«Pedimos a Dios que nos perdone por no poder perdonar» - Alfa y Omega

«Pedimos a Dios que nos perdone por no poder perdonar»

Sylvie y Erick Pétard perdieron a sus hijas en los atentados de París el 13 de noviembre de 2015. Seis años después, la vuelta a la fe y la oración los sostiene

Fran Otero
Erick y Sylvie Pétard, padres de Marion y Anna, en la plaza de San Pedro del Vaticano. Foto cedida por la familia Pétard.

Todas las noches, antes de dormir, Sylvie Pétard escribe a sus hijas, Marion y Anna, asesinadas hace ahora seis años en los atentados islamistas que golpearon París. Fueron los ataques del Stade de France, de la terraza del Carillon y de Bataclan. Les cuenta cómo transcurren sus días, hoy «muy tranquilos», explica la propia Sylvie en conversación vía Skype con Alfa y Omega. Una vida casi monástica dedicada a la oración —ella y su marido, Erick Pétard, reservan un rato en común y otro de forma individual todas las mañanas—, al cuidado de la pareja, de la familia y de los amigos, y a sus animales: perros, patos…

Desde el trágico suceso, aquel «horrible» viernes 13 de noviembre de 2015, su vida y la de Erick ha cambiado mucho. Ya no regentan la carnicería y charcutería en la que trabajaban juntos en Chailles, cerca de la ciudad de Blois, a dos horas en coche de París. La vendieron. Tampoco viven allí, pues se han trasladado al pueblo de su juventud, Monthou-sur-Bièvre, donde están enterradas sus hijas, flautista (Marion) y diseñadora gráfica (Anna). Pero, sobre todo, han vuelto a la fe y a la Iglesia católica de un modo más intenso. Es cierto que nunca habían dejado de creer en Dios y que rezaban a su manera, pero no practicaban. «Fue un proceso lento. Tenía una necesidad, me faltaba algo. La fe me permite vivir cerca de mis hijas. Ellas están todo el tiempo ahí, con la Virgen María, y eso me ayuda mucho», confiesa.

Marion y Anna perdieron la vida en la terraza del Carillon. La sala Bataclan también fue atacada. Foto cedida por la editorial Artège

Fue Erick quien invitó a su mujer a retomar el camino de la religión después de haber fracasado con los psicólogos. Un proceso que inició con la lectura de la Biblia de su hija Anna y con el ejemplo de santos como san Agustín o santa Juana de Chantal. También les han ayudado mucho en este camino hacia la fe las peregrinaciones al santuario de Notre-Dame de Montligeon, un centro mundial de oración por los difuntos. «Es un lugar especial, con un ambiente espiritual y de recogimiento. No es triste, sino alegre», añade Sylvie, que confiesa que también ha visitado numerosos monasterios en Francia. Próximamente irán a Bélgica.

Con todo, el dolor sigue estando muy presente. Todavía permanecen en la retina de ambos las horas de espera hasta que les confirmaron la muerte de Marion y Anna en la terraza del Carillon, a la que habían acudido con una amiga, que resultó herida. O las horas interminables hasta poder ver su cuerpos inertes. Las hermanas tuvieron la mala suerte de salir del local, una vez pagaron la cuenta, cuando los terroristas llegaban. Se las encontraron de frente y no tuvieron piedad.

Aquellos días fueron intensos, con los sentimientos a flor de piel y con encuentros violentos, como el que tuvieron con el entonces primer ministro, Manuel Valls, al que responsabilizaron como parte del Gobierno por no haber defendido a sus hijas. Erick incluso respondió al obispo de Blois, que presidió el funeral en la catedral, cuando este sacó el tema del perdón, tal y como él mismo narra en el libro La esperanza que nos hace vivir, escrito junto a Sylvie y publicado en francés por Artège. «Jamás, monseñor. ¿Cómo puede decir eso? Es fácil para usted. No es usted el que está en nuestro pellejo. No puede entenderlo», le dijo.

Homenaje en París a las 130 víctimas de los atentados del 13 de noviembre de 2015 pocos días después. Foto: Efe / EPA / Julien Warnand

Los Pétard siguen manteniendo esta postura: imposible perdonar a aquellos que les han arrebatado la vida de sus hijas. Dicen que a ellos no les compete, que será Dios quien tendrá que decidir. «No podemos perdonar. Pedimos a Dios que nos perdone por no poder perdonar», explica Sylvie Pétard. Y aunque el sufrimiento no se ha apagado, la cercanía de Dios lo ha cambiado: «Lloro mucho durante la oración, pero estoy más tranquila. Sé que Dios y la Virgen están ahí y que me sostienen».

Su objetivo y el de su marido al publicar el citado libro es el de ayudar a los padres que han vivido esta desgracia y no conocen la fe porque nadie les ha hablado de ella. «Quiero ayudarlos. Pienso que puede hacer bien a otras personas. No podía guardarme esto para toda mi vida», explica. Porque, afirma, Dios siempre está presente en nuestra vida, aunque no lo veamos: «Él estaba cerca el 13 de noviembre, pero no lo llamé en aquel momento. Cuando lo hice me acogió. Eso seguro». Quizás por eso uno de los pasajes bíblicos que más le inspira es el del camino de Emaús. Esta es la esperanza que los sostiene, la de volver a encontrarse con sus hijas.

Juicio hasta mayo de 2022

Mientras Erick y Sylvie se preparan para el aniversario de la muerte de Marion y Anna –han acogido en casa una imagen de la Virgen de la Consolación toda la semana y el domingo celebrarán una Misa–, el juicio por los atentados de aquel fatídico día sigue adelante con un acusado, Salah Abdeslam. El proceso, que comenzó en septiembre, se va a prolongar hasta mayo.

Aunque estuvieron representados por un abogado en un primer momento, los Pétard han decidido dejarlo y no tomar parte. Viven al margen del proceso y de toda la información sobre él. De hecho, no ven la televisión ni leen los periódicos, a pesar de que es difícil aislarse. El motivo es que no esperan nada de la justicia y no necesitan «ni las palabras ni la puesta en escena». «Solo Dios basta», concluye Sylvie citando a santa Teresa.