invocación que podemos decirla al principio de cada día y repetirla a menudo, antes de las reuniones, del estudio, del trabajo y de las decisiones que debemos tomar, en los momentos importantes y en los difíciles».

Para el Santo Padre, también es importante estar vigilantes, porque «un error de la vida es perderse en mil cosas y no percatarse de Dios. Atraídos por nuestros intereses y distraídos por tantas vanidades, corremos el riesgo de perder lo esencial».

Debemos vigilar «porque llegará el día cuando estemos con el Señor. Vendrá, no nos desanimemos. Pasará la noche, aparecerá el Señor. Estar vigilantes es esperar esto, es no dejarse llevar por el desánimo, es vivir en la esperanza. Así como antes de nacer nos esperaban quienes nos amaban, ahora nos espera el Amor mismo. Y si nos esperan en el Cielo, ¿por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día? ¿Por qué buscar padrinos para tener un ascenso y subir y promocionarnos en la carrera? Todo pasa. Vigila, dice el Señor».

Sin embargo, es difícil porque «por la noche es natural dormir. No lo lograron los discípulos de Jesús, a quienes Él les había pedido que velaran. Sobre nosotros puede caer el mismo sopor. Hay un sueño peligroso: el sueño de la mediocridad. Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila. Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante», dijo el Papa a los cardenales.

Para el Obispo de Roma, podemos despertar del sueño de la mediocridad con la vigilancia de la oración: «Rezar es encender una luz en la noche. La oración nos despierta de la tibieza de una vida horizontal, eleva nuestra mirada hacia lo alto, nos sintoniza con el Señor. Hay mucha necesidad de cristianos que velen por los que duermen, de adoradores, de intercesores que día y noche lleven ante Jesús, luz del mundo, las tinieblas de la historia».

El Santo Padre advirtió también que hay un segundo sueño interior que es peligroso, el de la indiferencia: «Cuando solo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón. Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo».

Para despertar de este sueño de indiferencia, el Papa Francisco señaló la vigilancia de la caridad: «La caridad es el corazón palpitante del cristiano. Así como no se puede vivir sin el latido del corazón, tampoco se puede ser cristiano sin caridad. Algunos piensan que sentir compasión, ayudar, servir sea algo para perdedores; en realidad es la apuesta segura. Es con obras de misericordia que nos acercamos al Señor. Jesús viene y el camino para ir a su encuentro está señalado: son las obras de caridad».