Ojalá más Íñigos - Alfa y Omega

Me pidieron en el colegio de mi hija que diese una sesión de formación a las alumnas de 1º de Bachillerato. La propuesta, la importancia de estar —bien— informados para no formar parte de la masa que fluctúa entre el consumismo salvaje y la radicalización que fomentan los que saben utilizar la propaganda. Bien lo explica Íñigo de la Fuente en estas páginas, un joven con una clarividencia admirable que ha dado el salto de quejarse con sus amigos a una asociación que no quiere mirar para otro lado ante el radicalismo en su País Vasco natal. Estaban atentas; algunas más conocedoras de la realidad que otras. Es un centro que fomenta los valores de forma transversal, así que vienen aprendidas de alguna forma. Pero aún así, no deja de sorprender cómo es inevitable que cedan a la presión del contexto y estén más al día del nombre de chicas que se maquillan en internet que lo que está sucediendo en Oriente Medio. «Vivimos inmersas en las nuevas tecnologías», reconocía una, entre justificando y asumiendo su realidad. Yo me fui anhelando que sus referentes fueran más Íñigos y menos Dulceidas —¿se llama así?—. Porque haberlos, haylos. Lo que pasa es que nadie se los muestra.

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