Pablo d’Ors: «La vida oracional no se puede reducir a la liturgia»
Hemos entrado «en la lógica de la producción, no de la contemplación», y por eso «no estamos en Dios». Pararse, contemplar y meditar es la receta de Pablo d’Ors para volver al Evangelio
Nieto del ensayista Eugenio d’Ors, este sacerdote y escritor madrileño hizo llegar al gran público la oración meditativa a través de su bestseller Biografía del silencio (Siruela, 2012). Ahora propone un recorrido interior a través de los Evangelios en su Biografía de la luz (Galaxia Gutenberg), libro que acerca a creyentes y no creyentes a Jesucristo y a la experiencia meditativa.
Propone una aproximación a Cristo diferente.
No es la aproximación histórico-crítica que estudié en mis años de seminario; tampoco es la teológica, propia de los creyentes, sino que califico mi aproximación de existencial, meditativa y poética. La existencial significa que el texto bíblico afronta todas las posibles problemáticas vitales con que el ser humano se puede encontrar. La meditativa apunta al texto evangélico como un mapa de la conciencia. La tercera, la poética, rescata las imágenes de las que el Evangelio está plagado, con el propósito de que inhabitemos en ellas.
¿Esto difiere de la visión de Cristo tradicional o se complementa?
Un texto es sagrado porque admite y pide para cada situación vital una nueva lectura que no necesariamente echa por tierra las anteriores, pero sí las complementa. Yo me muevo en una corriente más bien alegórica que tiene algunos precedentes en padres de la Iglesia, pero que, ciertamente, en la época moderna ha sido abandonada.
¿Por qué la hemos abandonado?
Porque hemos quedado abducidos por la exégesis más científica y porque todo lo que apunta aesa dimensión más del inconsciente, de lo profundo, de lo imaginativo o intuitivo, nos parece menos riguroso. Muchos teólogos tienen complejo de que lo suyo no es una ciencia.
Diferenciemos meditación y oración.
En realidad, utilizo en el libro la palabra meditación como sinónimo de oración contemplativa, es decir, la oración de silencio y quietud.
No son pocas las reservas de la Iglesia en torno a la meditación.
La confrontación entre teología y espiritualidad es una constante en la historia de la Iglesia. En general es por desconocimiento, puesto que la oración contemplativa ha formado parte de nuestra práctica religiosa desde los orígenes de nuestra fe. La vida oracional no se puede reducir a la liturgia o a la oración vocal, hay muchas más formas de relacionarse con ese misterio de Luz y Amor que llamamos Dios.
Hábleme de la correspondencia entre cuerpo y corazón.
La corporeidad es la vía por excelencia de la interioridad. Antes de orar con la mente o con los sentimientos, oramos con el cuerpo. Mi impresión es que en el catolicismo hemos intelectualizado nuestra fe y que, en consecuencia, no la expresamos corporalmente.
Propone un intenso viaje interior. Pero en este siglo que nos ocupa, atrapado por la prisa, o como dice usted, por el miedo al yo, ¿cómo hacemos para mirar hacia dentro?
Basta con que paremos 15 minutos al día. Si perseveramos y seguimos pautas concretas, las actitudes que se generan en esta práctica se extienden poco a poco a la vida ordinaria. Estoy pensando en la escucha, el no juicio, la receptividad, la acogida… Una sociedad autocomplaciente que no quiera cambiar, no puede volver al Evangelio. Por mi parte, tengo mucha esperanza, puesto que veo cómo cada vez son más las personas que acogen este regalo. La cuestión es que muchas de las formas con las que la Iglesia entrega sus regalos ya no responden al lenguaje del hombre y la mujer contemporáneos, por lo que no llegan a sus receptores. La tarea pasa hoy por revisar y purificar nuestras formas. Hemos de ser fieles al Evangelio y a las personas que tenemos delante, los dos polos son igualmente importantes.
Dice que no hay nada grande que no haya nacido de la soledad. Pero la hemos tachado de enemiga este año.
La enfermedad es algo negativo, pero podemos vivirla de manera constructiva o destructiva. No podemos determinar qué vivir, pero sí cómo.
«El mundo intelectual se ha identificado con lo complejo, y está muy bien para amueblar la cabeza, pero el espíritu se alimenta de lo sencillo». ¿Esto se opone a la propuesta sobre la presencia pública de la intelectualidad?
Por desgracia, se da más importancia a la comprensión racional que a la experiencia espiritual, como prueba el hecho de que los seminaristas pasan más tiempo en el aula que en la capilla. Pero lo que la gente pide de un religioso o de una religiosa es que sea un hombre o una mujer de Dios. Veo a muchos sacerdotes y religiosas que están en las cosas de Dios, pero no en Dios. El motivo es que hemos idolatrado la eficacia, al rendimiento… Que entramos en la lógica de la producción, no de la contemplación.
¿Solución?
Habría que hacer un replanteamiento estructural de la evangelización. No se trata de hacer tanto –signo de nuestro nerviosismo– sino de hacer bien. No pasaría nada si no se hiciera mucho de lo que se hace. La cantidad destruye la calidad. En realidad, no tenemos una crisis vocacional, sino una crisis de un modelo determinado de vocación.
Vayamos a la figura del maestro. ¿Dónde lo encontramos hoy?
La penuria de maestros es seguramente nuestra principal lacra. Si no tenemos maestros, no podemos ser discípulos, y así no hay modo de entrar en el discipulado de Jesús. Hemos de escuchar a nuestro Cristo interior. Si lo escucháramos no nos pondríamos tan nerviosos e irradiaríamos su presencia. Y eso es evangelizar.
Pablo d’Ors
Galaxia Gutenberg
2021
576
23,50 €