Patricia Espinosa Hernández: «Los agresores sexuales son personas modélicas y es difícil detectarlas»
Su currículo es abrumador. Esta mexicana es médico cirujano con especialidad en psiquiatría, psicoanálisis y psicoterapia; tiene la especialidad en psicología criminal; un máster en perfilación de la personalidad y otro en prevención en ambientes eclesiales. Además, es licenciada en Teología. El Papa ha sumado su formación, que la coloca en la excelencia del conocimiento sobre el comportamiento de los abusadores, a la Comisión Pontificia para la Protección de Menores.
Está formada en medicina, psicoanálisis, teología, filosofía… ¿Cuál de estas disciplinas es clave en la prevención de abusos en ambientes eclesiales?
Todas lo son. La psicología, la teología y la sociología son disciplinas que llamamos de frontera. Tienen distintos vocabularios, pero lo central es la persona. Somos cuerpo, mente y espíritu.
¿Tienen una enfermedad mental los que abusan sexualmente de niños?
Los agresores sexuales tienen diversidad de perfiles. Comparten entre ellos algunos rasgos, como los patrones paranoides o narcisistas, pero no son los delincuentes más patológicos. No es que sean esquizofrénicos o tengan un trastorno de bipolaridad. Los narcotraficantes u homicidas tienen más trastornos graves de la personalidad. Además, los abusadores de niños y adolescentes son menos patológicos psiquiátricamente que los que abusan de adultos.
¿Se pueden identificar con las herramientas psiquiátricas posibles fallos o depravaciones sexuales en los perfiles de los futuros sacerdotes?
La mayoría no tiene un diagnóstico psicopatológico de los que usamos en psiquiatría, y pueden tener vidas aparentemente adaptadas. De hecho, suelen ser pilares en sus comunidades, personas modélicas; por eso, son de difícil detección. Es muy complejo realizar un perfil. Lo que podemos hacer es identificar patrones de personalidad que sean proclives a la transgresión y a los abusos, así como estructuras narcisistas o antisociales.
¿Qué es lo que convierte a alguien en un potencial abusador?
Las estadísticas nos dicen que el 46 % de los agresores sexuales han sido víctimas de abuso sexual en la infancia. Y que el 85 % han sido víctimas de algún tipo de violencia. Esto no justifica su crimen, pero hay que tenerlo en cuenta para abordarlo integralmente desde una perspectiva antropológica. La mayoría de los abusadores no nacen, se hacen. La excepción son los sociópatas, pero por suerte hay muy pocos.
Usted es mexicana, un país que ha vivido uno de los casos de abuso sexual en la Iglesia más devastadores. ¿Podría repetirse la historia de Marcial Maciel?
Maciel fue una figura muy destructiva. En psiquiatría entra en el grupo de depredadores sexuales, donde las víctimas son masivas y hay detrás una estructura psicopática de la personalidad. Es un tema muy complejo que requiere mucha investigación y mucho trabajo. Se necesita mucho estómago.
¿Se puede rehabilitar a estas personas en la sociedad?
Lo que tratamos de hacer los psiquiatras cuando trabajamos identificando parafilias o patrones sexuales distorsionados es prever si existe algún riesgo de reincidencia o si hay posibilidad de rehabilitación. Desde una perspectiva antropológica y cristiana no podemos dejar a estas personas de lado. Además, no podemos meter a todos los agresores sexuales en un mismo cajón. Algunos cometen una sola vez el delito, durante una depresión o alcoholizados. Los pedófilos constituyen un número muy bajo. La mayoría abusan de los niños porque son víctimas fáciles, no porque sean su objeto de deseo. La cuestión fundamental es que la gran parte de los agresores sexuales están convencidos de que no están haciendo ningún daño. Las estadísticas nos dicen que son reincidentes dos de cada diez abusadores. Es una reincidencia relativamente baja.
¿Qué hay que mejorar?
La formación sexual y afectiva. Tiene que ser más intensiva. No existe en muchos seminarios, y es como mandar a los jóvenes al matadero. Vivimos en una época dominada por una erotización indiscriminada y casi animalesca. Durante muchos años se ha visto como un tabú en la Iglesia, porque se ha identificado el sexo con la sexualidad humana.