Pakistán va a necesitar ayuda humanitaria básica «a largo plazo»
«La destrucción es enorme», después de que el peor monzón en 30 años anegara un tercio del país
El peor monzón en 30 años ha dejado a un tercio de la superficie de Pakistán bajo el agua. Lo ha asegurado a los medios Sherry Rehman, ministro de Cambio Climático del país. «Desde agosto no se puede acceder a muchas áreas», constata paraAlfa y Omega Amjad Gulzar, director ejecutivo de Cáritas Pakistán. «Normalmente, en la época de monzón hay de tres a cinco episodios de fuertes lluvias, pero este año han sido diez». En algunos lugares las precipitaciones han cuadruplicado la media de tres décadas. Así, no es extraño que en vez de desbordamientos localizados las inundaciones hayan sido generalizadas, alcanzando incluso aldeas a un kilómetro del cauce.
Y la lluvia no vino sola. «Pakistán tiene más volumen de glaciares que ninguna otra región salvo las polares», explica el responsable de Cáritas. Debido a las altas temperaturas de este año, el deshielo ha anegado «el norte de Gilgit-Baltistán y Khyber Pakhtunkhwa».
El balance es dramático: al menos 1.500 muertos, 2.000 heridos, un millón de casas destruidas, 30 millones de damnificados. «La gente ha abandonado sus aldeas y vive en los márgenes de las carreteras, sin tiendas de campaña». Se han agotado, y donde queda alguna está a unos precios inasumibles, explicaba en un encuentro con Ayuda a la Iglesia Necesitada Samson Shukardin, obispo de Hyderabad (provincia de Sindh), una de las regiones más afectadas.
«Vamos a tener un grave problema de alimentación», continúa, pues el monzón ha acabado con 800.000 cabezas de ganado y, según datos del director ejecutivo de Cáritas, con «33.600 kilómetros cuadrados de cultivos», además de con 52.670 toneladas de trigo ya almacenado. A ello se suma la amenaza del dengue, la malaria y el cólera por la proliferación de mosquitos debido al agua estancada, mientras escasean las medicinas y es difícil llegar a los hospitales.
La gente confía en la Iglesia
Desde el principio, Cáritas se puso manos a la obra para coordinar la ayuda humanitaria en todo el país. Las primeras aportaciones fueron de los propios pakistaníes, y luego se sumaron los fondos de Caritas Internationalis y otras entidades católicas como ACN, que ha realizado un primer envío de 200.000 euros. Incluso la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) les entregó suministros en especie. Con todo ello, ya han hecho llegar alimentos, agua potable, kits de higiene (repelente antimosquitos incluido), tiendas de campaña, lonas y medicinas a 7.500 personas. «Nuestra respuesta está bien coordinada con el Gobierno, las ONG y las agencias de la ONU», afirma Gulzar.
«Muchos musulmanes confían en la Iglesia» por su transparencia, y tanto a nivel particular como «algunas organizaciones nos están dando fondos para que los distribuyamos nosotros», subraya Shukardin. En contraste, «falta ayuda del Gobierno», que «tiene recursos limitados» que «no están llegando a los pobres». También se ha dado algún caso de trato desigual en instituciones y ONG a personas de las minorías cristiana o hindú. Pero como matiza Benny Mario Travas, arzobispo de Karachi, «también entre los propios musulmanes hay grupos discriminados. No es por la religión, sino por ser los realmente pobres, los que están más abajo», por ejemplo por ser de grupos tribales.
«La destrucción es tan enorme», que en Cáritas Pakistán «estamos planificando a largo plazo» el mantener la distribución de los bienes más básicos. Con el tiempo, confían en incluir otras prioridades, como reforzar la educación y el apoyo psicosocial. También preparan una «valoración detallada de las necesidades por sectores para un programa de reconstrucción de las casas e instituciones educativas y sanitarias», así como para ofrecer a la gente nuevas formas de ganarse la vida y de mejorar la infraestructura de agua y saneamientos.