«¡No tengáis miedo!» - Alfa y Omega

Como obispo de la diócesis de Roma –una tarea que ejerce con amor–, el Papa Francisco se ha reunido con varios millares de fieles de a pie para explicarles personalmente el próximo Sínodo –precisamente Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión–, del que por primera vez deben ser protagonistas, pues tendrá una primera fase en cada una de las diócesis del mundo.

Unos días antes, en Budapest, el Papa había dicho a los obispos del país: «No tengan miedo de dar espacio a la Palabra de Dios y de involucrar a los laicos: serán los canales por los que el río de la fe irrigará de nuevo Hungría». En el encuentro con sus fieles diocesanos, Francisco les invitó a involucrarse a fondo repitiendo como propia la famosa frase de comienzo de pontificado de san Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!».

El sínodo es un ejercicio –fatigoso– en el que obispos y pastores escuchan a los laicos, incluso cuando ponen sobre el tapete quejas, desconciertos o temas desagradables. Por eso, el obispo de Roma insistía a sus fieles: «¡No tengáis miedo! Es importante que en el diálogo puedan salir a la luz las propias miserias, sin justificaciones». Presentarse como perfecto –a título personal, de familia espiritual o de parroquia– no solo es hipócrita, sino también ridículo. Francisco les invitaba a la apertura: «Si la parroquia es la casa de todos en el barrio, y no un club cerrado, dejad abiertas las puertas y las ventanas. No prestéis atención solo a quien frecuenta la parroquia o piensa como vosotros, que serán el 3, 4 o 5 %, pero no más. Permitid entrar a todos».

Jesús nunca se encerraba con los perfectos, sino que salía al encuentro de publicanos, pecadores, mujeres marginadas, soldados del Ejército romano, leprosos… Caminaba con sus discípulos –hombres y mujeres– por la tierra de Israel y por ciudades extranjeras en la Decápolis, Samaria, o el territorio de Tiro y Sidón, la Fenicia que hoy llamamos Líbano. Después de Pentecostés, sus seguidores continuaron haciendo lo mismo. Por eso Francisco dijo a los fieles de Roma: «El manual más importante de eclesiología es el libro de los Hechos de los Apóstoles».