Pecados escritos en la arena - Alfa y Omega

Pecados escritos en la arena

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma / Juan 8, 1 -11

Carlos Pérez Laporta
Mujer cogida en adulterio. Mujer adúltera. Giovanni Battista Tiepolo. Smithsonian American Art Museum, Washington, Estados Unidos.

Evangelio: Juan 8, 1 -11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:

«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó:

«Ninguno, Señor». Jesús dijo:

«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Comentario

«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». ¿Qué diferencia hay entre lo que hace Jesús y lo que hacen los judíos? Ambos desisten en la condena: «Tampoco yo te condeno». Tampoco Él. Ellos no han condenado porque ninguno se ha visto «sin pecado» como para tirar «la primera piedra». Todos se han marchado. Ninguno se ha visto con la pureza necesaria como para erigirse en tribunal. Esto ya es mucho. Ojalá en nuestra sociedad y en nuestras comunidades pasasen por delante de nuestros ojos todos nuestros pecados antes de esbozar una sola crítica, antes de golpear con nuestras piedras a nuestros hermanos.

Pero, Jesús, ¿hace exactamente lo mismo? Es curioso verle jugar con la arena del suelo mientras sucede toda la escena. Es hasta divertido. Es como si en nuestros pecados y en nuestras exacerbadas reacciones a los pecados de los demás Él no viese más duración que un dibujo en la arena. Pecados escritos en la arena…

Pero no se trata de indiferencia. Jesús no es indiferente al pecado. Tampoco lo tolera por cinismo, porque todos somos pecadores. Porque Jesús le dice: «Anda, y en adelante no peques más». Jesús se toma muy en serio el pecado. Tan en serio que muere por Él para borrarlo como lo que se escribe en la arena. Y por eso dice: no peques más. Puede decirlo, porque no pretende justificarlo en una supuesta normalidad de la fragilidad humana. Él cree realmente en la posibilidad de una vida humana sin pecado. Y en eso consiste el perdón, a diferencia de la mera ausencia de condena de los judíos: el perdón de Jesús, su amor en la cruz puede habilitarnos para no volver a pecar nunca más. Él lo cree. El perdón es un amor que nos recrea. Somos, no nuestras fragilidades de siempre, sino el amor que Él nos tiene. Esa es nuestra verdad.