Nuestra vida pide ver el triunfo ante la nada - Alfa y Omega

Apocalipsis. Una palabra que, lamentablemente, suele sugerir caos, catástrofe, desconcierto, batalla, lucha, miedo, muerte… ¿Pero es eso todo?, ¿y si también se hablara de corrección, restauración, amor, entrega, protección, victoria, vida? Actualmente vivimos en una situación en la que las primeras acepciones antes escritas parecen definir completamente la realidad. ¿Acaso no seguimos deseando todo lo contrario?, ¿podría ser real?

No es la primera vez que el hombre se encuentra ante un momento duro, en el que la desesperación o el escepticismo parecen ser todo lo que nos queda como opción existencial. ¿Realmente hemos acabado con todas las opciones? El hombre, mejor dicho, cada uno de nosotros, somos religiosos, no podemos dejar de suscitar una pregunta ante lo sublime o bello, pero también ante lo terrible y espantoso. Simplemente no podemos. A no ser que nos obliguemos a mirar a otro lado o, simplemente, a no mirar.

Lo bueno de conocer la Historia, nuestra Historia, es que ante momentos semejantes de confusión y miedo podemos fijar nuestra mirada en aquello que nuestros antepasados tomaron como timón y vela para surcar las embestidas y salir a flote. Y es ahí donde nuestra mirada puede volverse al libro del Apocalipsis sin miedo a dejarnos sorprender. Sin entrar en exégesis bíblica ni en una profunda dogmática, bien podemos leer este libro que la tradición ya introduce en el canon de una manera casi inmediata. Nos hace recordar que, por muy mal o terrible que sea la realidad, nuestra vida tiene un porqué. Además, retomando un bello canto: «Tutta la vita chiede l´eternitá; non può moriré, non può finire la nostra voce che la vita chiede all´Amor» («Toda la vida pide la eternidad; no puede morir, no puede acabar nuestra voz que pide vida al Amor»), nuestra vida pide ver el triunfo ante la nada.

En el siglo IX surgen una serie de obras en las que se entremezcla el texto del Apocalipsis con imágenes y comentarios de este libro canónico. Van a tener una gran repercusión en toda la Europa occidental en la Edad Media, llegando en algunos países hasta el siglo XIV. ¿Por qué proliferaron obras con este tema? Hay que recordar que los libros eran un objeto de lujo y que estaban ricamente ilustrados. Lo interesante es que su producción no se debe exclusivamente a tiempos difíciles (la amenaza del Islam, pestes, guerras, etc.), pero está claro que su lectura ayudó a mantener viva la esperanza en Aquel que no los abandonaba. Es bueno recordar que ya en el IV Concilio de Toledo (633) se ordena la lectura del Apocalipsis de Pascua a Pentecostés. Esta lectura no va a ser exclusivamente para el mundo monástico o clerical, sino que vemos en varios reinos medievales que estos libros empiezan a ser reclamados y meditados en la vida espiritual de los laicos, como lectura devota y educación religiosa.

En todos ellos hay una impresionante colección de imágenes que van a influir en la iconografía, no solo en los libros, sino en todas las artes hasta nuestros días. Muchas de ellas pueden resultar enigmáticas; por ello, venían acompañadas no solo del texto apocalíptico, sino de comentarios patrísticos. No hemos de olvidar que texto e imagen van unidos, tal como reconocemos al mismo Dios, en hechos y palabras intrínsecamente unidas.

San Juan, en Patmos, recibe del ángel el mandato de escribir lo que vea
San Juan, en Patmos, recibe del ángel el mandato de escribir lo que vea. Foto: M. Moleiro.

Uno de ellos, el Apocalipsis de Val-Dieu, realizado en la primera mitad del siglo XIV en Francia, nos puede ayudar a tener un acercamiento actual. No vivimos un momento en el que podamos despreciar nada de aquello que, a lo largo de la historia, ha mantenido viva la esperanza de todo un pueblo. Todos estamos un poco como ese san Juan que vemos en la imagen que acompaña estas letras y que da comienzo al Apocalipsis: un hombre postrado y adormecido, al que un ángel viene a despertar. El texto comienza: «La Revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que conviene sean hechas luego; y las declaró, enviándolas por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y testimonio de Jesucristo, de todas las cosas que vio».

A lo largo de la obra, son muchas las imágenes que nos muestran a Juan mirando hechos que no siempre son gratos, recogiendo advertencias para los que han olvidado lo que mantiene viva la esperanza, hasta contemplar la victoria final de Aquel que realmente es capaz de vencer y conducirnos al lugar en el que nada nos será arrebatado. Lo más repetido por Juan es: «Y seguí viendo…». Porque quizás sea un buen momento para dejarnos despertar por Otro que nos señale adónde mirar, que nos corrija y eduque en lo que posiblemente hemos abandonado y es esencial para mantenernos en pie, y, cómo no, para contemplar al que continuamente viene a luchar por nosotros y mostrarnos una Belleza, un Bien y una Verdad que nunca nos será arrebatada a pesar de incertidumbres y miedos. ¿Nos atrevemos a mirar?

Estudio del Apocalipsis de Val-Dieu

Acompaña a la edición de la obra en facsímil, limitada a 987 ejemplares

M. Moleiro

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