María Lía Zervino: «Hay mujeres que solo son utilizadas para limpiar la iglesia» - Alfa y Omega

María Lía Zervino: «Hay mujeres que solo son utilizadas para limpiar la iglesia»

Victoria Isabel Cardiel C.
La presidenta de la UMOFC durante la entrevista para Alfa y Omega. Foto: Victoria I. Cardiel.

María Lía Zervino es una de las tres mujeres que formarán parte por decisión del Papa Francisco del Dicasterio para los Obispos, el ministerio vaticano que se encarga de preparar los informes que harán la criba en la selección de los prelados del futuro. Esta argentina laica , que pertenece a la Asociación de Servidoras Vírgenes Consagradas, está —desde hace cuatro años— al frente de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC).

Los expertos han catalogado de histórico su nombramiento. ¿Está de acuerdo?
No puedo no estarlo. Arrancamos el próximo 22 de septiembre y me estoy preparando a conciencia, aunque no me imagino cómo será mi papel, como tampoco me imaginaba que el Papa iba a nombrar mujeres en el Dicasterio para los Obispos. Tengo que aprender mucho de mis otras dos compañeras.

Y… ¿cómo lo han recibido los prelados?
Algunos obispos, muy contentos, me han escrito para felicitarme. Otros, no tanto. Habrá de todo.

A pesar de estos cambios, muchos critican que la Iglesia ha llegado tarde a la revolución de las mujeres…
No tengo el reloj histórico para ver si llegamos tarde. Ojalá se produzca un efecto dominó y el resto de las estructuras eclesiales repliquen la colaboración de mujeres en instancias que toman decisiones. Es lícito que las feministas reclamen esto como un logro, pero no hay que dejar de lado que lo es también para la Iglesia y para la humanidad. De momento, formo parte de un grupo que sigue siendo mayoritariamente de obispos y cardenales, pero el hecho de que podamos aportar, como mujeres, nuestro granito de arena, es algo soñado.

¿Cuál es el camino?
La mujer no tiene que entrar en la Iglesia diciendo: «Aquí estoy yo», porque sería también clericalismo. Si los obispos no perciben que estamos recortando su ámbito de poder, sino que queremos aportar desde nuestra naturaleza femenina, las cosas puede que cambien rápidamente.

¿Qué perfil cree que deben tener los obispos de la Iglesia del futuro?
Un enamorado de una Iglesia sinodal. Aunque el riesgo es colocarlo como una etiqueta de marketing. Es bastante difícil ponerse en el lugar de los demás, sobre todo, cuando no piensan como nosotros. Gracias a mi labor en la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas he podido escuchar qué quieren las mujeres laicas, qué es lo que particularmente las hace sufrir y qué cosas están soñando para la Iglesia. Quiero ser una esponja para poder volcar en el dicasterio todo eso.

¿Tendrá algún impacto que haya mujeres decidiendo sobre el futuro de los pastores de las diócesis?
Me gustaría pensar que sí, pero no sé cómo será. La diversidad siempre enriquece. La Iglesia está guiada por mujeres en las bases y, además, está probado en la sociedad que los equipos formados por hombres y mujeres funcionan mucho mejor. Es un don poder aplicar esto en la Iglesia, y más en una instancia tan importante para la jerarquía.

Usted escribió una carta abierta al Papa Francisco para darle las gracias por haber sanado las violaciones de la dignidad de la mujer. ¿Persisten esas heridas en la Iglesia?
Sí, lamentablemente. Hay pequeñas y grandes heridas en la Iglesia y en la sociedad. En la UMOFC tenemos un observatorio mundial e hicimos un trabajo de investigación en África. El resultado fue que uno de los problemas principales que denunciaron es el clericalismo. Hay mujeres que solo son utilizadas para limpiar la iglesia, que están vigiladas y controladas. Duele mucho y pasa en parroquias pequeñas, pero también en grupos de grandes purpurados.

¿Está cambiando esa mentalidad patriarcal?
Se habla mucho de estructuras patriarcales en la Iglesia, pero esa estructura existe porque —no solo hombres, sino también mujeres— la sostienen. Nosotras también tenemos que hacer examen de conciencia para pasar otro mensaje que nos haga corresponsables de una Iglesia sinodal, sin buscar culpables.