Pedir en su nombre - Alfa y Omega

Pedir en su nombre

Sábado de la 6ª semana de Pascua / Juan 16, 23b-28

Carlos Pérez Laporta
Mosaico de Jesús con los apóstoles. Foto: Pixabay.

Evangelio: Juan 16, 23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.

Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.

Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».

Comentario

¡Cuántas cosas pedimos a Dios y no se nos conceden! ¡Cuánto tiempo suplicando sin observar resultados! Madres que piden por sus hijos sin llegar a ver un cambio. Hijos que suplican la salud de sus padres para terminar contemplando su muerte (y peor aún cuando se invierte la dirección de la ley de la vida).

Las palabras de Jesús ahí son, cuanto menos, hirientes: «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre». ¿Acaso pedimos en su nombre? ¿Qué significa pedir en su nombre?

Pedir en su nombre no es simplemente añadir el nombre de Jesús en las peticiones, como quien amontona nombres para conjurar el máximo de suerte posible. Esa mención reduciría la oración a magia.

Pedir en su nombre es pedir como si Cristo mismo lo pidiese. Pedir en su nombre es olvidar los propios intereses para pedir por aquello en representación del mismo Cristo, según su manera de interesarse por el asunto que nos aflige y no según la nuestra. Se trata, por tanto, de amar más su voluntad que la nuestra para pedir lo que Él pediría.

Por eso, dice «no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios». Es el Padre quien concede, y lo concede todo al Hijo. Nos ama a nosotros cuando amamos más al hijo que a nosotros mismos, y pedimos su voluntad.

Solo entonces nuestra alegría será plena: «Pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa». La alegría es completa porque se nos dará todo con Cristo, de tal modo que podamos estar alegres cuando las cosas sucedan como nosotros en nuestras peticiones nos figurábamos o cuando salgan de otra manera. La alegría será completa, porque se dará en toda situación, porque nada perderemos, suceda lo que suceda.