Pequeños gestos de acogida que lo pueden cambiar todo
Si la integración ha sido posible para alguien como Farhad Bitani, es posible para todos. Hijo de un general afgano, educado en el fundamentalismo, Bitani creció rodeado de violencia. Así lo testimonió…
Si la integración ha sido posible para alguien como Farhad Bitani, es posible para todos. Hijo de un general afgano, educado en el fundamentalismo, Bitani creció rodeado de violencia. Así lo testimonió en EncuentroMadrid: «De niño vi cosas por la calle mucho peores que las que vosotros veis por la tele: cadáveres, mujeres violadas… y el baile de la muerte, que consistía en decapitar a un hombre, poner la cabeza en el suelo, impregnarla de aceite hirviendo y bailar alrededor».
A los 10 años empezó a participar en lapidaciones, porque los talibanes en la escuela coránica les decían que de este modo reducirían sus pecados. «Lo único que conocía de Europa eran los aviones que, de vez en cuando, nos bombardeaban». Tras la invasión de Estados Unidos en 2001, el dinero corría por Kabul en grandes cantidades, sobre todo para los más fanáticos. «Llegaban coches americanos con sacos negros llenos de dólares para los muyaidines fundamentalistas», relata Bitani.
Su vida dio un giro radical cuando destinaron a su padre a Italia y con él a toda su familia. El joven Farhad ingresó en la Academia Militar y empezó a conocer la cultura italiana. Un día, un amigo italiano le invitó a cenar a su casa. No sirvieron alcohol ni cerdo en la mesa, por respeto a su religión. «¿Cómo es posible que un infiel respete mi religión?», se preguntaba Bitani. Pequeños gestos como éste fueron cambiándole. Pero para él era muy difícil abandonar el fundamentalismo, porque su padre era uno de los jefes. Un día, los talibanes ametrallaron su casa cuando toda la familia estaba dentro. Salvaron la vida de milagro.
«Me preguntaba: ¿Por qué Dios me ha salvado la vida? Quería vengarme y habría podido hacerlo, pero opté por algo mejor: cambiar de vida y desenmascarar al fundamentalismo». Desde entonces, Bitani se dedica a difundir su experiencia por toda Italia a través de charlas y un libro. «Lo hago por la verdad y para que nadie viva lo que yo he vivido. Los jóvenes corren mucho peligro de caer en el fundamentalismo. Hay que arrancarle la máscara, porque lo que hay detrás es el diablo», manifiesta.
Ignacio Santa María y Kenia Flores